jueves, 23 de mayo de 2013

Que viene el coco

Tan ignorantes e ingenuos somos en este país que todavía creemos en el coco, que aún funciona como un elemento para meternos miedo si no nos tomamos la medicina.


Por eso cuesta tanto pensar que cualquier nueva ley de educación que pergeñe un gobierno, en especial de la derecha católica, vaya a servir para mejorar nuestra capacidad de raciocinio: sencillamente no les interesa tener una ciudadanía preparada y, por lo tanto, crítica. De otro modo no sería posible que la Comisión episcopal española dijera que "la enseñanza religiosa escolar ha de hacer presente en la escuela el saber científico, orgánico y estructurado de la fe", sin que todo el país riera a carcajadas, porque cualquiera que tenga no ya el mínimo conocimiento científico, sino el mínimo conocimiento religioso, sabe que juntar fe y ciencia es un oxímoron, puesto que por definición la fe no es científica, la fe es una creencia, es decir, una certeza no basada en hechos probados ni probables.

Y, puesto que la religión parece llamada a ocupar de nuevo un lugar importante en esta sociedad, como garante del orden establecido so pena de que caiga sobre nosotros toda la furia celestial (no confundir con el cambio climático), el Partido Popular ha decidido también llevar esta estrategia al terreno de la política, utilizando el viejo "que viene el coco" para que nos conformemos con las medidas regresivas que está aplicando.
No es ningún invento suyo, no tienen tanta originalidad, cualquier asalariado sabe cómo se negocian los convenios colectivos en una empresa: la patronal tiene unos objetivos concretos, pero propone cosas adicionales absolutamente disparatadas, que finalmente retira y cuela lo que realmente quería, y encima con el alivio y contento de los trabajadores. Por ejemplo, si quiere conseguir una rebaja salarial del 2%, en su propuesta de convenio indica que va a despedir a un número importante de trabajadores, recortar las vacaciones y aumentar la jornada de trabajo. Entonces los sindicatos se muestran indignados hasta que consiguen que la empresa renuncie a todo salvo la rebaja salarial del 2%, y los trabajadores contentos.



Siguiendo esta táctica es como está preparando su ley del aborto el muy retrógrado ministro Gallardón: filtra algunos despropósitos, como que la malformación del feto no será motivo de aborto legal, enciende a la población y finalmente retira la propuesta, como si hiciera caso a las presiones, con lo que acaba teniendo lo que en realidad quería, una nueva ley que supone un serio retroceso con respecto a la actual, y que encima aceptaremos como un triunfo.









En la misma línea ha aparecido en escena (Antena 3) Aznar, el auténtico coco para multitud de españoles, amenazándonos con su arma de destrucción masiva, para que acabemos agradecidos por tener como jefe de gobierno a Rajoy, un hombre que está desmantelando el estado  no confesional y social  que teníamos mientras construye un estado nacional católico tutelado por lo más retrógrado de la jerarquía eclesiástica, mientras nosotros nos mostramos aliviados por no tener como presidente del gobierno al coco, con el que, por cierto, tal vez acabáramos estando mejor, ya que quizá por fin haríamos algo para enfrentarnos a estos deimonónicos gobernantes que están desmontando todo lo que tanto nos había costado montar y NO hay motivo para hacerlo, puesto que no se trata de que falte dinero  para las políticas sociales, sino que se está repartiendo de otra manera, entre ya sabemos quiénes



sábado, 11 de mayo de 2013

Stoker, una película esencial




Hay películas en las que pasan mil cosas a un ritmo endiablado, unos mueren otros matan, hay grandes viajes y aventuras, amores y desamores, fidelidades y traiciones, saltos en el tiempo y en el espacio que nos mantienen clavados en la butaca como hipnotizados, pero en cuanto atravesamos la puerta de salida lo que nos preocupa es saber si llueve o si encontraremos un taxi para regresar a casa, porque todo lo que hemos visto se proyectaba en la pantalla, pero no de la pantalla hacia nosotros.

