domingo, 9 de octubre de 2011

Aquí no paga nadie: Cajas de ahorros, Gürtel, Palau, Pretoria, Marbella... y ahora llegan las elecciones ¿qué haremos?

Se habla mucho durante estos días de los ejecutivos de las cajas de ahorros que las llevaron a la ruina y salieron de ellas por la puerta de atrás tras asegurarse unas indemnizaciones y unas pensiones de millones de euros. Dicen que son legales porque las aprobaron los respectivos consejos de administación. No dudo de que fue así, pero lo que es más que dudoso es que los miembros de dichos consejos de administración se preocuparan lo más mínimo por el funcionamiento de la empresa que regían.
Lo normal es que un consejo de administración lo formen personas que tienen interés en que la emprea funcione bien porque tienen su propio capital invertido en ellas pero, como sabemos, ese no era el caso de las cajas de ahorros, cuyos consejos estaban formados por representantes de instituciones dominadas por los partidos políticos y por las propias cajas, ya que eran las que financiaban a los partidos y muchas de las actuaciones de las entidades a las que representaban los consejeros, formando así un círculo vicioso y letal para la empresa.
Resulta difícil no preguntarse qué sabían muchos de los miembros de los consejos del funcionamiento de la empresa de la que eran consejeros y, más aún, qué les importaba cuál era ese funcionamiento. Su única misión no parece que fuera otra que cobrar las dietas, ostentar el privilegio, servir fielmente al partido que les había puesto allí (directamente o a través de la institución que representaran) y, sobre todo, asegurarse un buen trato de la caja para la entidad que representaban (Ayuntamiento, Asociación o lo que fuera: todas necesitaban que las caja les otorgaran préstamos o les financiaran actividades).
No sólo, pues, los directivos que se autootorgaron las indemnizaciones y pensiones actuaron mal, sino también todos los miembros de los consejos de administración que aprobaron esas otorgaciones o que asintieron cuando se les sometió a votación la aprobación de la gestión de unos dirigentes que estaban llevando la empresa a la ruina. ¿Cómo podían aprobar una gestión que o bien desconocían o bien no tenían la capacidad suficiente para valorar? ¿Cuál es su responsabilidad en lo que ha sucedido?
No se habla de ellos en los medios de comunicación. Tampoco se habla mucho del Banco de España, tan loado hace una temporada, cuando se lo consideró el artífice de que los bancos españoles no estuvieran tan mal como los de los países de nuestro entorno (¿?). Ahora empiezan a oírse voces (del Partido Popular, claro, porque es otra forma de atacar al gobierno, pero sucedería lo contrario si las cosas hubieran sido al revés) criticando su labor, puesto que no parece que se diera cuenta de lo que estaba pasando.
Y, por desgracia, se habla muy poco de esos dirigentes que han hundido las cajas y se han enriquecido por haberlo hecho. Cada día, en cada medio de comunicación, deberían citarse sus nombres, cuál era su responsabilidad y cuánto se han llevado por haberla ejercido mal. Y si hay sospecha de que actuaron de forma delictiva deberían ser juzgados por ello: no deberíamos permitir que el simple hecho de que ya no ocupen sus cargos sirva como cortina que todo lo tape. No debemos perdonar que se hayan quedado con nuestro dinero.
Cualquier director de una sucursal de una caja de ahorros sabe que si concede un préstamo sin las garantías suficientes se juega el despido, que será considerado procedente y que no comportará, por descontado, ninguna indemnización ni una pensión vitalicia por haber efectuado mal su trabajo. Y si actúa de forma delicitiva sabe que él sí que será llevado a juicio.

