lunes, 14 de mayo de 2012

Un Rato aquí otro allá, pero el gran gestor nunca acaba nada bien

Lectores, este es un momento importante: nos hallamos ante un nuevo y revolucionario concepto, recién inventado por el PP: el delincuente ya no es el que comete el delito sino el policía que no es capaz de impedirlo.

Al menos esto es lo que se desprende de la campaña que han organizado los reaccionarios (no puedo llamarlos conservadores, puesto que nada quieren conservar, tal como bien decía Judt) para culpar al gobernador del Banco de España de la crisis de Bankia y exculpar a quienes la gestionaron durante 16 años.
Bancaja estuvo en manos del PP desde que Eduardo Zaplana fuera nombrado presidente de la Generalitat valenciana (tras el castizo pacto del pollo con Unió Valenciana, busquen en las hemerotecas, porque vale la pena).
Miguel Blesa, auspiciado por el PP (tras la llegada de Ruiz Gallardón al poder de la Comunidad de Madrid en 1995), fue el máximo responsable de Caja Madrid de 1996 a 2010 y Rodrigo Rato a partir de entonces.
Es decir, dos cajas de ahorros controladas por el PP, que las utilizaron para financiar sus proyectos desde que llegaron al poder, prostituyendo así una institución como las Cajas de Ahorros, demasiado politizadas en general, pero muy particularmente por gobiernos del PP (sigan buscando en las hemerotecas).

¿Y recuerdan quién ganó las elecciones generales en 1996? Sí, José María Aznar, del PP, en cuyo gobierno fue ministro de Economía Rodrigo Rato, cuya ley de liberalización de suelo (1998) nos llevó a esa enorme burbuja inmobiliaria que nuestros grandes constructores y directivos de bancos pensaron que era el chollo sin final y que a la postre vamos a pagar todos porque el chollo acabó por explotar y a nadie se le exige responsabilidades. Dado que cualquier terreno era urbanizable, cualquier terreno se convirtió en potencial fuente de negocio: para el promotor, para el constructor, para el banco que financiaba, para la comunidad autónoma o ayuntamiento que recaudaban impuestos, para el notario que daba fe (¡qué expresión!), para el registrador que lo inscribía (¿Recuerdan cuál es la profesión de Rajoy), para el que estaba al tanto y compraba barato para vender caro.

El mismo Rodrigo Rato al que el propio Aznar no eligió como sucesor, ¿por qué sería?
El mismo Rodrigo Rato que abandonó la presidencia del FMI sin que nunca se haya sabido el por qué.
El mismo Rodrigo Rato que fue elegido por los populares para ser presidente de Caja Madrid.
El mismo Rodrigo Rato que decidió fusionar Caja Madrid con Bancaja, esa otra caja absolutamente politizada y que fue el brazo financiero de los delirios de los faraones Zaplana y Camps (¿Recuerdan Terra Mítica y otras pirámides por el estilo?).
El mismo Rodrigo Rato que se negaba a que su banco fuera absorbido por algún otro porque no quería ser el número dos de nada y apuró la situación hasta que no pudo más, perjudicando así la confianza de los famosos mercados en el sistema financiero español, porque se olían que algo olía a podrido en ese conglomerado inexcrutable llamado Bankia.
El mismo Rodrigo Rato que era el candidato de Rajoy a dirigir Caja Madrid mientras Ignacio González lo era de de Esperanza Aguirre (por cierto ¿alguien le conoce a Ignacio González alguna experiencia en el mundo de las finanzas?).

Pero el PP y sus voceros mediáticos, con su disciplina castrense habitual, han encontrado la manera de quitarse la culpa de encima, que no es otra que la (también habitual) de repetir por boca de todos y por todos los canales a su disposición que es culpa de Fernández Ordóñez, gobernador del Banco de España. Es una estrategia que utilizan casi siempre, la de repetir una mentira hasta que se convierta en verdad por saturación.

No les falta razón cuando dicen que Fernández Ordóñez no actuó como debiera haber hecho, pero callan que fueron ellos quienes crearon el embrollo al poner a inexpertos financieros (si no algo peor) afines a su partido al frente de grandes instituciones financieras, con Consejos de Administración igualmente ignorantes y politizados.
También callan que nunca las empresas auditoras se atrevieron a decir una palabra en contra de la gestión de los directivos de estas instituciones, porque al fin y al cabo eran quienes pagaban sus servicios. Ahora Deloitte va a quedar como buena porque no se atrevió a firmar las últimas cuentas de Bankia, pero las firmó con anterioridad, y las de Bancaja, y el informe favorble a su fusión.
¿Y no resulta ridículo afirmar que Fernández Ordóñez obligó a Rato a que Bankia se quedara con Bancaja? ¿Qué clase de mindundi es el gran gestor Rato que no tuvo la valentía de actuar si sabía que le estaban engañando o de dimitir ya entonces si no sabía lo suficiente para comprender lo que le estaban pidiendo?