martes, 27 de mayo de 2014

Cazadores urbanos: la novela negra y la codicia

Todas las novelas tienen, en mayor o menor grado, misterio e intriga, porque de lo contrario abandonaríamos su lectura a las pocas páginas, pero solo la novela negra es aquella que se adentra en la parte más oscura del ser humano.
La novela negra va más allá de contar uno o varios asesinatos y mantener al lector con el misterio de quién es el asesino y la duda de si será atrapado o no. De hecho, una novela puede ser negra sin que contenga ningún asesinato, pero es condición indispensable que muestre las cloacas de nuestra sociedad.

En mi opinión, los mejores escritores de novela negra son los estadounidenses, inventores del género. Dashiell Hammet y Raymond Chandler son quizá los más conocidos de entre los clásicos, James Ellroy o Elmore Leonard de entre los posteriores, especialmente por las adaptaciones cinematográficas de sus libros. Hay muchos más, que sería prolijo enumerar aquí, de los que yo destaco especialmente a Edward Bunker, cuyas historias son de una brutalidad extrema, o Chester Himes, escritor negro que denuncia con fuerza el racismo en sus novelas. Todos ellos retratan ese sustrato sombrío que existe en la sociedad y los personajes que se mueven en él, casi siempre dominados por la codicia, que origina corrupción y causa crímenes en todos los estamentos, desde los políticos hasta los policías pasando por los llamados hombres de negocios, a quienes persiguen unos protagonistas generalmente desencantados y cínicos con un pasado triste y duro.

Lo mismo sucede en muchos países europeos, como Italia, en la que tenemos a Donna Leon que, aunque americana, vive y sitúa sus novelas en Venecia y dedica cada entrega de la saga del comisario Brunetti (de perfil muy distinto al de los norteamericanos) a algún tema socialmente de actualidad, desde la inmigración a la corrupción política; algo semejante hacía Leonardo Sciascia, muy centrado en la mafia para narrar los crímenes y la corrupción de su época. No se quedan atrás en su denuncia los autores nórdicos, que tan de moda están. También los franceses, con el prolífico y agudo Simenon a la cabeza, o la actual Fred Vargas, gustan de ponernos ante lo más bajo de la sociedad francesa.

En España destaco a Vázquez Montalbán como escritor que usaba la novela negra para retratar y criticar la España franquista y tardofranquista en la que vivió, y al actual Rafael Chirbes, que seguramente no puede ser considerado un escritor de novela policíaca o de crímenes al modo tradicional, pero que utiliza sus historias, negras como las que más, para mostrarnos lo peor de la actual sociedad de corrupción en plena crisis económica y social.

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Es con este afán de retratar la codicia y el afán de poder en la España de principios de este siglo XXI que nació Cazadores Urbanos. Cada uno en su nivel, los personajes de esta novela tienen sus ambiciones y pretenden alcanzar sus objetivos utilizando los medios a su alcance, legales o no, morales o inmorales.
A principios de este milenio, parecía que en España todo estaba permitido si servía para enriquecerse. El gobierno de la época fomentó el obtener dinero fácil a partir de privatizar bienes públicos y permitir comportamientos poco éticos, los medios de comunicación afines le dieron soporte mediático y empezó a correr el sentimiento de que si no te hacías rico era porque eras tonto, no importaba a costa de qué o quién fuera.
En este contexto, en Cazadores urbanos nos encontramos con un amplio espectro de personajes que intentan llegar un paso más allá de donde podrían hacerlo ateniéndose a métodos legales. Algunos para dar el gran pelotazo, otros para salir adelante en un ambiente hostil en el que no es fácil la supervivencia.
Pero el poder que cada uno tiene es muy distinto y los delincuentes de poca monta son utilizados sin escrúpulos por los que tienen ambiciones más altas. Sin darse cuenta, los primeros quedan envueltos en una tela de araña de la que les va a resultar muy difícil salir, si es que lo consiguen.
No es pues, tampoco, una novela de crímenes y misterio, pero sí es una novela negra en la que se intenta explicar, a partir de historias menores, cómo el país se vio envuelto en una espiral de corrupción y codicia que fue caldo de cultivo para la crisis que estalló poco años después y todavía nos atenaza.





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