lunes, 25 de febrero de 2013

Argo y La noche más oscura



Argo y La noche más oscura son dos películas que tienen muchas semejanzas pero que son contrapuestas en muchos sentidos. 
Ambas narran sucesos verídicos y utilizan el estilo periodístico para mostrarnos lo fieles que son a la realidad. Sus historias son también gemelas: las dos nos cuentan el enfrentamiento de Estados Unidos contra su principal enemigo en un momento histórico determinado: Irán en 1979, Bin Laden en 2011.
Pero aquí se acaban las semejanzas, todo lo demás es distinto, desde el propio título de las películas: Argo es el nombre de una película de ciencia ficción que nunca vio la luz, mientras que Zero Dark Thirty (título original de La noche más oscura) es una expresión de argot militar: de la A a la Z, la imaginación contra la más fiera de las realidades.

Para la mayoría de la gente, Argo necesita ser situada en su contexto histórico, cuándo y qué paso durante La noche más oscura nadie lo ignora:

En 1978, una revolución islámica derrocó al Sha Reza Pahlevi, que había gobernado Irán de forma dictatorial durante muchos años con el apoyo de Estados Unidos, que lo utilizó como garante de la estabilidad en la zona, fundamental para poderse proveer de petróleo. La llegada al poder (en febrero de 1979) del imán Jomeini y la huida del Sha, primero a Francia y finalmente a Estados Unidos, acrecentó el sentimiento antiestadounidense de los iraníes, que focalizaron sus protestas en la embajada de los Estados Unidos en Teherán, hasta que finalmente la asaltaron y tomaron como rehenes a todos sus empleados menos a seis, que consiguieron escapar y refugiarse en la residencia del embajador de Canadá.
Lo que cuenta Argo es el plan de un miembro de la CIA para sacar del país a estos seis estadounidenses. El plan fue brillante, ingenioso, osado y sin intervención militar. No voy a contar aquí lo que sucedió, para no estropear la película a quien no la haya visto.

La noche más oscura relata la muerte de Bin Laden en Pakistán en 2011 a manos de un grupo de élite del ejército estadounidense, en una actuación completamente militar, con intervención de helicópteros, soldados bien preparados y pertrechados con los últimos avances tecnológicos, que provocó varios muertos y que fue seguida en directo desde la sede central de la CIA en Langley (Virginia). En este caso se puede contar tranquilamente el final de la película, porque todo el mundo (literalmente) lo conoce.

Fueron actuaciones radicalmente distintas, que reflejan situaciones también dispares. En 1979, el enemigo de Estados Unidos era Irán, donde se produjeron las protestas, y donde los iraníes atacaron intereses americanos. En cambio, Bin Laden era un enemigo distinto, móvil (como todo hoy en día), que atacaba a los occidentales en sus territorios, porque él no tenía una zona geográfica que le perteneciera, más aún, vivía escondido en un país que no era el suyo (había nacido en Arabia Saudí).

Lo que cuenta Argo no es muy conocido, los es más la liberación de los rehenes que quedaron en la embajada, puesto que entre otras cosas provocó la derrota electoral de Carter frente a Reagan; en cambio, lo que cuenta La noche más oscura no hay nadie que lo ignore, porque la noticia se dio a conocer en todo el mundo al poco de suceder.
El plan de 1979 en Teherán lo llevó a cabo un agente de la CIA, casi de forma autónoma, con la oposición de alguno de sus propios jefes; en cambio toda la cadena de mando estaba al corriente y aprobó el plan de 2011 contra Bin Laden.

¿Ha cambiado tanto el mundo en treinta años como para que no fuera posible capturar a Bin Laden con  un plan como el de Argo? ¿Han sido superados el ingenio y la brillantez por la efectividad implacable de la tecnología militar? ¿Estamos ante una muestra más del actual mundo resultadista?

La Academia de Hollywood ha decidido otorgarle el Óscar a la mejor película a Argo y que, por primera vez en la historia, lo comunicara al mundo la primera dama estadounidense. Es un golpe de efecto, sí, pero también es una declaración de intenciones. No imagino a Michelle Obama diciendo "The oscar goes to Zero Dark Thirty".
Darle el premio a Argo es preferir la inteligencia a la fuerza, es apostar por una actuación que no se produjo bajo el mandato de quien todavía es el Presidente de los Estados Unidos. No sé si algún gobierno más próximo (geográficamente) a nosotros hubiera sido capaz de admitir una crítica así... y mucho menos que la hubiera anunciado la mujer del presidente del gobierno.

