jueves, 26 de febrero de 2015

Foxcatcher, el capitalismo salvaje


          Foxcatcher es una extraordinaria película estrenada recientemente que, de no estar basada en hechos reales, se podría pensar que es la revolucionaria idea de un guionista para explicarnos la actualidad partiendo de unos hechos ocurridos en parte durante la época de los mandatos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, cuando se gestó el capitalismo salvaje que rige nuestro presente. Algo parecido a lo que aquí en España, salvando las distancias, hacía La isla mínima, otra película imprescindible. Ambas nos muestran los orígenes que no supimos atajar y que nos han llevado al momento actual, tan descarnado.
         No hay que asustarse, Foxcatcher no es una pedante película política que elabore una sesuda tesis sobre los males del capitalismo. Como buena obra de arte, todo esto lo lleva dentro, sin mostrarlo abiertamente, pues en la superficie es una entretenida e inquietante historia de unos personajes y su relación entre ellos, que se va intensificando y al final estalla ante nuestros ojos sin piedad.
         Sin embargo, no es una película amable, porque retrata la crueldad con la que uno de los hombres más ricos del mundo se apropia de personas y compra voluntades, juega con los sueños ajenos y busca notoriedad a costa de los sacrificios de otros. Y al mismo tiempo es una película estimulante, porque al salir del cine es posible que el espectador diga basta, no podemos seguir permitiendo esto, no podemos seguir jugando con estas reglas porque solo nos llevan a la derrota.

        

         Y es que, ante todo, no debemos olvidar que se trata de una historia real, seguramente desconocida por muchos, pero que se puede consultar en hemerotecas y vídeos, puesto que, dada la relevancia de sus protagonistas, muchos periódicos y televisiones se hicieron eco de lo que sucedió.
         La compañía du Pont, nacida en 1802 como productora de pólvora, es hoy en día la mayor empresa química del mundo por capitalización, dedicada al desarrollo de polímeros como el neopreno, el teflón o la lycra, y también a refrigerantes industriales y pigmentos sintéticos. Pues nada menos que uno de sus ricos miembros, John Eleuthère du Pont (1938-2010), es el protagonista de Foxcatcher, junto con dos campeones olímpicos de lucha, los hermanos Mark y David Schultz.
         John E. du Pont, un diletante aficionado a la ornitología, la filatelia y los deportes decidió patrocinar al equipo estadounidense de lucha olímpica, una forma vicaria de conseguir la gloria que él, por sus condiciones físicas y mentales, nunca podría alcanzar. Lo que ocurrió después no lo voy a contar aquí, porque sería estropear la película a quienes no la hayan visto y tengan intención de hacerlo.

         Mi recomendación, si no se conoce la historia de du Pont y los hermanos Schultz, es ver primero la película y después informarse de cómo ocurrieron las cosas en realidad, así no se estropea la intriga de la película y luego resulta muy interesante revisar algo del mucho material que hay en la red sobre el caso. El juego de comprobar que lo que la película nos cuenta con tanta brillantez tuvo lugar en la vida real es fascinante, verificar que tanto abuso de poder, tanta maldad, tanta humillación son posibles e incluso tolerados y hasta alentados por el gobierno, que nunca mira lo que no quiere ver hasta que no le toca más remedio, cuando ya todo ha estallado y ha de hacer algo para conservar a sus votantes, estoy seguro de que conseguirá que seamos menos complacientes con ciertas cosas que ocurren en el mundo y nos empujará a hacer lo que esté en nuestras manos.