domingo, 7 de noviembre de 2010

La visita del Papa y el trato de favor a la Iglesia Católica.

No resulta difícil criticar la visita del Papa a Barcelona (y a Santiago, pero vivo en Barcelona y lo he vivido más de cerca). Motivos hay muchos: lo que ha costado y quién lo ha pagado; las molestias que ha supuesto para los ciudadanos, y muy especialmente para los que viven cerca de la Sagrada Familia, debido a unas medidas de seguridad increíblemente exageradas; la intromisión del Papa en las leyes civiles que actualmente rigen nuestro país, con unas opiniones que pueden resultar peligrosas según en que cerebros caigan; la excesiva vinculación que el acto ha tenido con la clase política, en buena parte porque una visita del Papa siempre tiene trampa, puesto que a su condición de cabeza de la Iglesia Católica une la de Jefe del estado del Vaticano y ello obliga a determinados protocolos que los gobernantes del país visitado no pueden eludir; etc.

Detrás de todo ello, los partidarios de su visita y de los privilegios de la Iglesia Católica en general argumentan siempre que la religión católica es la mayoritaria en España, a la que nos une una larga tradición histórica y cultural. Sea. Resulta difícil de negar, aunque por lo que las encuestas y las prácticas actuales muestran, cada vez son más aquellos a los que la religión les importa poco o nada. Pero dentro de aquellos a los que todavía les importa, es evidente que los católicos son mayoría.

Los católicos son, en general, gentes de orden, que habitualmente votan a la derecha. La derecha quiere que el Estado intervenga menos en la vida de los ciudadanos (Rajoy lo decía la semana pasada en una entrevista, los del Tea Party lo tienen claro y no digamos David Cameron), pero, en cambio, los políticos de derechas son partidarios de darle a la Iglesia Católica un trato de favor: más presencia en la enseñanza y en la vida pública en general, más vinculación con el Estado, más subvenciones... ellos, que abominan de las subvenciones para otros motivos.

Si la Iglesia Católica es la que por historia y cultura nos es propia, si tanto son los españoles devotos de ella:
  • ¿para qué necesitan subvenciones? ¿Por qué siguen recibiendo inmensas cantidades de los presupuestos del Estado? No olvidemos esto porque se ha dicho que parte de la visita a Barcelona la ha pagado la propia Iglesia, pero es que el dinero que la Iglesia ha pagado procede de nuestros impuestos tanto como la parte que ha pagado el Ayuntamiento.
  • ¿para que necesitan que el Estado les ayude permitiéndola estar presente, en exclusiva, en los colegios públicos? No serán tantos los padres que, libremente, quieran que sus hijos estudien religión en el colegio cuando necesitan que el Estado la imponga.
  • ¿por qué se ha renunciado esta legislatura a tramitar la ley de Libertad Religiosa que dejaría a la Iglesia Católica en igualdad de condiciones no ya sólo con otras religiones sino también con quienes no quieren ser vinculados a ninguna religión?
  • ¿Por qué sigue habiendo un crucifijo sobre la mesa en la que los ministros prometen (o juran, pero no todos, ni mucho menos) su cargo?
  • ¿Por qué los funerales de Estado son católicos y no civiles?
Hay tantas preguntas que a la Iglesia Católica y a los partidos de derechas les resultan difíciles de contestar que el Papa ha tenido que recurrir a insuflar miedo, con esas declaraciones que hizo ayer en el avión que lo traía a España, en las que comparaba la actual situación en España con la que se daba en los años treinta a la que, no olvidemos, siguió un golpe de Estado sangriento que dejó la situación tal como le convenía a la Iglesia Católica: siendo la religión oficial del Estado y teniendo al país reprimido y atemorizado con su discurso tenebrista y su decidido apoyo a un gobierno ilegal, dictador y asesino.
¿Será que necesitan trato de favor para que la gente no la abandone?

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