miércoles, 27 de enero de 2016

Albert Ballesta ¿A quién elegimos cuando votamos?

Albert Ballesta i Tura es, desde el día 26 de enero, el alcalde de Gerona*. ¿Cómo ha llegado a ocupar dicho cargo? Pues, aunque parezca mentira, es bastante largo de explicar y más parece un relato de ficción que una historia real de política.

Erase una vez un presidente de la Generalitat de Catalunya, llamado Artur Mas, que el 14 de enero de 2015 anunció que convocaría elecciones anticipadas para el 27 de setiembre de aquel año. Unas elecciones anticipadas son una medida excepcional, que un gobierno toma cuando ha perdido la mayoría parlamentaria o se produce una situación de inestabilidad que hay que solventar cuanto antes, pero Mas planificaba unas elecciones anticipadas con más de ocho meses de adelanto.
Para dichas elecciones se formó Junts pel sí, una coalición electoral formada por CiU, ERC y algunos independientes, que encabezaba Raül Romeva. Sin embargo, los miembros de la coalición habían acordado que el candidato a la presidencia no sería él, sino Artur Mas, que era el cuarto de la lista, algo que nunca expresaron en público.

Junts pel sí obtuvo 62 diputados en las elecciones, lejos de la mayoría absoluta, que solo podía alcanzar sumando los 10 diputados de la CUP, una de cuyas exigencias era que Artur Mas no fuera el presidente. Son conocidas las largas negociaciones que se produjeron entre estas dos coaliciones, que acabaron con un acuerdo cuando menos curioso desde el punto de vista de la democracia: Junts pel sí renunciaba a que Mas fuera el presidente pero a cambio exigía la dimisión de dos diputados de la CUP. ¿Algunos en concreto? Pues no, eso quedaba a elección de la propia CUP. Es decir, no es que hubiera dos diputados que a Junts pel sí no le gustaran especialmente, sino que por lo visto era solo una cuestión de números: si Junts pel sí renunciaba a su candidato, la CUP debía renunciar a dos de ellos. Nada ilegal, pero un poco feo, que en fino se dice poco estético.
A mí me recordó un chiste muy antiguo en el que un guardia civil y un delincuente rescatan a un ricachón de morir ahogado. Agradecido, el ricachón les dice que pidan lo que quieran, que se lo concederá. Eso sí, al guardia civil el doble, por ser un representante de la ley. Entonces el delincuente responde: quiero que me saquen un ojo.

En fin. Sigamos con la historia. Mas se fue y Junts pel sí escogió nuevo candidato: Carles Puigdemont, que era el alcalde de Gerona desde hacía pocos meses, puesto que en mayo se habían celebrado elecciones municipales. 
¿Recuerdan cómo pusieron el grito en el cielo los voceros del independentismo y de la derecha en general cuando se especuló que Ada Colau podría dar el salto y presentarse a las generales? Dijeron que sería un fraude para los barceloneses, porque ella hacía muy poco tiempo que había sido elegida para ser alcalde de Barcelona.
¿Les importó que Puigdemont estuviera en la misma situación? No. 
¿Era Puigdemont el número uno de la lista de Junts pel sí de Gerona para las atonómicas? Tampoco. El número uno era el cantante Lluis Llach, retirado de los escenarios, empresario vitivinícola (¡a qué precios van sus vinos!, consulten, consulten) y, por lo visto, gran experto en asuntos de gestión política. Puigdemont era el tercero.

Muy bien, ya tenemos President de la Generalitat. Pero habían desnudado un santo para vestir a otro: Gerona se había quedado sin alcalde. Había que buscar otro. Entonces, la gente pensante de Junts pel sí fue recorriendo la lista: ¿el segundo? No, ¿el tercero? no, ¿el cuarto? Tampoco. Ninguno de los que habían puesto les gustaba... hasta que encontraron al candidato ideal en el puesto decimonoveno. Allí estaba Albert Ballesta i Tura, el gran tapado. ¡Qué cara se les debió quedar a los diecisiete que iban antes! ¿Son todos unos inútiles? Entonces para qué los pusieron.
Tan de sorpresa le pilló el nombramiento a Ballesta, y tan poca idea de política tiene, que el día que tomó posesión del cargo lo hizo mal, no pronunció ninguna fórmula legal y tuvo que repetir la toma de posesión cuatro días después.

Esta es la historia del actual acalde de Gerona, al que me gustaría saber si alguno de los votantes de Junts pel sí de aquella ciudad habría podido imaginar que sería la persona a la que estaba eligiendo para el cargo con su voto.

Y es que Cataluña es un país modelo y, cuando seamos independientes, no solo ataremos los perros con longanizas, sino que impartiremos por todo el mundo clases de democracia, transparencia, corrupción… perdón, no, quiero decir de formas de evitar la corrupción, no sé en qué estaría pensando.

* Sé que en catalán Gerona se dice Girona, pero es un error (demasiado frecuente y politizado) escribir la palabra en catalán en un documento en castellano, porque existe nombre castellano: Gerona. Igual que los catalanes, cuando escriben en catalán, dicen, por ejemplo: Saragossa por Zaragoza, o Llorca por Lorca.