domingo, 18 de diciembre de 2011

El rodillo nacionalista de Mas: el cese de Josep Ramoneda o la ideologización catalanista del interés económico.

No es lo primero que ha hecho el gobierno de Mas contra el mundo de la cultura, ni será lo último, pero es muy significativo. Una de las instituciones más abiertas y con una programación de más amplias miras como es el Centre de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) va ca cambiar de dirección el próximo 1 de enero de 2012. El gobierno de Convergència (Generalitat, Diputación y Ayuntamiento; todo está en sus manos) va a sustituir al hombre que la dirigía desde su fundación en 1994, Josep Ramoneda, por otro cuyo mayor mérito es, sin duda, su afinidad con el "Movimiento" nacionalista actualmente en el poder (Entrevista con Josep Ramoneda).
Al parecer, los nacionalistas consideran que la programación del CCCB es demasiado cosmopolita y hay que sustituirla por otra de contenido más nacionalista. Es decir, otro paso más para dejar de abrirnos al mundo y encerrarnos solo con nosotros mismos en un país rodeado de alambradas culturales. En un mundo globalizado como el actual, en el que la comunicación fluye sin barreras, sólo los prejuicios y el sectarismo pueden conducir a la gente a bunkerizarse dentro de unos límites fronterizos, y eso solo se consigue mediante creencias religiosas o nacionalistas, porque no están basadas en la razón y, por lo tanto, apelan a nuestros instintos gregarios, a nuestra necesidad de pertenencia a una comunidad, especialmente en tiempos de crisis, cuando la sensación de inseguridad individual es mayor.
Causas fundamentales (y casi únicas) de las guerras, los nacionalismos y las religiones consiguen sacar lo peor de nosotros, procurando insensatos orgullos patrios y generando odio hacia el de otra parte, al distinto, al que no habla nuestra lengua o no reza nuestras oraciones. Cuando los dirigentes quieren hacernos creer que todo el mundo gira alrededor de nuestro grupo nacional o religioso, cuando se expande el mensaje de que somos víctimas de ataques ajenos (llámeselos dinero que nos deben u ofensas que nos hacen), cuando se nos viene a decir que nosotros solos sí podríamos conseguir cualquier reto que nos propusiéramos, estamos entrando en una espiral de paranoia que no suele tener buenas consecuencias, sólo hay que revisar la historia europea de los años treinta del siglo XX.
Y, en el fondo, lo que subyace no es otra cosa que privlegiar a los grupos dominantes del colectivo, en este caso la burguesía catalana, superada desde hace años por los acontecimientos y cuya más fácil salvación es que en la gente cale el mensaje de que lo de aquí sí que es bueno, que ayudarlos a ellos es ayudarnos a todos, que cultivar las esencias es lo único que no hará prósperos, cuando lo que sucede es todo lo contrario: mientras menos nos abramos al mundo, menos posibilidades tendremos de ver que ese mundo es mucho más grande, rico y variado que nuestra torreta románica desde la que se contempla un pequeño trozo de tierra en el que se habla catalán y se cocina fricandó mientras se leen novelas de alguna escritora del país y los niños juegan a hockey sobre patines.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Christian Salmon. Storytelling. La estrategia de Sherezade o las mil y una noches de la política.

Cuatro años después de publicar el excelente y pionero Storytelling, Christian Salmon publica La estrategia de Sherezade, apostillas a Stroytelling, que complementa lo que escribió en aquel.
Salmon viene a decirnos que la política se ha convertido ya de pleno en una sucesión de relatos que los políticos nos cuentan para evitar la muerte del sistema, inventando un cuento tras otro para mantener viva nuestra atención y, de paso, su propia supervivencia, como hacía Sherezade en Las mil y una noches.
En una actualidad en la que, como escribe Miguel Roig en el prólogo, "hemos pasado de buscar la sustancia en 300 páginas a intuirla en 140 caracteres", ¿quién está dispuesto a leer el programa electoral de un partido o escuchar un discurso en el que se hable de política o economía? Para Salmon la política tradicional ha muerto, lo que ahora triunfa es el relato personal del político, porque es lo que también nosotros hacemos cuando colgamos nuestra propia vida en Youtube, Facebook, Twiter, etc. Esto es lo que nos gusta y esto es lo que esperamos de un político, una empresa o un anuncio de televisión.
Pero, precisamente, puesto que la democracia como tal es cosa del pasado y el poder político ya no existe, pues son otros y no nosotros ni los políticos quienes toman las decisiones, es ahora cuando la ceremonia del político ha de ser más espectacular, más ritual, más ancestral si quiere seguir formando parte del imaginario colectivo.
Un político ya no nos atrae porque estemos de acuerdo con sus ideas, nos gusta porque empatizamos con sus aficiones, su perro, su pareja, su traje o sus lágrimas; en definitiva: porque nos gusta su relato. Tenemos muchos ejemplos de este tipo de hacer política: lo dominan bien los estadounidenses, desde Reagan hasta Obama o Palin, lo bordó Blair cuando murió Diana, lo exageró Sarkozy con su noviazgo con Bruni y hasta Rajoy lo intentó hace cuatro años, con su famosa niña, aunque de forma muy burda, necesitado de clases de interpretación y de un guionista más imaginativo, pero no se le puede restar el mérito de ser pionero en España.
Las lágrimas se llevan. Bush lloró en 2008 en el homenaje a un soldado muerto y distrajo la atención de tantos otros muertos, Hillary Cinton sollozó durante la campaña electoral y recuperó terreno perdido en los sondeos y Elsa Fornero, ministra italiana de trabajo, también lloró mientras anunciaba los recortes a los que iba a someter a los trabajadores y (quizá) hizo creer a los italianos que no había más remedio que hacer lo que anunciaba, y la prueba era que lo sentía tanto que no podía evitar el llanto. 
Aquí en España nuestros hombres políticos todavía no lloran, porque aún presentan ese aura de macho hispano que está seguro de sí mismo y no se dobla sino que se rompe, en tanto que las mujeres políticas tienen miedo de llorar, por si alguien las tacha de blandengues. Pero ya aprenderán. Es cuestión de tiempo. Llegaremos tarde, como siempre, pero llegaremos.
De momento, el relato que se lleva en España es el de la necesidad y el no me va a temblar la mano. Así están actuando hombres y mujeres, Mas y Cospedal, Zapatero y Rajoy. Su relato es el de todos tenemos que sacrificarnos para salir de la crisis, y, como en las malas películas de misterio en las que el guión es tramposo porque esconde información que el espectador debería conocer, nos cuentan lo mal que están las arcas del estado porque los ciudadanos somos vagos, derrochadores y hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades. Después de comernos la casita de chocolate, para evitar que la bruja nos cocine en el horno debemos portarnos bien y esperar que venga alguien a salvarnos. Pero no nos explican quién ha construido la casita de chocolate, ni quién la ha pagado, ni de dónde ha salido la bruja... lo que traducido viene a ser: ¿porqué no se controla el fraude fiscal?, ¿por qué no se han exigido responsabilidades a los bancos?, ¿por qué no se encarcela a los políticos corruptos en lugar de volver a presentarlos en las listas?, ¿por qué no se deja de subvencionar a la Iglesia?, ¿por qué no se invierte en educación para que tengamos trabajadores preparados que aporten valor en lugar de ladrillos?
Porque somos unos pobres niños inocentes que estamos a merced del narrador del cuento que, cuando quiere nos hace pasar miedo y cuando quiere nos promete un final feliz que, sin embargo, siempre ocurre en el país de nunca jamás.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Retrato de un caballero, de Velázquez. El retrato de una sociedad ignorante y mercantilista

Un galerista de Milwaukee se ha gastado 3.464.144 euros en un cuadrito (47x39 cms.) de Velázquez que estaba valorado en unos 350 euros hasta que alguien decidió que lo había pintado el artista sevillano y no Matthew Shepperson, un poco conocido pintor inglés, como se suponía.
¿Posee el cuadro vida propia y ha mejorado desde que los expertos han sabido que era de Velázquez? ¿Pintaba tan bien el artista inglés como el sevillano o tan mal el sevillano como el inglés? Si pintaban tan parecido que sus obras podían ser confundidas, ¿cómo es que los cuadros de Shepperson no se valoran como los de Velázquez?
A partir de ahora, ¿se cotizarán los cuados del inglés tanto como los del sevillano?
Preguntas retóricas en tiempos de crisis.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Convergència i Unió, el Partido Popular y los recortes: ¿A quién perjudican? ¿A quién benefician?