Nuestra noche más oscura aún dura:

¡Bravo, Candela Peña! No deben pasar



miércoles, 20 de febrero de 2013

Un asunto menor: ¿Cuándo dimitirá Joana Ortega?



  • Marzo de 2011: dimite el ministro alemán de defensa por plagiar su tesis doctoral
  • Febrero de 2013: dimite la ministra alemana de educación por plagiar su tesis doctoral
  • Noviembre de 2010: Convergència i Unió gana las elecciones catalanas. Desde entonces Joana Ortega es vicepresidenta del gobierno de la Generalitat. En su currículum se indica que es licenciada en Psicología, pero no es cierto, porque no terminó la carrera.


Llevamos varios años esperando la dimisión de Joana Ortega. Si no dimite, ¿qué autoridad moral tienen los políticos catalanes para argumentar que con la independencia se acabarían todos nuestros males?

Es, como digo, un asunto menor. Hay otros mayores: La no dimisión de Durán i Lleida por el caso Pallarols, el caso Palau, todos los líos en los que anda metida la familia Pujol, Sáncez Camacho y su asuntos de espionaje y un largo etcétera de cosas que en absoluto nos pueden permitir suponer que independientes funcionaríamos mejor, porque nuestra clase dirigente es tan mala y corrupta como la española.
Cuando la clase política catalana actúe como la alemana podremos empezar a pensar que tal vez la independencia nos convenga.

lunes, 18 de febrero de 2013

El libro de estilo del Partido Popular. Capítulo x: uso de "la peineta"


Si a alguien le quedaba alguna duda de la cualidad humana de Luis Bárcenas, se la despejará la fotografía que reproduce hoy La Vanguardia en su portada, con un pie que informa de que fue tomada en el aeropuerto de Barajas cuando Bárcenas regresaba de Canadá, adonde había ido a esquiar.

En la foto, el extesorero del Partido Popular levanta el dedo medio de su mano izquierda, lo que castizamente se llama peineta y coloquialmente equivale a “que os den”, mientras su cara muestra una expresión de desprecio, de superioridad, de decirle gestualmente a quien le hubiera increpado, al que ni siquiera mira: eres un pobre desgraciado que no puede nada contra mí y te vas a joder.

Seguramente todo es legal: Bárcenas puede salir de España cuando quiera puesto que dispone de su pasaporte y nadie se lo impide y, aunque ha perdido su empleo en el Partido Popular y técnicamente debe de estar en paro, seguro que conserva unos ahorrillos que le permiten irse a esquiar al cercano Canadá, que probablemente sea más barato que hacerlo en Baqueira, porque ya se sabe que aquí somos poco competitivos.

O quizá es que no quería ir a Baqueira para no encontrarse con Urdangarín y las Infantas, que al parecer sí que estuvieron allí, no fuera alguien a pensar que había alguna connivencia entre ellos y la cosa se les pusiera más fea aún, porque ya se sabe que España es un país de malpensados: vemos a unos (presuntos) delincuentes juntos, y ya nos creemos que están relacionados, como si no hubiera dinero suficiente para todos y tuvieran que repartírselo.
Vamos, que irse a Canadá fue un acto de prudencia de un hombre que ha demostrado que viene siendo prudente desde hace muchos años, puesto que en el Partido Popular nadie se enteraba de nada de lo que hacía.

Por cierto, ¿qué poder tendrá la nieve que tanto atrae a los (presuntos) delincuentes de blanqueo de capitales? Tan blanca ella, ¿será capaz de blanquear también a los delincuentes para que al final parezcan inocentes?

Y más casualidades. ¿Recuerdan la peineta (vulgo jodeos) que les dedicó nuestro gran hombre de Estado, José María Aznar, a unos estudiantes que le increparon?

Hay que resaltar que coinciden hasta en la mano que usan (la izquierda, ¡ay!). ¿Formará parte del libro de estilo del Partido Popular?
¿Que ya no se acuerdan de José María Aznar? Sí, es aquel presidente que tuvimos que salía despeinado en una foto y que años después mantuvo el mismo nivel de estadista cuando dijo que quién era el gobierno para decirle a él cuántas copas de vino podía tomarse antes de conducir.
Acuérdense, acuérdense, que al paso que vamos pronto lo tendremos de Presidente de la República y a Esperanza Aguirre de Primera Ministra.
Al tiempo.


martes, 12 de febrero de 2013

¿Confiar en Rajoy? (Probablemente) no, gracias.

