domingo, 18 de diciembre de 2011

El rodillo nacionalista de Mas: el cese de Josep Ramoneda o la ideologización catalanista del interés económico.

No es lo primero que ha hecho el gobierno de Mas contra el mundo de la cultura, ni será lo último, pero es muy significativo. Una de las instituciones más abiertas y con una programación de más amplias miras como es el Centre de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) va ca cambiar de dirección el próximo 1 de enero de 2012. El gobierno de Convergència (Generalitat, Diputación y Ayuntamiento; todo está en sus manos) va a sustituir al hombre que la dirigía desde su fundación en 1994, Josep Ramoneda, por otro cuyo mayor mérito es, sin duda, su afinidad con el "Movimiento" nacionalista actualmente en el poder (Entrevista con Josep Ramoneda).
Al parecer, los nacionalistas consideran que la programación del CCCB es demasiado cosmopolita y hay que sustituirla por otra de contenido más nacionalista. Es decir, otro paso más para dejar de abrirnos al mundo y encerrarnos solo con nosotros mismos en un país rodeado de alambradas culturales. En un mundo globalizado como el actual, en el que la comunicación fluye sin barreras, sólo los prejuicios y el sectarismo pueden conducir a la gente a bunkerizarse dentro de unos límites fronterizos, y eso solo se consigue mediante creencias religiosas o nacionalistas, porque no están basadas en la razón y, por lo tanto, apelan a nuestros instintos gregarios, a nuestra necesidad de pertenencia a una comunidad, especialmente en tiempos de crisis, cuando la sensación de inseguridad individual es mayor.
Causas fundamentales (y casi únicas) de las guerras, los nacionalismos y las religiones consiguen sacar lo peor de nosotros, procurando insensatos orgullos patrios y generando odio hacia el de otra parte, al distinto, al que no habla nuestra lengua o no reza nuestras oraciones. Cuando los dirigentes quieren hacernos creer que todo el mundo gira alrededor de nuestro grupo nacional o religioso, cuando se expande el mensaje de que somos víctimas de ataques ajenos (llámeselos dinero que nos deben u ofensas que nos hacen), cuando se nos viene a decir que nosotros solos sí podríamos conseguir cualquier reto que nos propusiéramos, estamos entrando en una espiral de paranoia que no suele tener buenas consecuencias, sólo hay que revisar la historia europea de los años treinta del siglo XX.
Y, en el fondo, lo que subyace no es otra cosa que privlegiar a los grupos dominantes del colectivo, en este caso la burguesía catalana, superada desde hace años por los acontecimientos y cuya más fácil salvación es que en la gente cale el mensaje de que lo de aquí sí que es bueno, que ayudarlos a ellos es ayudarnos a todos, que cultivar las esencias es lo único que no hará prósperos, cuando lo que sucede es todo lo contrario: mientras menos nos abramos al mundo, menos posibilidades tendremos de ver que ese mundo es mucho más grande, rico y variado que nuestra torreta románica desde la que se contempla un pequeño trozo de tierra en el que se habla catalán y se cocina fricandó mientras se leen novelas de alguna escritora del país y los niños juegan a hockey sobre patines.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Christian Salmon. Storytelling. La estrategia de Sherezade o las mil y una noches de la política.