Tanto se ha hablado de los recortes del gobierno de Artur Mas, que animarse a leer un artículo de opinión sobre ello resulta aburrido y poco efectivo, por eso voy a dejarme de críticas teóricas que todos conocemos y voy a poner dos ejemplos concretos de lo que suponen las medidas, tal vez en una próxima ocasión (por desgracia tan lejana en estos momentos) lo pensemos un poco antes de votar a según quién:

Primero
El transporte público: una tarjeta de 10 viajes de una zona  cuesta 8,25 euros. A un trabajador que viva en Barcelona y cobre 700 euros netos (recordemos que el salario mínimo interprofesional está en 600, aproximadamente) le supone un 2,59% de su salario. Pero imaginemos una persona que trabaje en Barcelona y viva en Terrassa por que no pueda pagarse un piso en Barcelona. Entonces tiene que usar la tarjeta de 3 zonas, que cuesta 22,35 euros. A este trabajador le supone un 7,02% de su salario.
Continuemos: la subida en el transporte que el gobierno de Mas ha previsto para el 1 de enero es del 10%. La tarjeta de una zona pasará a costar 9,075. A nuestro trabajador residente en Barcelona le representará el 2,59% de su salario y al de Terrassa el 7,73%.
Ahora imaginemos que el trabajador sea funcionario de la Generalitat y vea mermado su salario en un 10% y se quede en 630. Al trabajador de Terrassa le va a suponer el 7,80% de su salario.
¿No les parece una barbaridad?

Segundo
La sanidad: el último y polémico impuesto sobre las recetas médicas. Dice el conseller Boi Ruíz (antiguo presidente de la patronal de hospitales Unió Catalana d'Hospitals, y ahora nada menos que encargado de la sanidad pública) que es para "evitar el abuso en la compra de medicamentos", como si fueran los pacientes los que se recetaran su propios medicamentos y no los médicos. ¿Por qué el conseller no pide a los médicos que no receten alegremente si no lo creen conveniente en lugar de hacer pagar un impuesto al paciente? Seguro que si se recetara con moderación, sólo los medicamentos y cantidades necesarias, se ahorraría bastante más dinero. Sólo que entonces la facturación de las farmacias descendería, y eso es posible que no gustara al gobierno de Convergència i Unió... ¿Intereses ocultos? Quién sabe. No seré yo quien lo afirme, desde luego, porque seguro que saldría peor parado que los del caso Pretoria (¿se acuerdan? Creo que había involucrados algunos famosos dirigentes de Convergència, un tal Alavedra y un tal Prenafeta me parece... uf, pero hace tanto tiempo de eso, ¿qué habrá sido de ellos?).

La lista de recortes, ya saben, es bastante más larga: las universidades públicas se encarecerán, y no afectará a quienes puedan pagarse una de privada; pagaremos más por el agua, lo mismo para todos, sin importar la renta de cada uno; la gasolina también será más cara, pero también de forma lineal, sin ninguna progresividad... ¿para qué seguir? Al fin y al cabo la mitad de los electores de Cataluña (tanto en las autonómicas del año pasado como en las generales de este) votaron a Convergència i Unió o al Partido Popular, supongo que sabiendo qué era lo que sus gobiernos iban a legislar. ¿O no?

martes, 8 de noviembre de 2011

David Vann. Sukkwan Island. Caribou Island. La esencia de la novela

Después de haber leído, casi consecutivamente, dos novelas de David Vann, me ha entrado una tremenda necesidad de recomendarlas a cuanto ser vivo se cruzara en mi camino, pero después de darle unas cuantas vueltas al asunto he llegado a la conclusión de que no podría contestar a la obvia pregunta que me harían todos esos seres vivos tras la recomendación: ¿por qué?
Y es que me resultaría imposible contestar a ese “¿por qué?” sin chafarle la lectura al preguntante. De hecho, leer las novelas de Vann me ha llevado a darle vueltas a la cuestión de si resulta útil leer la crítica de un libro antes de leerlo, o de una película antes de verla (que para el caso es lo mismo), y he concluido que, al menos a mí, no. Tal vez sea un antiguo, pero me gusta descubrir el argumento de la novela o la película mientras la leo o la veo, respectivamente, y no me apetece que un crítico, la solapa del libro o el folleto que te dan en el cine me la cuenten, que es lo que hacen la mayoría de ellos, estropeándome así la maravillosa sensación de dejar que el narrador me informe de lo que quiera en el momento que le parezca oportuno. 

En el caso de David Vann, además, se da la paradoja de que la primera de sus novelas, que en la traducción española se titula Sukkwan Island, él la llamó Legend of a suicide, dándose así el caso de que la editorial española ha actuado al revés y se ha mostrado pacata a la hora de enseñarnos lo que la novela contiene, mientras que su propio autor pretendía, seguramente, inquietar al posible lector con un título sobrecogedor. Uno coge la versión original y piensa: aquí va a haber o ha habido un suicidio, aunque no sabe de quién ni cuándo; en cambio, uno coge la versión española y puede pensar que se trata de una novela costumbrista y encontrarse después con una sorpresa mayúscula.

¿Cuál de los dos es mejor título? En mi opinión el del autor, claro, por su propia condición, porque así lo ha querido (incluso aunque haya sido una imposición de su editor, porque él lo habrá aceptado). ¿Sería lícito que una editorial cogiera una novela de las que empieza por el final y luego se desarrolla en un largo flashback y decidiera invertir el orden, poniendo el primer capítulo al final, para que la historia fuera lineal? En mi opinión, no, desde luego. Pues lo mismo con el título, ¿qué derecho tiene una editorial a cambiarlo?


La segunda, en cambio, tiene el mismo título en ambos idiomas: Caribou Island. ¿Por qué? Pues no soy capaz de imaginarlo, porque tampoco se trata de novela costumbrista que digamos, tal vez sea porque la editorial es otra. Y es que incluso las portadas de la original y la traducida son idénticas.

Pero volvamos al asunto: ¿qué tienen de bueno las novelas de Vann que no se pueden explicar sin amargarle la lectura al futuro lector?
Lo fácil, en este caso, sería también comportarse como un crítico y decir que es un escritor que ha tratado como ningún otro determinados temas (y enumerarlos). Hacerlo, además de fácil, sería insensato y pedante, porque daría a entender que he leído a todos los escritores del mundo y soy capaz de emitir juicio a favor de Vann, pero estoy seguro de que, quien más quien menos, ha leído opiniones de este calibre.
Digamos, en favor de los críticos, que no es fácil reseñar un libro sin poner al descubierto sus secretos, pero como la mayoría de ellos escriben las reseñas para ganarse el sustento (y dárselas de entendidos), se refugian en lo fácil, que es contar lo evidente y opinar sobre lo incomprobable.

Yo sólo diré que Vann me ha parecido un escritor extraordinario (que sólo significa que es distinto a otros que he leído) porque trata, de una forma que me dejó el corazón en un puño, temas de hondo calado, de esos que configuran la vida, y se olvida de los meros accesorios, de los que sus novelas andan bastante escasos. Las circunstancias de sus historias rondan lo increíble, pero las aprovecha tan bien para meter el punzón y escarbar por todo lo humano que al final pienso que es que no se podía hacer de otra forma, que había que situar a los personajes en esas situaciones límite para que pudieran mostrar lo que llevan dentro.

