domingo, 23 de mayo de 2010

Kate Moss machine

Kate Moss es un personaje visual imposible de comprender leyendo las páginas de un libro cuya única imagen es la fotografía de la portada. Sin embargo, el francés Christian Salomon ha escrito uno espléndido sobre ella, superando de paso la banal polémica sobre el soporte (papel, electrónico) e introduciendo un nuevo tipo de libro: el que no necesita incorporar imágenes que le son necesarias puesto que todas ellas están al alcance de un clic en Internet.
¿Cuántas y cuáles deberían haber sido incluidas en el libro para darnos una idea aproximada del fenómeno Moss? ¿Cuál hubiera sido entonces su precio? ¿Cuánto pesaría? Todo estas preguntas han pasado a ser retóricas puesto que el libro no incluye ninguna y cada uno puede buscar las que le apetezca, porque todas están a disposición del lector, empezando por las primeras (y tal vez más importantes) de Kate Moss que la revista The Face publicó en 1990, cuando ella era una adolescente escuálida que una amiga suya fotografió en la playa, medio desnuda y con un penacho de plumas en la cabeza, como una inocente niña jugando a indios y vaqueros.
Aquellas modestas fotos en blanco y negro cambiarían el mundo de la moda, acabando con el reinado de las modelos de medidas perfectas (Cindy, Linda, Naomi, ¿qué fue de ellas?) e introduciendo el de la chica de al lado, con las consecuencias que ello trajo para las grandes firmas de alta costura y de toda la industria que sostienen: ¿qué glamour podía tener uno de sus vestidos puesto sobre aquella figura delgada como las seis en punto? ¿Qué futuro les esperaba a las grandes firmas? La respuesta era obvia: adoptar a la chica de al lado; y eso hicieron, por supuesto.

No son estas las únicas fotos que hay que consultar mientras se lee el libro, claro, porque la trayectoria de Kate Mosse es larga y sus cambios han sido tantos, tan radicales y con tanta influencia, no sólo estrictamente en el mundo de la moda sino en el del comportamiento en general, que ha devenido un personaje mucho más importante de lo que a primera vista pudiera parecer en un acercamiento frívolo: nos guste o no, mucho de lo que ella ha hecho ha acabado repercutiendo en nosotros.
Moss saltó a la fama hace ya veinte años, sólo uno después de la caída del muro de Berlín, el mismo año en que se publicó Generación X, de la que ella es genuina representante, así como del movimiento grunge. Pocos meses después de las fotografías en The Face, Kate Moss fue ya capaz de sorprender al mundo cuando en París, en lugar de desfilar como una diosa altiva, se puso a correr sobre la pasarela como si la persiguieran los lobos, tal como dijo John Galliano, el diseñador cuya ropa llevaba.
De ahí en adelante la controversia la ha acompañado: tachada de anoréxica por los anuncios de Calvin Klein, fotografiada esnifando cocaína, redimida por McQueen, que la vistió de ángel y hasta creó un holograma suyo, esculpida primero en hielo y luego en oro por Marc Quinn, pintada embarazada nada menos que por Lucian Freud o trucada fotográficamente para convertirla en machine son algunos ejemplos de la evolución de alguien que se ha convertido en símbolo de lo que son hoy en día nuestras cada vez más largas vidas: una mezcla y sucesión de diversos roles, a menudo intercambiables en el tiempo
Porque se acabaron aquellas vidas en las que uno nacía, estudiaba, trabajaba, se casaba, tenía hijos, se jubilaba y moría. Hoy hay quien estudia cuando se jubila, quien empieza a trabajar a la edad en la que antes se tenían ya varios hijos, quien acaba de administrativo en la empresa en la que había sido directivo, quien entabla una relación homosexual después de varios años casado con alguien del otro sexo. La vida ha dejado de ser una sucesión de etapas en las que la siguiente quemaba la anterior, en la que la persona configuraba un solo perfil, en la que se tenía una única identidad.
Ahora todos practicamos, en mayor o menor medida, eso que se ha venido en llamar morphing, en honor al programa informático Morph, con el que en 1994 se diseñó un rostro femenino que era una mezcla de las características de distintas razas, que fue portada de Time con el título de “El nuevo rostro de América” y que Michael Jackson no dudó en aplicar sobre su propio físico a lo largo de su vida. Nuestro morphing no es físico (o no es sólo físico, que la cirugía estética también está ahí), pero nuestros cambios son constantes y nuestras trayectorias ya no son lineales, debemos reiniciar y aprender continuamente a menos que queramos quedarnos a un lado, convertidos en estatuas, y no precisamente de oro.
Kate Moss machine. Christian Salomon. Editorial Península, 2010.
Kate Moss corre para John Galliano http://www.youtube.com/watch?v=ip6OiNb7fqU