En una entrevista concedida al editor deThe Economist para América, Michael Reid, Mariano Rajoy ha dicho:

“Yo me presenté con un programa electoral en el que prometía que no iba a subir los impuestos. Y probablemente he incumplido esa promesa. Bueno no, probablemente no. He incumplido mis promesas, pero al menos creo que he cumplido con mi deber”.
Ver la entrevista


Es, desde luego, una intervención que provoca escalofríos, por varios motivos:

Primero dice que probablemente ha incumplido su promesa, pero se da cuenta de la barbaridad que acaba de pronunciar y rectifica para decir que efectivamente lo ha hecho, pero acto seguido vuelve la poca firmeza que lo caracteriza y continúa: creo que he cumplido con mi deber.

Digamos en su favor que se entiende que no tenga muy claro si ha cumplido con su deber (este creo subjetivo inicial indica dudas) porque ¿su deber no era cumplir las promesas que había hecho y con las cuales había obtenido la victoria en las elecciones?

Cuando un político hace lo contrario de lo que prometió para ganar unas elecciones, ¿no está actuando como un dictador por mucho que pueda argumentar que fue elegido democráticamente?

Si las circunstancias le superan y no se ve capaz de cumplir el programa electoral que lo llevó a la victoria, ¿no debería dimitir y convocar nuevas elecciones?

¿Qué confianza podemos tener en él diga lo que diga, sabiendo que no es de fiar porque no cumple sus promesas?

¿Podemos creerle cuando dice que son falsos los papeles de Bárcenas? ¿Por qué? ¿Qué pruebas contrarias a dichos papeles aporta?

¿Cómo fiarse de un partido en el gobierno que un día dice que no hay motivos para echar del partido a Jesús Sepúlveda, el exmarido Ana Mato, y pocos días después lo despidan?

¿Cómo fiarse de un gobierno que mantiene en un ministerio a la propia Ana Mato, una mujer que no sabía de dónde salía el dinero para pagar fiestas y viajes que ella disfrutaba? ¿Qué capacidad de gestionar un ministerio tiene una mujer así?

¿Cómo fiarse de un gobierno cuyo ministro de justicia, Alberto Ruíz Gallardón, quiere para sí la decisión final de asuntos inherente al poder judicial? ¿Dónde queda la separación de poderes? ¿Cómo va el poder judicial a fiscalizar al gobierno?

La lista sería larga y los motivos para echarlos más que suficientes, ahora solo falta que lo hagamos: no podemos permitirnos que este gobierno siga desmontando el estado del bienestar, que siga hundiendo el sistema educativo, que nos devuelva a manos de una iglesia cada vez más integrista y privilegiada, que legisle para sus partidarios ricos y no para aquellos que (¡ay!, ¿qué hicisteis?) los votaron.
Mientras nos quede dignidad, mientras nos quede un poco del pensamiento que sus leyes educativas quieren quitarnos, mientras nos queden fuerzas antes de que el paro, la justicia de pago, la educación de pago o la sanidad de pago acaben con ellas: actuemos.

domingo, 3 de febrero de 2013

Aquí y ahora. Coetzee y Auster

La transcripción de una relación epistolar entre dos escritores no presagia nada bueno, porque lo más lógico es que acaben escribiendo sobre literatura de forma más bien pedante.

Sí, además, uno de ellos es Paul Auster, escritor con una clara tendencia a escribir sobre sí mismo (Diario de invierno, Ciudad de cristal, etc.) y sobre literatura en general (Brooklyn follies, La habitación cerrada, Viajes por el Scriptorium, etc.), las sospechas se incrementan.

Y si en el otro lado nos encontramos con otro escritor que también ha escrito bastante sobre sí mismo: J.M. Coetzee, autor de su autobiografía, si bien es cierto que de forma un tanto peculiar (Infancia, Juventud, Verano), una biografía, también peculiar, de Dostoievsky (El maestro de Petesburgo) o la de un personaje inventado y alter ego suyo (Elisabeth Costello), casi no quedan dudas de que el presagio se va a hacer realidad.