Yo, al menos, las encontré apasionantes; y eso es mucho en una novela, ¿no?

martes, 1 de noviembre de 2011

Elecciones generales del 20N. Escons en blanc. No estamos de acuerdo

Volvemos a tener elecciones. Cuando haya pasado el 20N, la mayoría de los españoles habremos tenido la oportunidad de votar tres veces en un año y ello podría crearnos la falsa ilusión de que estamos participando mucho en la democracia, pero no es así.
No lo es porque, como siempre, el terreno está acotado: listas cerradas, los partidos de costumbre con los candidatos habituales y el resultado esperado; todos los escaños ocupados, hayan votado los que hayan votado. Es decir, el triunfo de los partidos, pero no el de los votantes.
Tradicionalmente se ha venido considerando la abstención como una forma de protesta contra este sistema, como la manera de decir que yo no participo y quiero que se note. Pero no se nota, porque da igual que vote el 80% que el 20%: este dato queda sólo para el análisis de los sociólogos y para que los políticos digan cuánto les preocupa, lo que es absolutamente falso porque no tiene ninguna repercusión ni en su empleo ni en su retribución: aquí no hay objetivos mínimos de participación que cumplir  y ninguno de ellos queda fuera ni cobra menos por no alcanzar un determinado porcentaje.
Así es como funcionan las empresas, que piden objetivos a sus empleados si quieren cobrar su salario potencial, o las cadenas de televisión, que necesitan un determinado nivel de audiencia si quieren que las empresas se anuncien en ellas, o los futbolistas, que cobran primas si ganan partidos.
Los políticos no: no tienen que interesar a la gente lo suficiente como para que un determinado número de personas los voten, ni cumplir un porcentaje prefijado de sus promesas electorales para cobrar su salario y sus dietas. Al contrario, su corrupción apenas está penada, más allá de alguna dimisión espórádica sin consecuencia penal alguna; y no digamos su ineptitud, que no tiene repercusión en absoluto.
El pasado mes de mayo surgió un movimiento de protesta que caló en numerosas ciudades españolas y que se ha ido extendiendo por todo el mundo. Es el llamado movimiento 15M o de los Indignados. Es, desde luego, una gran noticia: por fin despertamos del aturdimiento en que nos habían dejado y nos atrevemos a decir que ya basta, que no queremos pagar los platos rotos por otros. Es esperanzador ver que las calles se llenan de gente de todo tipo que está cansada de pagar por las decisiones equivocadas de unos ejecutivos que no se juegan su propio dinero sino el de los demás y cuyos agujeros financieros los políticos deciden que los tapemos nosotros con nuestro dinero.
Hartos de la política tradicional, muchos de ellos no votarán el próximo 20N, pero por desgracia su no voto no servirá para nada, por las razones explicadas más arriba: habrá menos votantes, pero seguirá habiendo 350 diputados.
Y, sin embargo, seguramente somos muchos a los que todo esto no nos gusta. Seguramente somos muchos los que no estamos de acuerdo:
  • Con que se hayan construido aeropuertos y líneas de alta velocidad sin viajeros, fastuosos centros culturales sin contenido pero con unos gastos de mantenimiento superlativos, urbanizaciones que han quedado a medias y ahora son fantasmas que nos asustan cuando nos acercamos.
  • Con las tramas de corrupción producidas en todos los niveles de la administración pública, que haya tan pocos condenados por ello y que el dinero nunca sea devuelto.
  • Con que muchos políticos que estaban en consejos de administración de cajas de ahorros hayan dado su visto bueno a unas políticas de inversión nefastas que las han enviado a una ruina que, al final, hemos tenido que pagar con nuestros impuestos aquellos que no nos beneficiábamos de sus créditos blandos y sí pagamos las abusivas comisiones que nos imponen.
  • Con los partidos opositores que han criticado, únicamente por interés electoral, decisiones gubernamentales con las que estaban de acuerdo, poniendo así en peligro la estabilidad del país.
  • Con los partidos en el gobierno que no actúan en función del bienestar de los ciudadanos sino en el de sus intereses particulares presentes o futuros.
  • Con los partidos de gobierno y de oposición que se procuran leyes para que quienes los cuestionan no puedan participar en su juego y así perpetuarse sin que nadie pueda demostrar que no está de acuerdo con este juego amañado.

¿No estamos de acuerdo con todo ello ni con muchas otras cosas pero no sabemos cómo hacer que nuestra disconformidad sea visible?
Una buena manera es votar a Escons en blanc / Escaños en blanco, que presenta candidaturas en varias provincias españolas y cuyo objetivo es obtener diputados para no ocupar los escaños ni recibir ningún tipo de remuneración. No habría mejor símbolo de nuestro descontento con los políticos actuales que mostrar al mundo una cámara medio vacía, no por la ausencia habitual de diputados (otra de las muestras de cómo son), sino porque simplemente no hubiera diputados para ocupar los escaños porque los españoles lo hubiéramos decidido así.


sábado, 22 de octubre de 2011

Margin Call y el esoterismo

Ayer vi la película Margin Call y me quedé con la incómoda sensación de ser un poco estúpido porque no me enteré bien de qué era lo que había descubierto el joven empleado al que su recién despedido jefe le pasa unos datos y le aconseja que se ande con cuidado. Durante la película se emplea una jerga económica de alto nivel que en ocasiones me resultó difícil de seguir. Al salir ignoraba incluso si el título era una frase hecha con algún significado o simplemente tenía que traducirlo literalmente.
Hoy he conseguido averiguar que el título, efectivamente, es una frase hecha que se usa en el argot económico y que tiene un significado muy pertinente al contenido de la película. No, no voy a explicar aquí cuál es ese significado: he averiguado que significa algo, sí, pero no me veo capaz de explicarlo por mí mismo, de modo que me sigo sintiendo estúpido.
Entonces me he puesto a buscar en internet críticas sobre la película. Como era de esperar he encontrado muchas, pero todas se parecen tanto y son tan superficiales y tópicas que no me han aportado nada, en especial no he leído ninguna que trate de explicar qué era lo que le sucedía al banco para que todo el mundo se pusiera tan nervioso. Y, por supuesto, ninguna menciona el título ni ilumina al lector con su significado. Todos se quedan en las frases ambiguas: fulanito descubre unos datos que demuestran que el banco está en peligro y todos corren para salvarse sin importarles quién pierda.
No he mejorado mi autoestima, pero me ha quedado un poco más claro que somos muchos los que no tenemos ni idea de lo que pasa, incluso algunos con valorada pluma en prestigiosos medios, y que por eso, precisamente, puede pasar lo que pasa: pueden abusar de la ignorancia de todos cuantos vemos pasar las cosas como si estuviéramos viendo una película: valoramos a los actores y nos quedamos sin entender el guión. Y así nos va.

lunes, 10 de octubre de 2011

Ofendidos

Cuando alguien se declara ofendido como miembro de una comunidad (catalán, cristiano, socio del Granada o lo que sea) por las declaraciones de otro, normalmente es porque no tiene argumentos para rebatirlas.
Quien haya leído algún artículo de este blog sabrá que no soy precisamente un defensor de los nacionalismos y mucho menos simpatizante de CiU, pero ya es la segunda vez que escribo para defender a políticos de dicha coalición porque a sus declaraciones, los aludidos (mejor dicho, los políticos de los aludidos) no les han sabido oponer ningún pensamiento o idea sino la declaración del sentimiento de ofendidos.
Mal vamos cuando nuestros políticos apelan a los sentimientos y no a las ideas y a la razón y quienes hayan leído las recientes declaraciones de Durán Lleida a propósito del PER y la polémica que han suscitado ( El País, 10/10/2011) habrán podido comprobar que hay, en efecto, mucho político ofendido pero ninguno que aporte dato alguno que indique que lo que Durán afirma no sea cierto.
Ninguno de ellos dice a qué dedican sus horas los que reciben el subsidio, puesto que a trabajar en la economía sumergida ya sabemos que no, porque al parecer eso sí lo saben nuestros políticos. ¿Qué hacen entonces? ¿Colaboran en ONGs? ¿Ayudan, quizá, a sus mujeres en las tareas domésticas de sus propias casas? ¿Realizan tal vez algún servicio para la comunidad en la que viven? ¿Acuden a las bibliotecas o se han apuntado a cursos para aprender inglés, informática o a jugar al ajedrez? No los sabemos, sólo sabemos que los políticos que quieren sus votos se sienten ofendidos como andaluces o extremeños, según de dónde sean, y que no son capaces de hacer otra cosa.
¿Vamos a seguir votándolos? ¿Otros cuatro años más con estos dirigentes mediocres que sólo saben cultivar las diferencias para poder así arañar un puñado de votos y poder seguir ocupando unos puestos y cobrando del Estado un dinero que no merecen?
Basta ya.

La solidaridad de los tenistas (Nadal, Ferrer, Sánchez Vicario, Corretja y otros) con las especulaciones fallidas de su colega Gimeno

Algunos de los mejores tenistas españoles (actuales, como Nadal o Ferrer, y de generaciones pasadas, como Sánchez Vicario, Corretja e incluso Gisbert y Arilla) han decidido organizar un homenaje a Andrés Gimeno, uno de los pioneros del tenis español porque, dice, está en una mala situación económica.

