domingo, 24 de abril de 2011

El auge de la ultraderecha en Europa. Y España está en Europa.

Las crisis económicas son caldo de cultivo de gobiernos autoritarios, y los gobiernos autoritarios acaban teniendo la tentación de convertirse en regímenes autoritarios, porque uno de sus componentes fundamentales es abolir la discrepancia, lo que no es posible en un régimen democrático.

La historia nos ofrece muchos ejemplos, en especial en la Europa de entreguerras. Hitler ganó unas elecciones antes de instaurar su régimen de partido único en el que cualquier otra idea era perseguida, con las consecuencias que todos conocemos. Mussolini, cuando por encargo del rey se presentó en el Parlamento para ser primer ministro, obtuvo la mayoría de los votos de los diputados, luego ganó unas elecciones y finalmente instauró el fascismo como forma de gobierno. En Austria, una coalición de derechas ganó las elecciones de 1932, en 1933 Engelbert Dollfuss disolvió el Parlamento de manera indefinida. Estos son los más conocidos, pero en este período de entreguerras se instauraron regímenes autoritarios en Grecia, Rumanía, Bulgaria, Hungría, Croacia y en otros países más. España, donde la dictadura no provino de una evolución política sino de un golpe de estado, es un caso aparte, peor si cabe.

Durante todo este tiempo hubo represiones y luchas fratricidas, se produjeron actos de violencia racista y religiosa entre gente que antes convivía sin problemas, que provocaron una gran cantidad de muertos y despertaron odios que aún hoy permanecen (véase si no el caso de las repúblicas de la antigua Yugoslavia). Sabemos cómo acabó todo aquello: el terror instaurado por Hitler contó con los apoyos más o menos abiertos de muchos de estos gobiernos autoritarios y la situación acabó desembocando en la Segunda Guerra Mundial.
Millones de muertos, hambre y sufrimiento, la división del mundo en dos bloques y una larga guerra fría fueron las consecuencias finales de aquellas elecciones en las que los votantes se decantaron por unos partidos que les ofrecían ley y orden, sacar a sus respectivos países de la crisis económica, devolverles el orgullo de formar parte de una gran nación o restituir los valores religiosos perdidos.
Tras estas promesas, lo que en realidad había eran grupos políticos manejados por los grandes poderes económicos que querían recuperar un poder y un territorio que habían perdido tras la primera guerra mundial y la crisis mundial de 1929. Para hacerlo no les importó avivar odios y miedos, buscar chivos expiatorios y enemigos fáciles de identificar y atacar.

Cuando hoy, en una nueva situación de crisis económica, vemos cómo algunos políticos centran sus discursos en culpar de la mala situación económica a los inmigrantes, defender preeminencias religiosas, fomentar nacionalismos agresivos o atacar de forma feroz e infundada ideas y políticos de otros partidos, no deberíamos olvidar lo que pasó hace más de medio siglo.
Estamos viendo lo que sucede en algunos países europeos: el ascenso de partidos de ultraderecha y ultranacionalistas es evidente. Ha sucedido en Finlandia de forma clara hace muy pocos días, con los grandes resultados electorales de los Auténticos Finlandeses. En Francia, la consolidación  del Frente Nacional como tercera fuerza política ha quedado patente tras las últimas elecciones cantonales. También Hungría, Suecia o Dinamarca ven el auge de las propuestas ultranacionalistas. 
Esperemos que España, esta vez, no se convierta en un caso aún peor. Sin embargo, leer algunos periódicos o escuchar las vocingleras tertulias diarias de algunos programas de radio o cadenas de televisión debería bastar para advertirnos de que se están sembrando semillas con las que se acaba cosechando eso peor que hemos sido tantas veces. Sería prudente pensárselo dos veces antes de seguirles el juego.

Revisemos la historia, que para eso está, para estudiarla y aprender de ella sin necesidad de revivirla: la historia es nuestra experiencia colectiva, la que nos permite no repetir errores. No los cometamos por ignorancia.

1 comentario:

Terpio dijo...

Tristemente tengo que identificarme con tus comentarios , junto a los que siembran también estan los que abonan , en nuestro caso Intereconomía , La Gaceta , Veo 7 , etc... , con pretendidos intelectuales e historiadores que sin escrupulos interpretan la historia de manera torcicera . Ojalá no nos quememos por culpa de quienes juegan con fuego