lunes, 13 de junio de 2011

El príncipe Felipe y el minuto de gloria.

Llamarse Laura Pérez no es lo mismo que llamarse Felipe de Borbón, y sus consecuencias son también bastante distintas: el segundo no ha tenido que hacer nada para ocupar la posición que ocupa, le basta con haber sido engendrado por dos representantes de monarquías en horas bajas. Como si no hubiera habido Ilustración, como si no hubiera habido revolución francesa, como si todavía viviéramos en el siglo XVII, todavía hay quien es superior a los demás por la cuna en la que nació. 
Nos dicen que es lo que quisimos los españoles cuando aprobamos la Constitución que enmarca nuestra convivencia. Cierto, es así, y tal vez lo sea porque cuando nos pidieron nuestra opinión cualquier cosa nos parecía mejor que aquello de donde veníamos: la dictadura de Franco; pero más de treinta años después resulta que hay un porcentaje muy elevado de españoles que no pudieron participar en aquel referendum, porque no tenían edad suficiente o porque ni siquiera habían nacido, y otros que participaron y que quizá ahora preferirían otro tipo de organización del estado que no fuera la monarquía.
Preguntar estas cosas a la gente es peligroso, porque puede acabar eligiendo aquello que no le conviene, como bien saben quienes velan por nosotros. Entre ellos, el numeroso coro de devotos del actual rey que loan cada día alabanzas al señor de las alturas, porque nos dicen que fue él quien trajo la democracia y quien paró el golpe del 23-F, aunque haya muchos otros que lo duden. Sin embargo, y aunque fuera cierto, los méritos de un padre no se traspasan automáticamente a un hijo (ni para lo bueno ni para lo malo) y nada nos asegura que el príncipe Felipe fuera capaz de actuar como se dice que su padre actuó en momentos difíciles.
De hecho, se ha encontrado en pocos momentos difíciles a lo largo de su vida pública, más allá de las condolencias que ofrece a los parientes de las víctimas de atentados o tragedias, tarea que tiene encomendada desde hace una temporada y en la que parece haberse especializado. Por lo demás está tranquilo: habitualmente nadie le discute su puesto y, además, ha tenido la osadía y el acierto de casarse con una mujer que lo humaniza. No porque sea plebeya, que también, sino porque, como buena advenediza a esa élite tan difícil de acceder que es la realeza, es más estirada y rígida que el resto de la corte, pese a que se ha esforzado, a base de operaciones, en quitarse de la cara esa expresión de madrastra mala de cuento que su afilada nariz le daba y se ha convertido en una auténtica barbie princesa.
Y resulta que allá donde seguramente menos se lo esperaban, ambos se toparon con una plebeya auténtica, de las que no aspira a entrar en la corte de cuento en la que la pareja feliz vive, sino que aspira a que no hayan más cortes ni, sobre todo, más cuento ni gente que viva de él. En una visita a la "tradicional" Navarra (muy poco concurrida de público, dicho sea de paso), Laura Pérez, una licenciada en derecho, le preguntó al príncipe que para cuándo un referéndum sobre si queremos monarquía o república. El príncipe, después de algunos comentarios "institucionales" acabó demostrando su saber estar, su preparación democrática, su proximidad al "pueblo" con la frase "desde luego has conseguido tu minuto de gloria". Cuando Laura le respondió que no era eso lo que ella pretendía, el príncipe puso la guinda: "pero lo has conseguido, porque eso no lleva a ningún lado", palabras que demuestran, sin ninguna duda, su gran disposición a escuchar lo que la gente dice y que borran cualquier sospecha de autoritarismo en nuestro futuro rey.
Digno de mención, también, es el comentario que le hace a Laura un hombre que está junto al príncipe (por lo que supongo era también algún cargo público), que le preguntó a la chica, con un tono no muy educado, si ese era el problema más importante que tenía en su vida, a lo que Laura, no indignada sino con toda la dignidad del mundo le contestó que tenía ganas de poder se una ciudadana y dejar de ser una súbdita, lo cual tal vez no sea el problema más importante de su vida ni el de la de nadie, pero es sin duda un excelente indicador del nivel de democracia que tiene un país, porque mientras haya privilegios institucionalizados habrá quien tenga la tentación de obtenerlos también por otras vías, llamémoslas corrupción, caciquismo, nepotismo o tantos otros nombres que todos tenemos en nuestra cabeza y a los que sabemos ponerles cara sin necesidad de un gran esfuerzo.

Acceso al vídeo de lo sucedido: Laura Pérez y el príncipe Felipe

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