La solidaridad siempre es buena, aunque sólo sea gremial, pero no está de más que conozcamos los motivos de ese acto solidario, promovido y protagonizado por unos tenistas de élite. ¿Ha sufrido Andrés Gimeno algún percance que le impida moverse con normalidad y tenga que afrontar grandes gastos para habilitar su casa? ¿Tal vez algún familiar cercano ha contraído alguna enfermedad cuyo tratamiento implique pagar mucho dinero? ¿Se le ha hundido la casa por culpa de alguna catástrofe natural?
 
No. Según él mismo ha declarado en varias entrevistas, la situación en la que ahora se encuentra proviene de unas inversiones equivocadas. En sus propias palabras: Cuando llegó la crisis, recibí tres palos muy fuertes por unas inversiones equivocadas y las devaluaciones inmobiliarias (Entrevista en El País, 10/10/2011). Es decir, quería especular y le salió mal. Ahora dice que sólo aspira a llevar una vida sencilla, pero tranquila.

Bueno, es lo que querría también la mayoría no ya de los que invirtieron en inmuebles y les salió el tiro por la culata, sino de los que se han visto en la calle porque la empresa para la que trabajaban fue la que invirtió mal o simplemente su negocio no funcionó como esperaba y se ha visto obligada a cerrar o los ha despedido para no mermar sus beneficios.

Para todos ellos, sin embargo, no he oído que nuestra élite tenista haya organizado ningún tipo de homenaje, aunque seguramente lo merecerían tanto o más que Andrés Gimeno quien, por lo visto, ha alcanzado la categoría de un gran banco, too big to fail, al que han acudido a socorrer con rapidez sus colegas tenistas, no con su dinero, claro, porque ellos sólo ponen su ratito de diversión jugando al tenis y de paso mejoran su imagen de cara a la galería, sino con el de los que paguen por ir a verlos pasárselo bien.
Pero que nadie dude de que son un grupo de buenos chicos (y no tan chicos) solidarios con los menos favorecidos y que, además de ayudar al necesitado de élite, seguro que tienen su domicilio fiscal en España y pagan religiosamente todos sus impuestos para ayudar a que su apreciada patria, a la que con tanto orgullo dicen defender, se recupere también de su difícil momento económico, y con ella los necesitados que no son de élite ni la cagan cuando invierten.

Que así sea.

domingo, 9 de octubre de 2011

Aquí no paga nadie: Cajas de ahorros, Gürtel, Palau, Pretoria, Marbella... y ahora llegan las elecciones ¿qué haremos?

Se habla mucho durante estos días de los ejecutivos de las cajas de ahorros que las llevaron a la ruina y salieron de ellas por la puerta de atrás tras asegurarse unas indemnizaciones y unas pensiones de millones de euros. Dicen que son legales porque las aprobaron los respectivos consejos de administación. No dudo de que fue así, pero lo que es más que dudoso es que los miembros de dichos consejos de administración se preocuparan lo más mínimo por el funcionamiento de la empresa que regían.
Lo normal es que un consejo de administración lo formen personas que tienen interés en que la emprea funcione bien porque tienen su propio capital invertido en ellas pero, como sabemos, ese no era el caso de las cajas de ahorros, cuyos consejos estaban formados por representantes de instituciones dominadas por los partidos políticos y por las propias cajas, ya que eran las que financiaban a los partidos y muchas de las actuaciones de las entidades a las que representaban los consejeros, formando así un círculo vicioso y letal para la empresa.
Resulta difícil no preguntarse qué sabían muchos de los miembros de los consejos del funcionamiento de la empresa de la que eran consejeros y, más aún, qué les importaba cuál era ese funcionamiento. Su única misión no parece que fuera otra que cobrar las dietas, ostentar el privilegio, servir fielmente al partido que les había puesto allí (directamente o a través de la institución que representaran) y, sobre todo, asegurarse un buen trato de la caja para la entidad que representaban (Ayuntamiento, Asociación o lo que fuera: todas necesitaban que las caja les otorgaran préstamos o les financiaran actividades).
No sólo, pues, los directivos que se autootorgaron las indemnizaciones y pensiones actuaron mal, sino también todos los miembros de los consejos de administración que aprobaron esas otorgaciones o que asintieron cuando se les sometió a votación la aprobación de la gestión de unos dirigentes que estaban llevando la empresa a la ruina. ¿Cómo podían aprobar una gestión que o bien desconocían o bien no tenían la capacidad suficiente para valorar? ¿Cuál es su responsabilidad en lo que ha sucedido?
No se habla de ellos en los medios de comunicación. Tampoco se habla mucho del Banco de España, tan loado hace una temporada, cuando se lo consideró el artífice de que los bancos españoles no estuvieran tan mal como los de los países de nuestro entorno (¿?). Ahora empiezan a oírse voces (del Partido Popular, claro, porque es otra forma de atacar al gobierno, pero sucedería lo contrario si las cosas hubieran sido al revés) criticando su labor, puesto que no parece que se diera cuenta de lo que estaba pasando.
Y, por desgracia, se habla muy poco de esos dirigentes que han hundido las cajas y se han enriquecido por haberlo hecho. Cada día, en cada medio de comunicación, deberían citarse sus nombres, cuál era su responsabilidad y cuánto se han llevado por haberla ejercido mal. Y si hay sospecha de que actuaron de forma delictiva deberían ser juzgados por ello: no deberíamos permitir que el simple hecho de que ya no ocupen sus cargos sirva como cortina que todo lo tape. No debemos perdonar que se hayan quedado con nuestro dinero.
Cualquier director de una sucursal de una caja de ahorros sabe que si concede un préstamo sin las garantías suficientes se juega el despido, que será considerado procedente y que no comportará, por descontado, ninguna indemnización ni una pensión vitalicia por haber efectuado mal su trabajo. Y si actúa de forma delicitiva sabe que él sí que será llevado a juicio.

Pero los directivos de las cajas de ahorros no son los únicos que han contribuido a llevar el país a la ruina y no han tenido que asumir ninguna responsabilidad ni pagar nada por ello. Junto a ellos tenemos a todo ese tropel de políticos que han estado despilfarrando el dinero público, bien de forma claramente incompetente o bien de forma claramente delincuente. En el primero de los casos no deberían permanecer ni un día más en sus puestos y en el segundo no deberían permanecer ni un día más en la calle: deberían estar en la cárcel, donde estaría (retomo el ejemplo) un trabajador de una caja de ahorros que hubiera cobrado una comisión por conceder un préstamo de forma irregular.
Pero no es así. En muchos casos todo el mundo sabe lo que pasa, pero nunca llega a formalizarse una acusación y, en otros casos, cuando se formulan acusaciones, cuando se sigue un procedimiento judicial, éste tarda tanto tiempo en llegar a su fin que a menudo los delitos han prescrito (¿cómo puede prescribir un delito por culpa de la incompetencia del sistema judicial que lo demora durante años?), en otras ocasiones todo acaba tan diluido o cae tanto en el olvido que al final nadie paga nada y en alguna otra circunstancia el procedimiento va pasando de juez en juez hasta que se da con el que acabará por tirarlo a la papelera.

¿Cómo acabará el caso Gürtel? ¿Y el caso Palau? ¿Alguna noticia del caso Pretoria? ¿Cómo acabó el caso de Marbella? ¿Alguien sabe cuál es la situación de los procesados? Pues sólo la sabemos de aquellos que, encima, se pasean con impunidad ante las cámaras de TVE, nada menos, o forman parte de las tertulias de las televisiones más retrógradas de nuestro país.
En el mejor de los casos, cuando es tanta la ropa sucia que ya resulta imposible esconderla toda, algún político dimite y esto ya le exime de toda responsabilidad, ya nadie le reclama nada. Supongo que es tan extraño ver dimitir a un político que cuando uno lo hace lo debemos considerar un gran triunfo de la democracia.
Somos así. Y mientras seamos así nos seguirá sucediendo lo que nos ha venido sucediendo durante tantos siglos. No sólo aceptamos se explotados y que se apropien de nuestros bienes (públicos) sino que a menudo vitoreamos a quienes nos pisotean. Por poner un ejemplo reciente ¿Alguien piensa que la duquesa de Alba es tan inmensamente rica porque se ha ganado el dinero con su esfuerzo? ¿Sabemos cómo trata a los que trabajan para ella? ¿Sabemos cuánto dinero en subvenciones ha recibido? ¿Sabemos de dónde ha salido su fortuna? ¿Sabemos cuánto declara en el IRPF? No, la inmensa mayoría no sabemos casi nada, pero las revistas del corazón, las televisiones (otra vez, abanderada, TVE, cuyo programa Corazón, Corazón se ha especializado en hagiofrafías de personajes de dudosa reputación) y, a cuenta de su boda, hasta la prensa general se han dedicado a presentárnosla como una abuelita marchosa y juguetona, la gente sale a la calle a vitorearla cuando decide casarse por la Iglesia a los 85 años (pasando por alto, ella, que se declara tan católica, que uno de los fines del matrimonio eclesiástico es la procreación...) y ya se la empieza a llamar la duquesa del pueblo, quizá el más tremendo oxímoron que haya oído jamás.

