viernes, 22 de noviembre de 2013

Blue Jasmine - Woody Allen y la realidad


Cuando los críticos de cine no se ponen de acuerdo sino que tienen opiniones contrarias es casi seguro que, al menos, nos encontramos ante una película polémica, que se presta a distintas interpretaciones, que se puede entender de una manera o de otra, que a unos gusta y a otros no; es decir, que nos encontramos ante una obra de arte y no ante una película plana y sin matices.
El cine es arte y en él, como sucede con la pintura, hay muchas formas de expresión: del realismo más fiel a la pintura de goteo. Y dentro de cada estilo hay obras maestras y auténticos bodrios, calificaciones que no dependen del gusto de quienes miran el cuadro, sino de la calidad de la obra: un cuadro realista pintado con mala técnica no gustará al mayor fan del realismo, y una imitación de Pollock no gustará a un amante del original.
Allen se mueve dentro del realismo, pero no por eso deja a veces de esparcer un poco de cine con regadera sobre sus películas, eso es precisamente lo que lo hace único y le ha valido la admiración de muchos aficionados al cine durante tantos años a película por año. A veces la regadera le juega malas pasadas y nos impide ver el realismo de detrás, pero otras hace que resalte lo que en realidad quiere contar.
Blue Jasmine tiene, quizá, más goteo que otras películas suyas, tanto que a veces puede ocultar lo que hay en segundo término, pero a veces también ayuda a realzarlo. Son goteo que oculta la realidad algunos de los personajes secundarios de la película, como los novios, tanto el de la protagonista como el de su hermana, pero son goteo que la realza otros como la señora del asiento de al lado de la protagonista en el vuelo inicial o el ingeniero de sonido con el que liga su hermana.

¿Y cuál es la realidad que subyace? Pues vendría a ser algo así como que la realidad no existe, porque todo el mundo parece estar capacitado para crear la suya propia y falsa:

  • La protagonista no se llama como dice llamarse, ni es quien le explica a su novio que es, y tampoco su exmarido hacía lo que decía hacer, ni en el trabajo ni en el matrimonio
  • A la hermana de la protagonista no le gusta la vida que lleva, pero quiere creerse ella misma que es la que quiere llevar, porque no se ve capaz de llevar otra-
  • El ingeniero de sonido al que la hermana conoce no dice ser quien no es, porque no dice nada, pero al final se descubre que no es quien se esperaba que era.
  • El novio de la hermana está luchando todo el rato por parecer alguien distinto al que en el fondo es, igual como su amigo bajito, que no se da cuenta de que su realidad y la de la protagonista nunca serán la misma.
  • El novio de la protagonista todo el rato parece que engaña, porque no puede ser verdad ese encuentro tan perfecto, pero al final resulta que sí era lo que parecía, pero nos ha tenido engañados media película
  • Y qué decir del dentista, cuya alucinación es tanta que hasta le pide a la protagonista que se tome unas pastillas para alucinar como él, que es incapaz de interpretar la realidad.

Bueno, no sé si estamos ante una historia que no interesa (como dice Boyero) o ante un guión perfecto (como defiende Martínez), pero lo que sí parece claro es que la película da bastante de sí, lo que no parece poco.

Y como último comentario: ¿subtitulada o doblada? La eterna pregunta, que en este caso también tiene dobles lecturas: si usted es capaz de entenderla sin leer un solo subtítulo, no tenga ninguna duda: véala en versión original. Ahora bien, si tiene que leer se va a perder el extraordinario repertorio de expresiones del rosto de Cate Blanchett, aunque a cambio tendrá que soportar el infame doblaje de cada una de las palabras que dice su hermana (Sally Hawkins), su novio y sus amigos.


La crítica de Boyero en El País

La crítica de Lluís Martínez en El Mundo