Cuatro años después de publicar el excelente y pionero Storytelling, Christian Salmon publica La estrategia de Sherezade, apostillas a Stroytelling, que complementa lo que escribió en aquel.
Salmon viene a decirnos que la política se ha convertido ya de pleno en una sucesión de relatos que los políticos nos cuentan para evitar la muerte del sistema, inventando un cuento tras otro para mantener viva nuestra atención y, de paso, su propia supervivencia, como hacía Sherezade en Las mil y una noches.
En una actualidad en la que, como escribe Miguel Roig en el prólogo, "hemos pasado de buscar la sustancia en 300 páginas a intuirla en 140 caracteres", ¿quién está dispuesto a leer el programa electoral de un partido o escuchar un discurso en el que se hable de política o economía? Para Salmon la política tradicional ha muerto, lo que ahora triunfa es el relato personal del político, porque es lo que también nosotros hacemos cuando colgamos nuestra propia vida en Youtube, Facebook, Twiter, etc. Esto es lo que nos gusta y esto es lo que esperamos de un político, una empresa o un anuncio de televisión.
Pero, precisamente, puesto que la democracia como tal es cosa del pasado y el poder político ya no existe, pues son otros y no nosotros ni los políticos quienes toman las decisiones, es ahora cuando la ceremonia del político ha de ser más espectacular, más ritual, más ancestral si quiere seguir formando parte del imaginario colectivo.
Un político ya no nos atrae porque estemos de acuerdo con sus ideas, nos gusta porque empatizamos con sus aficiones, su perro, su pareja, su traje o sus lágrimas; en definitiva: porque nos gusta su relato. Tenemos muchos ejemplos de este tipo de hacer política: lo dominan bien los estadounidenses, desde Reagan hasta Obama o Palin, lo bordó Blair cuando murió Diana, lo exageró Sarkozy con su noviazgo con Bruni y hasta Rajoy lo intentó hace cuatro años, con su famosa niña, aunque de forma muy burda, necesitado de clases de interpretación y de un guionista más imaginativo, pero no se le puede restar el mérito de ser pionero en España.
Las lágrimas se llevan. Bush lloró en 2008 en el homenaje a un soldado muerto y distrajo la atención de tantos otros muertos, Hillary Cinton sollozó durante la campaña electoral y recuperó terreno perdido en los sondeos y Elsa Fornero, ministra italiana de trabajo, también lloró mientras anunciaba los recortes a los que iba a someter a los trabajadores y (quizá) hizo creer a los italianos que no había más remedio que hacer lo que anunciaba, y la prueba era que lo sentía tanto que no podía evitar el llanto. 
Aquí en España nuestros hombres políticos todavía no lloran, porque aún presentan ese aura de macho hispano que está seguro de sí mismo y no se dobla sino que se rompe, en tanto que las mujeres políticas tienen miedo de llorar, por si alguien las tacha de blandengues. Pero ya aprenderán. Es cuestión de tiempo. Llegaremos tarde, como siempre, pero llegaremos.
De momento, el relato que se lleva en España es el de la necesidad y el no me va a temblar la mano. Así están actuando hombres y mujeres, Mas y Cospedal, Zapatero y Rajoy. Su relato es el de todos tenemos que sacrificarnos para salir de la crisis, y, como en las malas películas de misterio en las que el guión es tramposo porque esconde información que el espectador debería conocer, nos cuentan lo mal que están las arcas del estado porque los ciudadanos somos vagos, derrochadores y hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades. Después de comernos la casita de chocolate, para evitar que la bruja nos cocine en el horno debemos portarnos bien y esperar que venga alguien a salvarnos. Pero no nos explican quién ha construido la casita de chocolate, ni quién la ha pagado, ni de dónde ha salido la bruja... lo que traducido viene a ser: ¿porqué no se controla el fraude fiscal?, ¿por qué no se han exigido responsabilidades a los bancos?, ¿por qué no se encarcela a los políticos corruptos en lugar de volver a presentarlos en las listas?, ¿por qué no se deja de subvencionar a la Iglesia?, ¿por qué no se invierte en educación para que tengamos trabajadores preparados que aporten valor en lugar de ladrillos?
Porque somos unos pobres niños inocentes que estamos a merced del narrador del cuento que, cuando quiere nos hace pasar miedo y cuando quiere nos promete un final feliz que, sin embargo, siempre ocurre en el país de nunca jamás.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Retrato de un caballero, de Velázquez. El retrato de una sociedad ignorante y mercantilista

Un galerista de Milwaukee se ha gastado 3.464.144 euros en un cuadrito (47x39 cms.) de Velázquez que estaba valorado en unos 350 euros hasta que alguien decidió que lo había pintado el artista sevillano y no Matthew Shepperson, un poco conocido pintor inglés, como se suponía.
¿Posee el cuadro vida propia y ha mejorado desde que los expertos han sabido que era de Velázquez? ¿Pintaba tan bien el artista inglés como el sevillano o tan mal el sevillano como el inglés? Si pintaban tan parecido que sus obras podían ser confundidas, ¿cómo es que los cuadros de Shepperson no se valoran como los de Velázquez?
A partir de ahora, ¿se cotizarán los cuados del inglés tanto como los del sevillano?
Preguntas retóricas en tiempos de crisis.