¿Vamos a seguir permitiendo todo esto? ¿El próximo 20 de Noviembre acudiremos como ovejas obedientes a votar las listas que nos presenten sin cuestionarnos si hay alguna alternativa mejor, nada que nos convenga más, alguna solución más justa y representativa? ¿Votaremos al Partido Popular porque estamos hartos de la incapacidad del PSOE? ¿Seremos tan ingenuos como para pensar que lo harán mejor? ¿No estamos al tanto de lo que ocurre en las comunidades donde no gobierna el PSOE? ¿Vamos a creernos que Rubalcaba será capaz de luchar contra todos, incluyendo su propio partido, para llevar a la práctica las bonitas intenciones que predica cada fin de semana? ¿Nos vamos a creer que Rajoy va a cambiar de manera de ser por el hecho de ser nombrado presidente del gobierno? ¿Alguien cree que con el Partido Popular vamos a disfrutar de una magnífica sanidad gratuita universal y una excelente educación pública?
¿Y ya está? ¿Con este maravilloso acto de la votación cuatrienal pensaremos que ya hemos cumplido con nuestro deber ciudadano? Peor aún, ¿no vamos a hacer nada ni que sea desde un punto de vista egoísta para mejorar nuestra situación? ¿Vamos a seguir permitiendo a nuestros mediocres políticos que sigan siendo nuestros dirigentes?
¿No vamos a decir nunca basta?

viernes, 30 de septiembre de 2011

Mas, Blanco y el idioma. ¿Hablan bien andaluces y gallegos? ¿Y los catalanes?

Los nacionalismos y las religiones son los elementos básicos de enfrentamiento entre personas desde hace siglos. Ambas cosas fomentan los fundamentalismos y el odio al otro y tienen a emerger cuando se producen situaciones de crisis, como la actual, porque por un lado crean la falsa sensación de la seguridad de pertenencia a un grupo y por otro sirven de distracción de los auténticos problemas.
En Catalunya, por poner un ejemplo que a mí me es próximo porque soy catalán y vivo en Catalunya, Jordi Pujol, en sus mucho años de mandato, fue transmitiendo machaconamente el sentimiento de que había que ser catalán por encima de todo y de que España era nuestro enemigo, que fue calando en una gran parte de la sociedad a la que tuvo la habilidad de inyectar la creencia de que ese sentimiento era el adecuado y cualquier otro era poco menos que traidor.
Una vez conseguido esto (gran mérito de Pujol, desde luego, eso no se le puede negar), la clase política no vio otro remedio para intentar ganar las elecciones catalanas que apuntarse al "pues yo más". De este modo, los socialistas pensaron que estaban obligados a jugar siempre en el terreno nacionalista, donde obviamente Pujol era imbatible.
Tantos años de erial político, escasez de pensamiento y mucha apelación al victimismo y a la superioridad catalana, nos legaron a un presidente cordobés (Montilla) cuyo máximo empeño recordable será el de intentar hablar en catalán medianamente bien, como si eso fuera lo importante, y dejar que dirigiera la política catalana la minoritaria Esquerra Republicana, precio que tenía que pagar para mantenerse en el poder.
Ahora ha regresado el pujolismo, reencarnado en esa figura de apariencia y verbo soberbios y un tanto chulescos que se dedica con esmero a proteger a las clases adineradas y a hundir más si cabe a los únicos castigados por la crisis: los trabajadores y aquellos que buscan trabajo. Eso sí, siempre con la palabra País en la boca.
En estos tiempos, Mas ha tenido la desfachatez de eliminar el impuesto de sucesiones de los grandes patrimonios, para después proponer vagamente un impuesto para ellos, sabiendo que no tiene competencias para hacerlo y escondiéndose tras un "lo propondremos a España y a Europa". Ha recortado salarios y presupuestos de los dos pilares del Estado del bienestar: la salud y la educación, siendo esta última el motor y la única herramienta de la que disponen los trabajadores para intentar ascender mínimamente en el escalafón social y económico.
Que nadie se deje engañar: al gobierno catalán NO le interesa que los catalanes tengan un buen nivel educativo. Si lo quisieran no quitarían la quinta hora lectiva, no utilizarían sólo el catalán como lengua vehicular sino que utilizarían también el castellano y el inglés, no recortarían presupuestos de colegios y universidades, no bajarían el sueldo de los profesores.
Por supuesto tampoco gastarían dinero en traducir películas al catalán, sino que lo gastarían en subtitularlas, para que los espectadores las pudieran disfrutar en su versión original al tiempo que mejoraban su comprensión de otros idiomas.
No buscarían votos miserablemente protegiendo las fiestas taurinas "catalanas" mientras persiguen las "españolas", porque no puede decirse que los toros embolados sean menos bárbaros que las corridas ni que favorezcan un elevamiento espiritual ni cultural. ¿Es cultura tirar del rabo a un toro y ponerle teas ardiendo en los cuernos?
No practicarían ese relativismo cultural que les lleva a tildar de figuras mundiales a mediocres escritores simplemente porque escriben en catalán y a hacer que los estudiantes acabane apartándose de la buena literatura al envainarles obligatoriamente algunos libros que tal vez ni merecían se editados.

Dicho esto, voy a defender a Mas en sus declaraciones de ayer en las que dijo que a veces no se entiende a los andaluces o a los gallegos cuando hablan en castellano. ¿Es que no es cierto? ¿Nadie ha visto nunca ningún programa de televisión en el que se entreviste a gente de la calle de algunos pueblos y ciudades y no se les entienda nada?
Algunas veces incluso las televisiones nacionales subtitulan sus declaraciones. ¿Eso no es admitir que no se les entiende? Pero claro, el nacionalismo cala hondo en todas partes y así José Blanco dice sentirse ofendido como gallego. ¿Son unas declaraciones apropiadas para un ministro del gobierno de España? ¿No debería más bien luchar para que todos los españoles tuvieran un nivel cultural que les permitiera hablar correctamente nuestro idioma común? ¿Cuando un andaluz se come la mitad de las sílabas de un palabra no podemos decir que no se le entiende y que habla mal? Incluso muchos ministros que tienden a suprimir la d de los participios hablan mal, porque no se dice "descansao", sino "descansado", y quien no lo diga así lo dice mal, sea andaluz, gallego, catalán o chino de habla hispana.

martes, 9 de agosto de 2011

Los disturbios de Londres y las elecciones del 20-N

Siempre me ha resultado sorprendente la facilidad con la que los electores eligen a quienes les perjudican en cuanto llegan al poder. Ahora tenemos el claro ejemplo del Reino Unido, en donde Cameron fue elegido no hace mucho y donde la gente ya se ha dado cuenta de lo que ha significado para ellos que los conservadores estén al mando.
Sucede que la izquierda no lo hace bien y entonces el electorado se cansa y decide pasarse al otro bando pero ¿algún trabajador del Reino Unido pensaba que votando a la derecha las cosas irían mejor para él? Creo que si antes de echar una papeleta en una urna se reflexionara un poco, ningún asalariado votaría a una opción de derechas, pero a los humanos nos dirigen más las pasiones que las reflexiones y cuando uno está cabreado con los que mandan pues vota a los otros y se acabó.

El problema es que algunas importantes decisiones que toma la derecha cuando está en el poder son irreversibles: cuando un gobernante decide privatizar lo que era de todos es prácticamente imposible que haya un camino de retorno. Si se privatiza la sanidad, los transportes, la educación o las pensiones luego ya nadie se atreve a revertir la situación salvo que los nuevos propietarios hayan exprimido tanto aquello que les han concedido que lo hayan llevado a la quiebra y al Estado no le toque más remedio que volver a invertir dinero público en ello. Y lo que pueden tener por seguro todos sus usuarios es que cuando un servicio se privatiza va ser más caro y peor siempre.