Stoker, la primera película americana del coreano Park Chan-wook, no es así, porque todo lo que sucede en ella vuela directamente hacia nosotros, impregnándonos de su esencia entre morbosa y sexual, entre terrorífica y amorosa. Sin necesidad de que estén pasando cosas todo el rato, simplemente intuyendo que algunas pasarán, o viendo como otras efectivamente pasan, pero solo cuando deben, ni antes ni después, el director coreano nos invade con esta obra maestra, que no nos abandona al salir del cine, sino que continúa con nosotros, tal vez para siempre.
Porque Stoker no es una película cualquiera, es una historia intrigante contada de una manera excepcional en cuanto a las formas, que al final, en un arte tan visual como el cine, definen el contenido. El argumento de Stoker es bueno, pero en definitiva no es novedoso, lo que realmente es novedoso es como Park Chan-wook nos lo cuenta: cada plano importa, cada gesto, cada palabra.
Hay secuencias extraordinarias, con una tensión excepcional, algunas de ellas ante un piano, que no parece un objeto destinado a crear mucha tensión, pero la maestría del director consigue que nos quedemos atenazados, esperando. También hay algunos planos no consecutivos que, de forma extraordinaria, nos ayudan a ponernos en la piel de los personajes, especialmente los que nos muestran a India abriendo el congelador: ella no acaba de creer lo que ve, igual que nosotros los espectadores, por eso vuelve a abrirlo en otro momento y vuelve a mirar, también como nosotros: juntos nos hacemos cargo de la realidad.
El ritmo, los decorados (¡qué casa!, ¡qué casa!), los personajes secundarios, las interpretaciones, los paisajes: todo es insustituible, la historia no podría ser contada en otra parte ni interpretada por otros actores.

Espléndidas actuaciones las de todos ellos. Las críticas hablan en primer lugar de Nicole Kidman, yo no lo haré, quiero destacar ante todo la extraordinaria Mia Wasikowska, una joven actriz cuya gran capacidad la está llevando a trabajar en numerosas películas, en general espléndidas. Fue, nada menos, la Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton en la que, hace tres años, encarnaba a un personaje de más edad (19 años, entonces la suya) que el de India en Stoker, que solo tiene 18, pero lejos de parecer una mujer mayor embutida a presión en un personaje más joven, el aspecto de Mia Wasikowska y su manera de actuar hacen de ella una excelente elección, quizá mejor que si hubiera interpretado su papel una chica de 18, porque Mia sabe dotar a su personaje de la ambigüedad necesaria que requiere.

Mathew Goode, el tío, es la segunda gran elección. Dotado de un físico también perfecto para el papel, con esa mezcla de ironía y belleza exótica, siempre parece estar escondiendo algo, pero siempre nos cae simpático, se lo podríamos perdonar todo. Excelente en la ya añeja Match Point, de Woody Allen, rodó también Retorno a Brideshead, otro personaje hecho para su físico.

No voy a dejar de lado a Nicole Kidman, en su, para mí, mejor papel desde que hizo Los otros, de Amenábar. Su evolución, desde la fría distancia hasta la implorante necesidad, es espléndida, su mirada va marcando el momento emocional de la película. Excelente recuperación de una actriz demasiado a la deriva.

Pero todos los secundarios están excelente, demostrando que el director coreano sabe elegir y dirigir, cosa nada fácil. Y, de entre ellos, me gustaría destacar a Ralph Brown en el papel del sheriff: está excelente en sus contadas apariciones. Impagable su reacción cuando Charlie le pregunta si quiere que le escriba el nombre en italiano de la ópera que él y su sobrina veían en determinado momento.

Otra cosa: la versión original es imprescindible, siempre es fundamental, pero en Stoker la modulación de las voces forma parte de la película tanto como cualquier otra cosa: esas voces bajas, graves, susurradas, tanto para amar como para amenazar no son concebibles en un doblaje.

Stoker es una de las películas más brillantes de los últimos años, dentro de un tiempo se utilizará como referencia, como ahora se habla de Vértigo o de la Sombra de una duda (ambas de Hitchcock). No hay que perdérsela para saber por qué.