Claro que Auster es, a su vez, un maestro en el arte de narrar los cambios de sus personajes a raíz de las no-casualidades que ocurren casualmente, mientras que Coetzee es uno de los escritores que mejor sabe hacer crítica social sin que los mimbres nos impidan ver la historia que nos cuenta (como le pasaba, por ejemplo, a Saramago).
Es decir, nos encontramos frente a dos escritores dispares, casi opuestos en la concepción de su obra, porque mientras uno rebusca en lo contingente el otro hurga en la realidad. Auster nos presenta a unos tipos increíbles a los que les ocurren cosas impensables y Coetzee nos habla de racismo y pobreza, tanto económica como humana. Más diferentes no pueden ser.
Sin embargo, además de tratar sobres sí mismos, ambos escritores tienen en común su preocupación por lo que sucede en el mundo y, como su opinión es publicada en los medios más prestigiosos, es evidente que saben de su influencia en el mundo.



Y fue precisamente el aparentemente más comprometido Coetzee quien propuso a Auster esta relación epistolar que ahora se ha publicado, tal vez intuyendo que podrían tratar temas importantes sin la frivolidad de unas entrevistas que ellos mismos saben que contestan con el piloto automático puesto.
Y así es, en este Aquí y ahora (cartas 2008-2011), ambos escritores se dejan de pedanterías literarias y rebuscan en el fondo de sí mismos para ofrecernos un espléndido libro de intercambio de opiniones, en ocasiones de una profundidad y agudeza ejemplares.
Hay literatura, por supuesto, no podía ser de otra manera siendo ellos quienes son, pero también hay deportes, viajes, política, cine o preocupación por la vejez. Todo ello tratado con agilidad, con la concisión que requiere una carta y, por lo tanto, con la precisión necesaria para explicar las ideas en pocas palabras. Y el diálogo no es fácil, porque lo separa el tiempo y el espacio, más propios de siglos anteriores que del actual en el que toda comunicación es inmediata, y porque a veces los temas se recuperan varias cartas después para darles otra vuelta (en este sentido es curioso en especial lo que comentan sobre los deportes, tema al que regresan una y otra vez).

Es mucho lo que se podría comentar sobre el libro, muchas las citas que se podrían hacer, pero siempre he pensado que cuando uno comenta un libro lo mejor es no explicar mucho sobre él, para no deshacer la magia del descubrimiento. Así que, a modo de ejemplo muy concreto, me limito a recoger dos citas sobre la vejez, edad a la que se acercan ambos escritores, especialmente Coetzee (nacido en 1940, Auster es de 1947).

Una, de mucho calado, de Coetzee, a propósito de la edad a partir de la cual uno ya no puede seguir escribiendo: ¿cómo detecta uno que simplemente ha perdido la capacidad para hacerle justicia a un tema? (página 228).

La otra de Paul Auster, más divertida, a propósito de otro comentario de Coetzee sobre la inminencia de la vejez (estaré encantado de conversar sobre la memoria en algún momento del futuro, si nos acordamos de volver sobre el tema... ...a medida que se termina mi septuagésima década en el mundo... página 123): solté una sonora carcajada cuando leí que estabas dispuesto a hablar de la memoria conmigo: en algún momento del futuro, si nos acordamos de volver sobre el tema. En la siguiente frase de tu carta te refieres al despiste, y luego, en la que sigue a esa dices que te acercas al final de tu septuagésima década... ¡lo que significaría que tienes setecientos años! (página 125).

Espero que todavía les queden suficientes años a ambos para que sigan haciendo justicia a los temas que traten y que sean capaces de seguir dejándonos obras de su máximo nivel, aportando reflexión y humor.

sábado, 2 de febrero de 2013

Colton Burpo, Ana Mato, Modesto Crespo o los Pujol. Religión en tiempos de crisis.


Colton Burpo es un niño de trece años que afirma que estuvo en el cielo cuando tenía cuatro y estuvo al borde de la muerte por culpa de una peritonitis.
Su relato no elude ningún tópico: Jesús es alto y lleva barba, el Espíritu Santo es medio transparente y el arcángel Miguel se pasea por el cielo con una espada de fuego para combatir al demonio. No estoy muy puesto en teología, pero pienso que se supone que en el cielo debería haber espíritus y no cuerpos, pero bueno, pasémoslo por alto.
Sigamos: en el cielo hay calorcito, porque la luz de Dios y Jesús lo iluminan y calientan todo. El cielo tiene todos los colores de la Tierra y más (sic), pero no sabe a que huele, porque Dios no le permite recordarlo (sic).
Finalizada la descripción, entramos en terrenos digamos más ideológicos: ante la pregunta de si vio allí a algún familiar, Colton contesta que vio a su hermanita, que le achuchaba y besaba... pero resulta que su hermanita nunca llegó a nacer, porque su madre abortó meses antes de concebirlo a él. Si esto no es un mensaje ideológico, que baje el amigo de Colton y lo vea.
A todo esto, el padre del niño, que casualmente es pastor en una iglesia local, y que al parecer tiene buen ojo para los negocios, escribió un libro contando el relato de su hijo, del que lleva vendidos nueve millones de ejemplares (sí: 9 millones).
Sorprende que haya 9 millones de personas dispuestas a leer semejante historia, pero la credulidad en la fantasía en tiempos de crisis es, al parecer, mayor que en los de bonanza