Las medidas que ha tomado Cameron desde que está en el poder han sido contrarias a los intereses de los trabajadores, lo cual no es una sorpresa, porque es un hombre de derechas que lidera un partido de derechas. Dada la situación económica actual, cuando todo el peso de la crisis se hace recaer sobre los más débiles mientras contemplan cómo grandes corporaciones, bancos, fondos de inversión y poseedores de grandes fortunas en general ven incrementados sus beneficios con la inestimable ayuda de agencias de rating y organismos económicos varios (FMI, BCE,…) lo más normal es que llegue un momento en el que la presión sea tanta que al final tenga que estallar por alguna parte, porque todos tenemos un límite

Así ha sucedido en Londres y se está extendiendo a otras ciudades de Inglaterra. El detonante, a veces, es lo de menos, algo alejado del núcleo de la custión. En este caso ha sido la muerte de un chico a manos de la policía. Si nos atuviéramos exclusivamente a ello podríamos pensar que lo que está sucediendo es exagerado (hasta la novia del chico muerto lo ha dicho, claro que antes de saber que su novio no había disparado contra la policía como esta había afirmado ¿la creyó ella? ¿Qué dirá ahora que un informe oficial lo ha revelado), pero es que hay que tener en cuenta la situación en la que se encuentran todos estos jóvenes que se han pasado a la violencia: viven en barrios dormitorio con escasez de servicios, acuden a escuelas mal dotadas, no tienen perspectivas de futuro: ¿qué estudios van a poderse permitir? ¿Qué trabajo van a tener con los pocos estudios de los que dispondrán? ¿Cuánto les van a pagar por un trabajo poco cualificado? ¿Qué seguridad de mantenerlo van a tener? ¿Cómo se podrán independizar y llevar su propia vida en una situación tan precaria? ¿Dónde y de qué van a vivir cuando los precios de todo están mucho más altos que lo que ellos podrán nunca pagar? ¿De qué ayuda van a disponer para poder hacerlo si el estado no colabora y sus padres están en una situación tan precaria como la suya o más porque no saben de qué van a vivir cuando se retiren y les quede una pensión ínfima y sin cobertura sanitaria?

Ante esta situación, al parecer Cameron ha encontrado una sola solución: más policías (ver noticia en El País). No es así, claro. Él sabe lo que sucede y por qué, pero no está en el gobierno para que el país mejore, sino para que mejoren aquellos a los que sirve, y no va a dictar ni una sola medida que beneficie a los de abajo mientras no pongan en peligro a los de arriba, cosa que de momento puede controlar con más represión.

Algo parecido ha pasado en Estados Unidos con su problema de déficit: el Tea Party, la fracción más radical del muy radical partido republicano, ha exprimido la situación en su beneficio cuanto ha podido, aún a riesgo de hundir a su propio país, del que seguro que en sus casas ondea la bandera. No les interesa el bien de Estados Unidos, les interesa pagar menos impuestos, enriquecerse a costa de que su país vea cómo sus infraestructuras y servicios se deterioran, como su trabajadores se empobrecen; han querido darle una lección a ese negro usurpador de una presidencia que consideran naturalmente suya y desde la que, además, ha intentado unas mínimas reformas que los defensores del fusil consideran propias de países comunistas.

Bueno, pues en España habrá elecciones el 20 de Noviembre. Si algo ha hecho bien este gobierno ha sido elegir una fecha tan simbólica, como es la del aniversario de la muerte de Franco, para que pensemos bien lo que vamos a votar y lo que significa que haya unos u otros en el poder, porque ya sabemos que la capacidad de hacer el bien de un gobierno en el mundo actual es limitada, pero la de hacer el mal no. Más allá incluso de tramas de corrupción y apropiaciones indebidas, más allá incluso de aeropuertos fantasmas o de desastres urbanísticos, más allá incluso de tierras míticas y tierras mitificadas; o si no que se lo pregunten a los habitantes de Poyales de Hoyo, que disponen de un gobierno municipal, en manos del Partido Popular, para el que parece que la guerra civil todavía no ha terminado. Y eso sí que es grave, muy grave.

domingo, 24 de julio de 2011

El catalán, la universidad y el futuro

Esta semana se publicaron las nota mínimas para acceder a todas las carrera de las distintas universidades de Catalunya (ver La Vanguardia del día 21 de julio de 2011) y, también, la carreras más demandadas y las menos demandadas en cada Universidad.
La carrera más demandada en la Universidad Autónoma de Barcelona es Medicina, con 907 solicitudes; la menos demandada es Estudis de francés i català, con 3. En la Universitat Pompeu Fabra la más demandada es Derecho, con 592 solicitudes, la que menos Traducció e intrerpretació. Llengua de signes catalans, con 5. En la Universidad de Lleida la más demandada es Medicina, con 694 solicitudes, la que menos Estudis catalans i occitans, con 5.
¿En serio se ofrecen estas carreras y se gastará dinero público en ellas? ¿Va a haber profesores dando clase a estos alumnos y aulas ocupadas por ellos?
Todos los gobiernos autonómicos catalanes se marcan siempre como uno de sus puntos más importantes el fomento del catalán. Desde hace años, el catalán es la única lengua vehicular en la enseñanza pública o subvencionada en Catalunya (no, sin embargo, la de algunos colegios a los que ciertos políticos catalanes envían a sus hijos). Es sabido que existe un régimen de sanciones para aquellos que no rotulen sus productos o establecimientos en catalán, también que en carreteras y transportes públicos existe rotulación exclusivamente en catalán y que si hay que añadir otro idioma se prefiere el inglés al castellano. No hay que olvidar, tampoco, la ridícula presión hecha a las productoras americanas para que traduzcan sus películas al catalán, y otros muchos ejemplos más que sería prolijo enumerar.
Los políticos, casi siempre, cuando dicen lo que les interesa argumentan que es lo que les interesa a todos los catalanes y no a ellos: el poble català quiere esto o lo otro, pontifican. Pero lo cierto es que el poble català parece poco interesado en hacer del idioma catalán bandera de nada, y la demanda de las carreras que se le ofrecen es una buena prueba de ello.
Los jóvenes quieren estudiar medicina, derecho, ingenierías o periodismo, y lo quieren hacer con los mejores profesores, les hablen en catalán, castellano o inglés. Bueno, en inglés ya les gustaría, porque como se han pasado la primaria, la ESO y el bachillerato estudiando catalán y en catalán no les han quedado muchas horas lectivas para aprender inglés; como en el cine ven las películas dobladas y no subtituladas (que es lo que debería promover el gobierno catalán: que subtitulen en catalán, si quieren, pero que respeten las lenguas originales de las películas) tampoco han podido habituarse a usar el poco que saben. De esta forma sus posibilidades de abrirse al mundo quedan muy limitadas, pero a lo mejor es lo que nuestro bienamado gobierno nacionalista quiere: que no quedemos todos aquí, para que cada vez seamos más catalanes (el tamaño no sé, pero la cantidad, al parecer, importa) y podamos reivindicar aquello que no sirve para nada, mientras la derecha catalana en el poder se aprovecha de nuestra pobre formación para seguir explotándonos, recortando prestaciones sociales y procurando poner su domicilio en algún país extranjero en el que se paguen pocos impuestos, eso sí rotulando en catalán y declarando su amor por Catalunya.

viernes, 15 de julio de 2011

La derecha y el interés general del país

¿De qué habla la derecha cuando habla del interés general del país?

Tenemos claros ejemplos en dos países tan dispares en su concepción y funcionamiento de la política como son España y Estados Unidos de que no parece que hable de otra cosa más que de proteger sus intereses: el electoral y el de los sectores más pudientes.
Tanto el Partido Popular en España, como el Republicano en Estados Unidos están tensando la situación con el ánimo de ver caer al Presidente, que es su enemigo (está claro que no lo consideran su adversario), sin importarles lo que arrastre consigo.
La delicada situación española, envuelta en la vorágine de todo lo que está ocurriendo en Europa, y la amenaza de suspensión de pagos de Estados Unidos sólo reciben de sus respectivas derechas declaraciones desestabilizadores y trabas para evitar que la situación mejore.