Pero los directivos de las cajas de ahorros no son los únicos que han contribuido a llevar el país a la ruina y no han tenido que asumir ninguna responsabilidad ni pagar nada por ello. Junto a ellos tenemos a todo ese tropel de políticos que han estado despilfarrando el dinero público, bien de forma claramente incompetente o bien de forma claramente delincuente. En el primero de los casos no deberían permanecer ni un día más en sus puestos y en el segundo no deberían permanecer ni un día más en la calle: deberían estar en la cárcel, donde estaría (retomo el ejemplo) un trabajador de una caja de ahorros que hubiera cobrado una comisión por conceder un préstamo de forma irregular.
Pero no es así. En muchos casos todo el mundo sabe lo que pasa, pero nunca llega a formalizarse una acusación y, en otros casos, cuando se formulan acusaciones, cuando se sigue un procedimiento judicial, éste tarda tanto tiempo en llegar a su fin que a menudo los delitos han prescrito (¿cómo puede prescribir un delito por culpa de la incompetencia del sistema judicial que lo demora durante años?), en otras ocasiones todo acaba tan diluido o cae tanto en el olvido que al final nadie paga nada y en alguna otra circunstancia el procedimiento va pasando de juez en juez hasta que se da con el que acabará por tirarlo a la papelera.

¿Cómo acabará el caso Gürtel? ¿Y el caso Palau? ¿Alguna noticia del caso Pretoria? ¿Cómo acabó el caso de Marbella? ¿Alguien sabe cuál es la situación de los procesados? Pues sólo la sabemos de aquellos que, encima, se pasean con impunidad ante las cámaras de TVE, nada menos, o forman parte de las tertulias de las televisiones más retrógradas de nuestro país.
En el mejor de los casos, cuando es tanta la ropa sucia que ya resulta imposible esconderla toda, algún político dimite y esto ya le exime de toda responsabilidad, ya nadie le reclama nada. Supongo que es tan extraño ver dimitir a un político que cuando uno lo hace lo debemos considerar un gran triunfo de la democracia.
Somos así. Y mientras seamos así nos seguirá sucediendo lo que nos ha venido sucediendo durante tantos siglos. No sólo aceptamos se explotados y que se apropien de nuestros bienes (públicos) sino que a menudo vitoreamos a quienes nos pisotean. Por poner un ejemplo reciente ¿Alguien piensa que la duquesa de Alba es tan inmensamente rica porque se ha ganado el dinero con su esfuerzo? ¿Sabemos cómo trata a los que trabajan para ella? ¿Sabemos cuánto dinero en subvenciones ha recibido? ¿Sabemos de dónde ha salido su fortuna? ¿Sabemos cuánto declara en el IRPF? No, la inmensa mayoría no sabemos casi nada, pero las revistas del corazón, las televisiones (otra vez, abanderada, TVE, cuyo programa Corazón, Corazón se ha especializado en hagiofrafías de personajes de dudosa reputación) y, a cuenta de su boda, hasta la prensa general se han dedicado a presentárnosla como una abuelita marchosa y juguetona, la gente sale a la calle a vitorearla cuando decide casarse por la Iglesia a los 85 años (pasando por alto, ella, que se declara tan católica, que uno de los fines del matrimonio eclesiástico es la procreación...) y ya se la empieza a llamar la duquesa del pueblo, quizá el más tremendo oxímoron que haya oído jamás.

¿Vamos a seguir permitiendo todo esto? ¿El próximo 20 de Noviembre acudiremos como ovejas obedientes a votar las listas que nos presenten sin cuestionarnos si hay alguna alternativa mejor, nada que nos convenga más, alguna solución más justa y representativa? ¿Votaremos al Partido Popular porque estamos hartos de la incapacidad del PSOE? ¿Seremos tan ingenuos como para pensar que lo harán mejor? ¿No estamos al tanto de lo que ocurre en las comunidades donde no gobierna el PSOE? ¿Vamos a creernos que Rubalcaba será capaz de luchar contra todos, incluyendo su propio partido, para llevar a la práctica las bonitas intenciones que predica cada fin de semana? ¿Nos vamos a creer que Rajoy va a cambiar de manera de ser por el hecho de ser nombrado presidente del gobierno? ¿Alguien cree que con el Partido Popular vamos a disfrutar de una magnífica sanidad gratuita universal y una excelente educación pública?
¿Y ya está? ¿Con este maravilloso acto de la votación cuatrienal pensaremos que ya hemos cumplido con nuestro deber ciudadano? Peor aún, ¿no vamos a hacer nada ni que sea desde un punto de vista egoísta para mejorar nuestra situación? ¿Vamos a seguir permitiendo a nuestros mediocres políticos que sigan siendo nuestros dirigentes?
¿No vamos a decir nunca basta?

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