Aquí en España también hay casos de estrecha relación de profundas convicciones religiosas con un gran amor por los negocios. Solo que aquí, en lugar de publicar libros con sus visiones, nuestros protagonistas se dedican (presuntamente, quede claro) a saquear el estado del bienestar en beneficio propio. Nombres como Ana Mato, Modesto Crespo, Francisco Camps, la familia Pujol y tantos otros, aparecen vinculados a grupos y sectas religiosas al mismo tiempo que a diversas tramas de corrupción.
Lo que sucede es que nunca pasan de la imputación a la condena, porque la justicia se demora tanto que el delito prescribe, porque se destituye al juez que los investiga o porque un espabilado abogado encuentra un motivo para que algún juez declare nulo el procedimiento.




Modesto Crespo es ese self made man a la española que pasó de tener una tienda de venta de coches usados a presidir la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), por cuya gestión ha sido imputado, y la del Patronato del Misteri de Elche, demostrando también, como Colton, que era capaz de mezclar negocios y religión. Un hombre, dicen, de "profundas convicciones religiosas", como su amigo Francisco Camps. Crespo tenía incluso la potestad de administrar el sacramento de la comunión, demostrando una vez más que la jerarquía eclesiástica española acierta de pleno en la honradez de sus colaboradores.

De Luis Sepúlveda, exmarido de Ana Mato, parece que no queda ninguna duda sobre su vinculación con el asunto de corrupción conocido como caso Gúrtel. Sepúlveda fue alcalde de Pozuelo de Alarcón en el momento de mayor auge de  la fiebre del ladrillo, cuando todo era urbanizable y cualquier cosa era comisionable.

De la familia Pujol, de su poder en Catalunya, de cómo extienden sus tentáculos por todas partes y de sus negocios limpios y menos limpios, van apareciendo noticias, con la timidez de quienes se atreven a publicarlas sabiendo que enseguida serán vícitimas de ataques de tan poderoso clan: cualquiera que hable mal de la familia Pujol sabe que será tildada de antipatriota, de anticatalanista, de hacer daño al país. Pero a Oriol Pujol, hijo del patriarca, se le vincula (presuntamente de nuevo, que vuelva a quedar claro) con una de las peores acciones que pueda hacer un político: ayudar a promulgar leyes que favorezcan sus negocios privados, como es el caso de la ley de la "ITV para edificios", cuya una misión era obligar a la gente a contratar tales revisiones a una empresa en la él tiene intereses. Mientras tanto, toda la familia se dedica a las excursiones, dentro de la tradición montañera del cristianismo catalán

Colton Burpo nos ha contado sus fantasías, sin duda propias de la anestesia que le aplicaron, mientras que aquí tenemos que conformarnos con las mentiras o la estupidez, con las que tratan de anestesiarnos a nosotros:
Ana Mato y la Infanta Cristina están utilizando el mismo argumento en su defensa: no sabían de dónde sacaban el dinero sus respectivos maridos. O mienten o son unas ignorantes, y en cualquiera de los dos casos deben renunciar a los cargos de responsabilidad que ocupan, puesto que no los merecen, por deshonestas o por ignorantes.

Por cierto, en otra muestra de lo poco fiable que que es su comportamiento: ¿cómo es que Ana Mato, tan religiosa y próxima (o perteneciente) al Opus Dei se separó de su marido Luis Sepúlveda, imputado en el caso Gürtel? ¿No se casó por la Iglesia, para lo bueno y para lo malo, hasta que la muerte los separara? ¿Dónde está su coherencia con la religión que tanto defiende?

Si mienten deben irse, pero si son unos incompetentes que no se enteran de nada, también.

Amén