¿De verdad piensa el Partido Popular español que los problemas se solucionarían de inmediato si se celebraran elecciones ahora y ellos las ganaran? Es evidente que no, pero contarían con dos argumentos de peso para justificarse y justificar las medidas que pondrían en marcha: el país está muy mal (peor incluso de lo que nos han dicho) y hay que tomar medidas "dolorosas". Dolorosas, por supuesto, para aquellos a los que quieren y pueden controlar: pensionistas, funcionarios y asalariados en general.
Claro ejemplo de ello es el gobierno de Convergència i Unió, que es la genuina derecha catalana (que nadie se deje engañar por sus proclamas nacionalistas, que lo único que buscan es atraer a electorado ingenuo) y que desde que ha llegado al poder apuesta por recortar prestaciones básicas a los que menos tienen y por eliminar el impuesto de sucesiones de las grandes fortunas. No le van a la zaga las pintorescas medidas de Esperanza Aguirre en Madrid, y ya veremos qué hace Dolores de Cospedal en Castilla La Mancha tras presentarnos un panorama desolador de lo que se ha encontrado.

¿Y en Estados Unidos? Estados Unidos está al borde de la suspensión de pagos porque un grupo de radicales del Partido Republicano (simpatizantes o militantes del Tea Party) se niega en redondo a aumentar los impuestos a los más ricos, sin importarles lo más mínimo las consecuencias que ello podrá tener para su país, ese del que cantan el himno puestos en pie y con la mano en el pecho.

Supongo que ambas derechas piensan que la situación es tan mala que no puede empeorar mucho más y que echándole la culpa de todo a los mandatarios actuales y subiendo al poder en un momento en el que, con bastante certeza, las cosas tienen que empezar a mejorar (y si no lo hacen seguirían achacando la culpa a los gobiernos actuales), quedarían como los salvadores de la patria, esa a la que ahora están intentando hundir, después de haberla sumido ya en la actual crisis por su imprudencia (o desfachatez) a la hora de hacer negocios. Son los mismos que han recurrido al dinero público para volver a llenar sus arcas, vacías por su incomeptencia (o mala fe) y que ahora niegan que se les dé una mínima parte a quienes ellos perjudicaron o, peor aún, a su propio país para que pague sus deudas.

Es una estrategia. Tan malvada y lícita políticamente como cualquier otra; si lo es éticamente es algo que no les importa. El problema es que la inmensa mayoría de la gente se va a ver perjudicada si ellos suben al poder, pero aún así muchos les votarán.

sábado, 2 de julio de 2011

Nemesis. Philip Roth. La imposible felicidad de los que se creen sin derecho a ella.

Nemesis es una novela extraordinaria, pero muy dura. Trata sobre la enfermedad, la invalidez, la muerte, la culpa y la responsabilidad. No es, ciertamente, poco. Más si todo ello es tratado en sólo 280 páginas. Es muy difícil escribir como una novela lo que podría ser un ensayo y que no se note demasiado, es algo que está al alcance de pocos. Uno de ellos es, sin duda, Philip Roth, autor que ha tratado con gran maestría temas difíciles como el sexo, el terrorismo, la vejez, la enfermedad o la muerte.
 
En Nemesis no hay apenas sexo, porque parece que Roth no quiere concederle ni eso a su protagonista, un joven para el que sólo cuentan el trabajo, el deber y la dedicación a los demás. Judío como es, y habitante en una ciudad en la que abundan, ni siquiera es religioso y, durante algunas partes de la novela, se permite incluso meterse con dios. Hasta con su novia tiene una relación más de deberes y obligaciones que de amor: la forma en la que la hará su prometida es una buena prueba de ello: primero "lo que se debe hacer", luego ella. La forma en la que se reunirá con ella, también: en contra de su voluntad, acaba haciendo lo que ella le pide (y las consecuencias serán importantes).
¿Por qué Mr. Cantor (como lo llama el narrador) tiene la sensación de que está en deuda con el mundo? Esa es una de las claves del dilema moral que le persigue durante toda la novela y que no voy a exponer aquí, porque entiendo que eso es algo que no se debe hacer jamás cuando se escribe sobre una novela y alguien pueda leerlo antes que la propia novela (aunque Coetzeee, en su crítica de Nemesis, opine y haga lo contrario), pero creo que sí puedo decir que hay dos situaciones que lo definen todo: su madre está muerta y hay una guerra mundial (la acción se sitúa en 1944) en la que él no participa. A partir de estos dos hechos, Mr. Cantor desarrolla un excesivo sentido de la responsabilidad que, una vez quebrado (según su propio punto de vista), se convierte en culpa y por lo tanto en ser merecedor del castigo.
En mi opinión, en el fondo de todo ello está la religión y su sistema de premios y castigos, de responsabilidad y culpa. Mr. Cantor y Portnoy (el de El lamento...) se parecen como dos gotas de agua porque ambos han sido educados en un ambiente cuya religiosidad lo marca todo. Como el protagonista de Indignación, como el comunista y su mujer (los de Me casé con un comunista), como el Zuckerman de El teatro de Sabbath. ¿Qué tienen todos ellos en común? Que son incapaces de disfrutar de la vida, que no pueden obtener placeres ni satisfacciones porque les han impuesto deberes, ritos, prohibiciones y dogmas. Porque no les han dejado desarrollar sus espíritus de forma libre, sino encorsetados dentro de los cánones de la religión (que en el caso de Roth sea la judía es lo de menos, sus protagonistas podrían haber sido de cualquier otra).
Si, además, la novela está escrita como si fuera una historia de intriga en la que el lector está ansioso por saber qué va a ocurrir en la página siguiente, las ideas que transmite entran sin que uno se dé cuenta, sin que se noten en absoluto los mimbres con los que Roth teje su entramado (muy al contrario de lo que le pasaba, por ejemplo, a Saramago, a quien le quedaban unas novelas que parecían ensayos) y eso es porque es un gran escritor que ha convertido a Mr. Cantor en el protagonista de una gran novela.

jueves, 16 de junio de 2011

Felip Puig y los helicópteros contra el imperio del mal.

Llegar al Parlament en helicóptero no ayudó recortar los gastos del erario público que los parlamentarios se disponían a aprobar ayer mismo (¿a cuántas horas vespertinas de quirófano deben equivaler los viajes que se hicieron ayer en tan exclusivo medio de transporte?), pero el president Mas debió pensar que sí le ayudaría a sentirse como si fuera el presidente de los Estados Unidos, ese cargo para el que su barbilla prominente lo tenía predestinado si hubiera nacido en aquel país, cosa que, para alivio de Obama y orgullo de los catalanes, no sucedió. Y es que la pareja Mas y De Gispert, despeinados y con sus ropas batidas por el viento levantado por las imponentes aspas de nuestro helicóptero ¿no recuerdan a Bush acompañado por Condoleezza? ¡Ah, qué tiempos aquellos!
También Felip Puig, el conseller de orden público, debió saltar de alegría cuando pensó que, esta vez sí, los manifestantes le daban motivos para que la policía se empleara con contundencia, tras tantas críticas como había recibido por la desproporcionada actuación de sus muchachos en la Plaça de Catalunya hace unos días. Y es que ya se sabe que el físico marca mucho y si el hombre se parece a Arias Navarro (hay parecidos que parecen predestinaciones: ver aquí) es fácil que la confusión se apodere de él e intente actuar cómo hizo aquel loable hombre en su tiempo. Sí, de nuevo ¡qué tiempos aquellos!
Supongo que ya venía crecido de la tarde anterior, cuando sin que todavía hubiera sucedido nada él ya decidió cerrar el parque de la Ciutadella entero, tras echar a cuantos paseantes, turistas y autóctonos, habían decidido pasar allí una bonita tarde de primavera, tras tantas lluvias como hemos tenido últimamente. Esta sí que es una medida proporcionada para proteger a los nuestros, se diría el hombre.
Y al día siguiente, cuando entre las provocaciones y los provocadores habituales se desmadró todo y empezó la batalla, el señor Puig debió de pensar que la venganza es un suculento plato que se sirve frío y que, si en un momento determinado había tenido a la prensa en contra, ahora la tendría toda a favor, bueno, al menos a La Vanguardia.
Fueron un par de días redondos para él: clausura de un espacio público, actuación de la policía cargada de razón, el espectáculo del helicóptero para su jefe, del que también, por cierto se beneficiaron gente como  Joaquim Nadal, el llamado líder de la oposición, que lleva en la Generalitat desde antes de que se iniciaran las obras de la inacabada línea 9 del metro (consulten las hemerotecas si no me creen), a Núria de Gispert, la presidenta del Parlament (sí, la misma que no ha dimitido aunque llamara dictadura a la etapa en la que el Ayuntamiento de Barcelona estuvo en manos del partido socialista porque ganó todas las elecciones durante más de treinta años) y a algún otro más que no recuerdo.
Y yo me digo: ¿qué más puede hacer este conseller para que cesen las habladurías que dicen que a su jefe no le cae bien y que lo puso en el cargo para quemarlo?
Ah, sí, ya sé: puede denunciar al profesor Arcadi Oliveres por sus declaraciones
¡Qué tiempo aquellos!

lunes, 13 de junio de 2011

El príncipe Felipe y el minuto de gloria.

Llamarse Laura Pérez no es lo mismo que llamarse Felipe de Borbón, y sus consecuencias son también bastante distintas: el segundo no ha tenido que hacer nada para ocupar la posición que ocupa, le basta con haber sido engendrado por dos representantes de monarquías en horas bajas. Como si no hubiera habido Ilustración, como si no hubiera habido revolución francesa, como si todavía viviéramos en el siglo XVII, todavía hay quien es superior a los demás por la cuna en la que nació. 
Nos dicen que es lo que quisimos los españoles cuando aprobamos la Constitución que enmarca nuestra convivencia. Cierto, es así, y tal vez lo sea porque cuando nos pidieron nuestra opinión cualquier cosa nos parecía mejor que aquello de donde veníamos: la dictadura de Franco; pero más de treinta años después resulta que hay un porcentaje muy elevado de españoles que no pudieron participar en aquel referendum, porque no tenían edad suficiente o porque ni siquiera habían nacido, y otros que participaron y que quizá ahora preferirían otro tipo de organización del estado que no fuera la monarquía.
Preguntar estas cosas a la gente es peligroso, porque puede acabar eligiendo aquello que no le conviene, como bien saben quienes velan por nosotros. Entre ellos, el numeroso coro de devotos del actual rey que loan cada día alabanzas al señor de las alturas, porque nos dicen que fue él quien trajo la democracia y quien paró el golpe del 23-F, aunque haya muchos otros que lo duden. Sin embargo, y aunque fuera cierto, los méritos de un padre no se traspasan automáticamente a un hijo (ni para lo bueno ni para lo malo) y nada nos asegura que el príncipe Felipe fuera capaz de actuar como se dice que su padre actuó en momentos difíciles.
De hecho, se ha encontrado en pocos momentos difíciles a lo largo de su vida pública, más allá de las condolencias que ofrece a los parientes de las víctimas de atentados o tragedias, tarea que tiene encomendada desde hace una temporada y en la que parece haberse especializado. Por lo demás está tranquilo: habitualmente nadie le discute su puesto y, además, ha tenido la osadía y el acierto de casarse con una mujer que lo humaniza. No porque sea plebeya, que también, sino porque, como buena advenediza a esa élite tan difícil de acceder que es la realeza, es más estirada y rígida que el resto de la corte, pese a que se ha esforzado, a base de operaciones, en quitarse de la cara esa expresión de madrastra mala de cuento que su afilada nariz le daba y se ha convertido en una auténtica barbie princesa.
Y resulta que allá donde seguramente menos se lo esperaban, ambos se toparon con una plebeya auténtica, de las que no aspira a entrar en la corte de cuento en la que la pareja feliz vive, sino que aspira a que no hayan más cortes ni, sobre todo, más cuento ni gente que viva de él. En una visita a la "tradicional" Navarra (muy poco concurrida de público, dicho sea de paso), Laura Pérez, una licenciada en derecho, le preguntó al príncipe que para cuándo un referéndum sobre si queremos monarquía o república. El príncipe, después de algunos comentarios "institucionales" acabó demostrando su saber estar, su preparación democrática, su proximidad al "pueblo" con la frase "desde luego has conseguido tu minuto de gloria". Cuando Laura le respondió que no era eso lo que ella pretendía, el príncipe puso la guinda: "pero lo has conseguido, porque eso no lleva a ningún lado", palabras que demuestran, sin ninguna duda, su gran disposición a escuchar lo que la gente dice y que borran cualquier sospecha de autoritarismo en nuestro futuro rey.
Digno de mención, también, es el comentario que le hace a Laura un hombre que está junto al príncipe (por lo que supongo era también algún cargo público), que le preguntó a la chica, con un tono no muy educado, si ese era el problema más importante que tenía en su vida, a lo que Laura, no indignada sino con toda la dignidad del mundo le contestó que tenía ganas de poder se una ciudadana y dejar de ser una súbdita, lo cual tal vez no sea el problema más importante de su vida ni el de la de nadie, pero es sin duda un excelente indicador del nivel de democracia que tiene un país, porque mientras haya privilegios institucionalizados habrá quien tenga la tentación de obtenerlos también por otras vías, llamémoslas corrupción, caciquismo, nepotismo o tantos otros nombres que todos tenemos en nuestra cabeza y a los que sabemos ponerles cara sin necesidad de un gran esfuerzo.

Acceso al vídeo de lo sucedido: Laura Pérez y el príncipe Felipe

martes, 7 de junio de 2011

Prous i Vila. Cuatro gotas de sangre. El desastre de Annual.

Josep Maria Prous i Vila, un poeta y panadero reusense, sólo derramó cuatro gotas de sangre (porque se pinchó con una alambrada) mientras estuvo combatiendo en Marruecos en 1921-22. Tuvo suerte: de haber llegado unos pocos días antes lo más probable habría sido que hubiera sucumbido en el desastre de Annual. Incluso durante el período en el que sí estuvo podría haberlo matado cualquier bala de las muchas que le pasaron cerca o cualquier enfermedad de las que atacaban a un débil ejército hecho de hambre, alpargata y piojo.
Miles de españoles que, como él, fueron a la guerra en Marruecos porque no tenían dinero para evitar la leva, no tuvieron tanta suerte y perecieron por defender, mandados por militares ineptos y corruptos, unos intereses que no eran los suyos. Es una página más de la oscura historia de España protagonizada por los militares.
Nosotros también tenemos suerte, porque Prous Vila, mientras ejerció como soldado, no dejó de hacerlo también como escritor y nos dejó unas páginas extraordinarias de su paso por el norte de Marruecos tras el desastre de Annual.


Se llama así a la escabechina a la que fue sometido el ejército español por las tropas de Abd-el-Krim, un antiguo colaborador que acabó rebelándose contra la metrópoli después de que los españoles lo encerraran en la cárcel a petición del gobierno francés, que lo consideraba un traidor. Su venganza fue terrible, consiguió que los soldados marroquíes que formaban parte del ejército español se pasaran a su bando y, aprovechando la ineptitud y el enfrentamiento de los jefes del ejército español (los generales Dámaso Berenguer y Manuel Fernández Silvestre), destrozó sus tropas, causando más de diez mil muertos.




Prous i Vila llegó casi inmediatamente después y todavía tuvo ocasión de pasar junto a centenares de cadáveres que yacían al aire libre por todas partes. No fue lo único que vio, también vio como los legionarios españoles cortaban las cabezas de los "moros" a los que mataban, las ensartaban en sus bayonetas y las paseaban triunfantes por las calles de los pueblos, tambien las vendían a la reina o a una duquesa que, decían, era quien mejor las pagaba. Vio soldados españoles muertos, con su pene cortado por muchachas marroquíes a las que ellos u otros como ellos habían violado. Vio ratas y piojos, comió moscas, durmió bajo la lluvia, calzó unos zapatos robados a un "moro muerto", vio morir a varios de sus compañeros, montó y desmontó campamentos a capricho de los oficiales, anduvo centenares de kilómetros calzado con alpargatas, pasó sed y hambre, contempló largas colas de soldados esperando pasar un rato con las dos únicas prostitutas que atendían a un ejército de diez mil hombres, pensó qué estaría haciendo el rey mientras ellos se dejaban la vida en aquella tierra inhóspita...

Vio todo esto y mucho más, reflexionó sobre ello y, sobre todo, lo escribió mientras estuvo allí y nos dejó trescientas páginas extraordinarias con las que, relatando esa vida cotidiana donde no podía haber cotidianidad, configura un retrato antibélico y, sobre todo, un documento histórico de un interés y una calidad fuera de lo común. Un libro que fue publicado en catalán, que es cómo él lo escribió, en 1936 (mal momento, sin duda) y que no ha sido editado en castellano hasta ahora (y creo que no hay tampoco una edición catalana posterior a aquella, al menos no descatalogada), demostrando, además, que en un país en el que tantos título banales se publican, lo que realmente es interesante queda escondido en los cajones.
No es un aburrido libro de guerra, no es un pesado manifiesto, no son las batallitas del abuelo: es literatura, pensamiento, reflexión, historia. De verdad, un libro excelente.