domingo, 3 de febrero de 2013

Aquí y ahora. Coetzee y Auster

La transcripción de una relación epistolar entre dos escritores no presagia nada bueno, porque lo más lógico es que acaben escribiendo sobre literatura de forma más bien pedante.

Sí, además, uno de ellos es Paul Auster, escritor con una clara tendencia a escribir sobre sí mismo (Diario de invierno, Ciudad de cristal, etc.) y sobre literatura en general (Brooklyn follies, La habitación cerrada, Viajes por el Scriptorium, etc.), las sospechas se incrementan.

Y si en el otro lado nos encontramos con otro escritor que también ha escrito bastante sobre sí mismo: J.M. Coetzee, autor de su autobiografía, si bien es cierto que de forma un tanto peculiar (Infancia, Juventud, Verano), una biografía, también peculiar, de Dostoievsky (El maestro de Petesburgo) o la de un personaje inventado y alter ego suyo (Elisabeth Costello), casi no quedan dudas de que el presagio se va a hacer realidad.


Claro que Auster es, a su vez, un maestro en el arte de narrar los cambios de sus personajes a raíz de las no-casualidades que ocurren casualmente, mientras que Coetzee es uno de los escritores que mejor sabe hacer crítica social sin que los mimbres nos impidan ver la historia que nos cuenta (como le pasaba, por ejemplo, a Saramago).
Es decir, nos encontramos frente a dos escritores dispares, casi opuestos en la concepción de su obra, porque mientras uno rebusca en lo contingente el otro hurga en la realidad. Auster nos presenta a unos tipos increíbles a los que les ocurren cosas impensables y Coetzee nos habla de racismo y pobreza, tanto económica como humana. Más diferentes no pueden ser.
Sin embargo, además de tratar sobres sí mismos, ambos escritores tienen en común su preocupación por lo que sucede en el mundo y, como su opinión es publicada en los medios más prestigiosos, es evidente que saben de su influencia en el mundo.



Y fue precisamente el aparentemente más comprometido Coetzee quien propuso a Auster esta relación epistolar que ahora se ha publicado, tal vez intuyendo que podrían tratar temas importantes sin la frivolidad de unas entrevistas que ellos mismos saben que contestan con el piloto automático puesto.
Y así es, en este Aquí y ahora (cartas 2008-2011), ambos escritores se dejan de pedanterías literarias y rebuscan en el fondo de sí mismos para ofrecernos un espléndido libro de intercambio de opiniones, en ocasiones de una profundidad y agudeza ejemplares.
Hay literatura, por supuesto, no podía ser de otra manera siendo ellos quienes son, pero también hay deportes, viajes, política, cine o preocupación por la vejez. Todo ello tratado con agilidad, con la concisión que requiere una carta y, por lo tanto, con la precisión necesaria para explicar las ideas en pocas palabras. Y el diálogo no es fácil, porque lo separa el tiempo y el espacio, más propios de siglos anteriores que del actual en el que toda comunicación es inmediata, y porque a veces los temas se recuperan varias cartas después para darles otra vuelta (en este sentido es curioso en especial lo que comentan sobre los deportes, tema al que regresan una y otra vez).

Es mucho lo que se podría comentar sobre el libro, muchas las citas que se podrían hacer, pero siempre he pensado que cuando uno comenta un libro lo mejor es no explicar mucho sobre él, para no deshacer la magia del descubrimiento. Así que, a modo de ejemplo muy concreto, me limito a recoger dos citas sobre la vejez, edad a la que se acercan ambos escritores, especialmente Coetzee (nacido en 1940, Auster es de 1947).

Una, de mucho calado, de Coetzee, a propósito de la edad a partir de la cual uno ya no puede seguir escribiendo: ¿cómo detecta uno que simplemente ha perdido la capacidad para hacerle justicia a un tema? (página 228).

La otra de Paul Auster, más divertida, a propósito de otro comentario de Coetzee sobre la inminencia de la vejez (estaré encantado de conversar sobre la memoria en algún momento del futuro, si nos acordamos de volver sobre el tema... ...a medida que se termina mi septuagésima década en el mundo... página 123): solté una sonora carcajada cuando leí que estabas dispuesto a hablar de la memoria conmigo: en algún momento del futuro, si nos acordamos de volver sobre el tema. En la siguiente frase de tu carta te refieres al despiste, y luego, en la que sigue a esa dices que te acercas al final de tu septuagésima década... ¡lo que significaría que tienes setecientos años! (página 125).

Espero que todavía les queden suficientes años a ambos para que sigan haciendo justicia a los temas que traten y que sean capaces de seguir dejándonos obras de su máximo nivel, aportando reflexión y humor.

No hay comentarios: