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Israel utiliza la misma estrategia (no en vano los judíos
son parte importante de quienes tienen el poder y el dinero): aprovecha
cualquier tímida respuesta de Palestina a los innumerables atropellos a los que
se ve sometida por el agresivo gobierno judío, para atacar de forma exagerada,
sobredimensionada: no es el ojo por ojo sino el ciento por uno, algo que, sin
duda, no debería ser del agrado de tantos judíos ortodoxos como hay en el gobierno de Israel,
porque no debe ser propio de la religión que defienden.
De esta forma, como ocurre con la actual política neoliberal
que gobierna el mundo, Israel, que ha provocado la situación de enfrentamiento, con el habitual
trato vejatorio y de conquista al que someten a los palestinos, les hace pagar
dos veces:
- · la primera, con su política de asentamientos, de erosión del espacio propio de Palestina, con el racionamiento del agua, con su cierre de fronteras y con el maltrato al que someten a los palestinos, que trabajan por salarios ínfimos y encima son sometidos a insultantes cacheos y controles para acudir a su trabajo.
- · la segunda, con su política agresiva, vengativa y propia de aquellos nazis a los que tanto, y con tanta razón, denigran: han construido su particular muro de la vergüenza, sus quasi campos de concentración y cualquier protesta de los palestinos es reprimida de forma brutal, sin importar sobre quién descargan su ira, da igual niños que empleados de la ONU, en una política que, si no es de exterminio, se le parece bastante.
¿Y por qué Israel tiene impunidad para actuar así?
Por la misma razón por la que los potentados, gobiernos y
autoridades monetarias lo tienen para hacerlo con los ciudadanos del mundo
entero: porque tienen el poder, tienen el dinero y saben que pueden cometer sus
fechorías sin que nadie haga nada para evitarlo porque la desproporción de
fuerzas es tal (y creciente) que a quien levanta la voz le cortan la lengua,
dicho sea ello en sentido figurado, aunque no en todos los casos, solo hay que
fijarse en nuestro propio país, donde dos personas han sido condenadas a más
años de prisión por participar en una manifestación que otras por haber
malversado fondos públicos, que es uno de los mayores delitos sociales que se
pueden cometer.
Hace ya muchos años (el sometimiento del pueblo palestino no
es de ahora), Juan Goytisolo escribió un artículo en El País (¡ay! aquel diario progresista) en el que hacía notar que
cuando se entrevistaba a un israelí siempre era una persona culta, que hablaba
un perfecto inglés con tranquilidad, mientras que los palestinos que salían en
la tele siempre eran unos airados musulmanes que gritaban en árabe. Nadie decía
que el israelí disponía de una importante renta per cápita, había estudiado en
caras universidades privadas y era miembro de un ejército de sofisticado
armamento, mientras que el palestino era un campesino indignado porque el que
tan bien hablaba le había arrasado su casa y había matado algún familiar.
Todavía ahora esta es la clave de la cuestión: los israelíes
son presentados al mundo (gracias al ingente poder judío en los medios de
comunicación, como en tantos otros negocios) como una gente culta y preparada
que parece haber tenido la mala suerte de que se le haya instalado al lado un
vecino sucio y gruñón siempre y terrorista las más de las veces al que hay que
eliminar para salvar su propia seguridad. Sin duda una de las mayores falacias
de la historia, pero cuyo relato consigue llegar a todos los rincones del
planeta, que parece que estará perpetuamente en deuda con los judíos por lo que
en un momento determinado de la historia les hicieron los nazis.
Israel cuenta con dos elementos en su favor, uno histórico: la
persecución de los judíos durante el nazismo (algo que ha provocado que los
judíos se hayan convertido en intocables, cometan las barbaridades que cometan),
el otro económico: el enorme poder que tiene el lobby judío por todo el mundo
pero de forma especial en Estados Unidos. Para entendernos: son como la derecha:
los dueños del capital, siempre unidos, formando un bloque compacto y sin
disidencias, bien unidos por el interés y con los medios de su parte.
Palestina, en cambio, es un país pobre (en buena parte por
el empobrecimiento al que lo ha sometido Israel), sus correligionarios
musulmanes no disponen de buena prensa en el mundo y, además, son incapaces de
unirse para defenderlos: unos porque son de otras facciones, otros porque no
quieren enemistarse con el capital. Es decir, como la izquierda en general:
siempre dividida por un quítame allá esas discusiones retóricas, ese afán de
protagonismo y ese excesivo cuidado en no enfadar al capital, no sea que los
líderes izquierdistas acaben sin conseguir un retiro dorado.
Mientras tanto, los palestinos mueren, los proletarios (sí,
eso es la mayoría de la población mundial) pasan hambre y la clase dirigente,
incluyendo a los judíos (sí, también a algunos musulmanes), dispone cada vez de
mayores medios para someter a unos y otros, que a duras penas disponen ya del
derecho a protestar, que se está convirtiendo, día a día, en un riesgo cada vez
mayor que obliga a la gente ha plantearse seriamente ejercerlo.