domingo, 22 de junio de 2008

Artículo. El nuevo PP

Es justo reconocerlo: el Partido Popular lo ha hecho muy bien. Durante meses ha sabido ocupar las portadas de los periódicos, presidir los sumarios de los telediarios y ser el tema principal en las tertulias de la radio. Lo ha conseguido de una forma un tanto heterodoxa (aireando sus presuntas diferencias), pero muy efectiva.
Por un lado han conseguido que nos familiaricemos con unos nombres que hasta ahora nos eran plenamente desconocidos: María Dolores de Cospedal y Esteban González Pons entre los vencedores, o Ignacio González y Carlos Aragonés, entre los vencidos, han aparecido escritos o han sido nombrados a todas horas en los principales medios de comunicación. Ya conocidos, pero ahora claramente identificados en el bando correspondiente, han quedado Alberto Ruiz-Gallardón o Javier Arenas, en el de los ganadores, y Esperanza Aguirre o María San Gil, en el de los perdedores. Todos ellos han ocupado más tiempo en las noticias que ministros y leyes del actual gobierno recién estrenado.
Pero, sobre todo, lo que mejor han hecho ha sido transmitir a la sociedad la noticia de que han ganado los buenos. El Partido Popular era un partido que había perdido las elecciones por crear crispación, apoyar una guerra inhumana que sólo defienden quienes sacan tajada de ella, desviar la atención de la realidad hacia peregrinas teorías conspirativas islámico-etarra-socialistas, acusar sin motivo (que algo queda) y un sinfín más de prácticas marrulleras (bloqueo de la justicia, constantes recursos al Tribunal Constitucional, etc.) que finalmente les llevaron al aislamiento entre los partidos y, quizá, a perder apoyo entre los votantes.
Y ¿por qué era así el Partido Popular? Pues porque estaba en manos de los malos, cuya delantera titular era: Aznar, Aguirre, Acebes, Zaplana y Mayor Oreja. Pero ahora todo eso ha cambiado, nos dicen. Ahora ha llegado sangre nueva, joven, renovada y renovadora: han ascendido al primer equipo a Soraya Sáenz de Santamaría, María Dolores de Cospedal y Esteban González Pons, tres jóvenes promesas de la cantera.
Con ellos, al parecer, todo va a ser distinto. No importa que el entrenador siga siendo el mismo: Mariano Rajoy; ni que le flanqueen el fundador Fraga y el honorario Aznar. Tampoco hemos de fijarnos en que siguen en la alineación titular Mayor Oreja, Trillo (que, si él o su partido tuvieran un mínimo de dignidad, debería hacer tiempo que no ocupara ningún cargo de responsabilidad en ninguna parte), Montoro, Pastor o Arenas. Todos ellos ministros con Aznar. ¿Y qué decir de la gran perdedora, Aguirre, que sigue siendo la virreina en Madrid?
¿Qué ha cambiado entonces en el Partido Popular? Bueno, seguramente resultará más agradable ver y escuchar a una mujer llorosamente simpática, como María Dolores de Cospedal, que al cenizo y circunspecto Acebes, y tal vez sean más presentables las chulescas maneras de primera de la clase de Soraya Saénz de Santamaría que las chulescas de ligón de playa de Eduardo Zaplana, pero poco más, porque la esencia, como la mayoría de las personas de su cúpula, parece destinada a seguir igual: sostener siempre su verdad, aunque contradiga la realidad, porque saben que, al final, la insistencia y la machaconería producen los resultados esperados: mucha gente acaba por creer que lo que más oye (ni siquiera es necesario escuchar) es la verdad. Como esa que nos contado hasta la saciedad este fin de semana: que Rajoy, por fin, se ha deshecho del aznarismo, que el PP es un partido nuevo.