lunes, 13 de abril de 2009

Los guardianes de la ortodoxia

Ignasi Guardans es un tipo que me cae bien. No lo conozco personalmente pero, de todos los políticos que llenan los periódicos cada día, es de los pocos cuyas causas comparto: pretende restringir el uso del tabaco y está cansado de que lo humillen en los aeropuertos en aras de la seguridad.
Ahora, su partido, Convergència Democràtica de Catalunya, más próximo a los mitos que a las realidades, ha decidido prescindir de él en las próximas elecciones europeas, quizá porque Guardans se ha dedicado más a intentar mejorar la realidad que a ser fiel a unos mitos que, ya se sabe, no admiten variaciones o perderían su condición.
El hombre, que fue diputado en el Congreso español y todavía lo es en el Parlamento europeo, se va a quedar sin trabajo, como si fuera una víctima más de la crisis, pero ha encontrado otro enseguida, incluso antes de perder el que tiene; señal de que debe ser alguien apreciado y valorado más allá de las patrias pequeñas.
Y eso seguro que les duele a quienes lo han castigado, porque los deja sin argumentos en unos tiempos en los que encontrar un político que se tome en serio su trabajo de defender los derechos de los ciudadanos y sea un tipo honrado (pongo la mano en el fuego por ti, Guardans) es algo bastante difícil, rebosantes como estamos de noticias sobre corrupciones y corporativismos.
De modo que los popietarios de la verdades absolutas han decidido que no es suficiente el castigo infligido y han buscado otro motivo para agravarlo: Guardans va a ser elegido nuevo director del Instituto del Cine y las Artes Audiovisuales, dependiendo del Ministerio de Cultura, en el Gobierno del PSOE.
¡Anatema! Porque los visionarios de las patrias pequeñas piensan que el Ministerio de Cultura debería desaparecer y que el PSOE es un partido traidor a Catalunya. Eso merece, por lo tanto, la expulsión del hereje, y se ha encargado a las Juventudes de Convergència que formulen de inmediato tal petición. Ya se sabe, si son los jóvenes quienes lo piden siempre queda el recurso de decir que tenen vint anys i els bull la sang. No fuera que si lo pidieran los mayores alguien les recordara su apoyo al Partido Popular, ese gran aliado de la independencia de Catalunya.