lunes, 28 de marzo de 2011

El aeropuerto de Castellón. Bienvenido míster Fabra

Todo el mérito que atribuimos en su momento a Berlanga y Azcona, quedó ensombrecido el otro día cuando Camps y Fabra inauguraron el aeropuerto de Castellón. Creo que ni al director ni al guionista se les hubiera ocurrido nunca una situación como la que los dos políticos protagonizaron: la inauguración de un aeropuerto sin permiso para la navegación aérea.
No es sólo que no la tengan, es que ni siquiera está pedida. Pero que nadie crea que esto es un sinsentido que ha costado un buen montón de millones de euros que seguramente hubieran podido tener mejor destino. Nada más lejos de la verdad porque, en realidad, lo que se ha construido en Castellón son unas pistas de aterrizaje para que los ciudadanos puedan pasear por ellas.
Así lo dijo, literalmente, Fabra: "cualquier ciudadano que lo desee pueda visitarlas y caminar por ellas, cosa que no podrían hacer si fueran a despegar aviones".
Camps, que estaba a su lado, ¿dudó acaso de la cordura del su compañero de filas? No, todo lo contrario: "Eres un visionario", le dijo.
No sabemos cuántos años tardará en llegar la visión que tuvo Fabra que, tal vez ensoberbecido por el piropo de su President, se amesianó y dijo: "Id y contadlo", como si fuera Jesucristo dirigiéndose a sus apóstoles.
Eso sí, la pista, ese día, estaba repleta de autocares: los que habían llevado gratis a los jubilados y que habían sido pagados por distintos ayuntamientos de la provincia para que el acto no quedara deslucido.
Tampoco faltaron las autoridades civiles ni eclesiásticas: allí estaba el obispo que, poco visionario, rogó para que las pistas fueran pronto operativas: "esperamos que pronto se haga uso de él". Allí estaba la flor y la nata del empresariado valenciano: los hermanos Roig, propietarios de Mercadona, Pamesa y el Villarreal CF, el presidente de Porcelanosa, Manuel Colonques, el presidente de Marina d'Or , Jesús Ger (otro gran visionario, sin duda) y algún otro.
Queridos Berlanga y Azcona, allá donde estéis, sed francos: ¿se os hubiera ocurrido alguna vez un argumento similar? Lo de Bienvenido Mr. Marshall, a su lado, no le llega ni a la suela del zapato, tengo que decíroslo, por mucho que me duela. Y es que los mitos no resisten un paso por la realidad.

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