jueves, 23 de septiembre de 2010

58ª edición del festival de Cine de San Sebastián

El inquietante cartel de la sección oficial
En un festival de cine pasan muchas cosas, te enteras de la mitad y asistes a algunas. En el de San Sebastián, en concreto, hay tantas secciones que no puedes abarcarlas todas: la Sección oficial, Zabaltegui, Horizontes latinos, Made in Spain y un largo etcétera que te obliga a seleccionar mucho y a  desear tener la suerte de poder conseguir entradas para lo seleccionado (si no posees una varita mágica llamada acreditación de prensa, que no es mi caso). Al final no siempre las consigues y acabas viendo películas que no tenías previsto pero que te sorprenden gratamente. Yo destaco dos películas muy modestas pero repletas de intención y con guiones excelentes: la argentina "Rompecabezas" y la uruguaya "Norberto apenas tarde", con una actriz y un actor protagonistas, respectivamente, extraordinarios.

Es un cine muy distinto de la fastuosa Eat Pray Love, que no es más que una colección de postales y frases de autoayuda que tienen en común que Julia Roberts está siempre presente (siempre significa siempre), pero que no aportarán nada a la historia del cine ni a la de ninguno de los humanos que la vean. Sí, hay escenas cargadas de sensiblería que hacen derramar lagrimitas, pero se olvidan a los cinco minutos. Si me dijeran que salvara algo de la quema elegiría a Bardem, por supuesto, siempre excelente... y las canciones de Neil Young que adornan la película (¿debe saber el hombre que sus canciones han ido a parar a este bodrio?).
Me pregunto quién habrá tenido tiempo para asistir a la retrospectiva de Don Siegel, director excelente del que quizá la mayoría recordemos los Harry con Clint Eastwood, pero que es también el responsable de Madigan, La invasión de los ladrones de cuerpos, The killers (Código del hampa) o Fuga de Alcatraz entre otras muchas. Sin duda un gran director que se merecería una semana antes o después del festival para que los aficionados pudieran disfrutar de sus películas en pantalla grande y con tranquilidad... es una idea.




Julia Roberts, sin su famosa sonrisa, y Ryan Murphy    
En cambio, todo el mundo acudió, en algún momento, a alguna de las apariciones de Julia Roberts, que recibió el premio Donostia sin que yo tenga muy claro por qué, aparte de que "pasaba por allí" y le venía bien recibir el premio porque uno de los otros actores de la película es Javier Bardem. Sin duda no es alguien a quien los cinéfilos se lo darían, pero supongo que todo el mundo ha de sobrevivir, festivales de cine incluidos.
 Julia se paseó por el festival como una diosa, acompañada siempre por Javier Bardem, convertido en lacayo de lujo, y por el director y coprotagonistas de la película (excelente Richard Jenkins) que pasaron desapercibidos o casi.
Los fans se parapetaron junto al hotel María Cristina o junto al Kursaal y algunos, con una inocencia e ingenuidad que hacen dudar de su buena salud mental, le ofrecían presentes como por ejemplo un retrato suyo (de la Roberts) hecho en punto de cruz o una bolsita con bombones. Otros traían fotos de la propia Julia para que ella firmara (displicentemente) sobre ellas.
Javier Bardem y Tuva Novotny (todavía serena)
Recibió el premio Donosti y lo celebró a lo grande, tanto que llegó al hotel María Cristina con el pelo revuelto, andares vacilantes y unos acompañantes en dudoso estado (Tuva Novotni, apenas se tenía en pie). Luego todos corrieron como posesos hacia la discoteca del hotel, "protegidos" por una corte de guardaespaldas de la veintena de personas que en aquel momento estaba tranquilamente en el hall del hotel. De su estado a la salida ya no puedo dar fe... ¡estrellas!

Sin embargo, Javier Bardem entró en el hotel un poco después (¿adrede? Su madre estaba dentro, en la escalera, ¿controlándolo?), sereno y simpático con todo el mundo, sin regatear una sonrisa, un autografo ni una foto. Claro que él es un gran actor y Julia una gran estrella, que son cosas muy distintas.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Artículo. El pastor Terry Jones

La capacidad de un hombre para hacer el mal es inmensamente superior a la que tiene para hacer el bien. Cualquiera puede coger un arma y matar a una veintena de personas en pocos minutos, o presionar un botón y lanzar un misil con el que matar a miles o hasta a millones.

Sin embargo, también existe quien tiene poca capacidad objetiva de hacer daño pero cuyos efectos se ven multiplicados por la difusión de la noticia de lo que va a hacer.

Y ese es el caso de este ¿pastor? de Miami que ha anunciado la estupidez de quemar coranes el 11 de Setiembre. Con esta simple acción su capacidad de crear mal es escasa, puesto que sólo él y sus pocos seguidores llevarán a cabo la acción y su repercusión será vecinal. Pero resulta que los medios de comunicación le han convertido en un hombre mundialmente famoso, su efigie ya ha ardido en Afganistán y el general estadounidense el mando de las tropas allí ya ha advertido del peligro que supondrá para sus soldados que el pastor lleve a cabo su acción.

No aprendemos. Hoy en día cualquier cosa que llame la atención es considerada una noticia digna de ser publicada... y de ser vista, escuchada leída.

Hay noticias que no tienen más trascendencia: las miserias de la ex-mujer de un torero famoso, la buena o mala relación de los miembros de la familia real o la vida sexual de los participantes en gran hermano, por poner algunos ejemplos.
Pero hay otras que despiertan los peores instintos de los receptores: odios nacionalistas, religiosos o racistas; porque son irracionales, atávicos y afectan a los menos formados intelectual y emocionalmente, que son por tanto los más fáciles de manipular y los más difíciles de controlar.

Hasta yo, escribiendo sobre ello, le estoy dando una publicidad que no merece (si es que alguien lee este blog). Pero los propietarios de medios de comunicación que llegan a cientos de millones de personas deberían pensárselo dos veces antes de publicitar este tipo de noticias.