sábado, 2 de julio de 2011

Nemesis. Philip Roth. La imposible felicidad de los que se creen sin derecho a ella.

Nemesis es una novela extraordinaria, pero muy dura. Trata sobre la enfermedad, la invalidez, la muerte, la culpa y la responsabilidad. No es, ciertamente, poco. Más si todo ello es tratado en sólo 280 páginas. Es muy difícil escribir como una novela lo que podría ser un ensayo y que no se note demasiado, es algo que está al alcance de pocos. Uno de ellos es, sin duda, Philip Roth, autor que ha tratado con gran maestría temas difíciles como el sexo, el terrorismo, la vejez, la enfermedad o la muerte.
 
En Nemesis no hay apenas sexo, porque parece que Roth no quiere concederle ni eso a su protagonista, un joven para el que sólo cuentan el trabajo, el deber y la dedicación a los demás. Judío como es, y habitante en una ciudad en la que abundan, ni siquiera es religioso y, durante algunas partes de la novela, se permite incluso meterse con dios. Hasta con su novia tiene una relación más de deberes y obligaciones que de amor: la forma en la que la hará su prometida es una buena prueba de ello: primero "lo que se debe hacer", luego ella. La forma en la que se reunirá con ella, también: en contra de su voluntad, acaba haciendo lo que ella le pide (y las consecuencias serán importantes).
¿Por qué Mr. Cantor (como lo llama el narrador) tiene la sensación de que está en deuda con el mundo? Esa es una de las claves del dilema moral que le persigue durante toda la novela y que no voy a exponer aquí, porque entiendo que eso es algo que no se debe hacer jamás cuando se escribe sobre una novela y alguien pueda leerlo antes que la propia novela (aunque Coetzeee, en su crítica de Nemesis, opine y haga lo contrario), pero creo que sí puedo decir que hay dos situaciones que lo definen todo: su madre está muerta y hay una guerra mundial (la acción se sitúa en 1944) en la que él no participa. A partir de estos dos hechos, Mr. Cantor desarrolla un excesivo sentido de la responsabilidad que, una vez quebrado (según su propio punto de vista), se convierte en culpa y por lo tanto en ser merecedor del castigo.
En mi opinión, en el fondo de todo ello está la religión y su sistema de premios y castigos, de responsabilidad y culpa. Mr. Cantor y Portnoy (el de El lamento...) se parecen como dos gotas de agua porque ambos han sido educados en un ambiente cuya religiosidad lo marca todo. Como el protagonista de Indignación, como el comunista y su mujer (los de Me casé con un comunista), como el Zuckerman de El teatro de Sabbath. ¿Qué tienen todos ellos en común? Que son incapaces de disfrutar de la vida, que no pueden obtener placeres ni satisfacciones porque les han impuesto deberes, ritos, prohibiciones y dogmas. Porque no les han dejado desarrollar sus espíritus de forma libre, sino encorsetados dentro de los cánones de la religión (que en el caso de Roth sea la judía es lo de menos, sus protagonistas podrían haber sido de cualquier otra).
Si, además, la novela está escrita como si fuera una historia de intriga en la que el lector está ansioso por saber qué va a ocurrir en la página siguiente, las ideas que transmite entran sin que uno se dé cuenta, sin que se noten en absoluto los mimbres con los que Roth teje su entramado (muy al contrario de lo que le pasaba, por ejemplo, a Saramago, a quien le quedaban unas novelas que parecían ensayos) y eso es porque es un gran escritor que ha convertido a Mr. Cantor en el protagonista de una gran novela.

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