viernes, 1 de junio de 2012

Vicens Vives. Lo que nos enseña la historia: de Fernando VII a Bankia


Es en tiempos convulsos como los que vivimos cuando más necesario es conocer la historia, para saber cómo hemos llegado hasta aquí, conocer qué es lo que hicimos mal y tratar de enmendarlo de cara al futuro, si podemos, o al menos entender lo que pasa y verlas venir, que no es poco.
Los libros de historia (no incluyo en ellos a los panfletos de pseudohistoria) no suelen estar en las listas de los más vendidos, lo cual se debe, según mi parecer, a dos razones: la falta de interés de la mayoría de los ciudadanos, trabajada a conciencia a base de desinformación y malos sistemas de enseñanza (¿malintencionados?), y la proliferación de malos libros de historia, que en ocasiones sería más adecuado incluir dentro del apartado de sensacionalismo que de la materia que les es propia.

Sin embargo, de vez en cuando, aparecen libros interesantes y, en muy raras ocasiones, auténticas joyas. Acantilado acaba de publicar una que, ahí es nada, está escrita hace más de cincuenta años, en pleno franquismo, por uno de los grandes maestros de la historiografía española, Jaume Vicens Vives, cuya prematura muerte a los 50 años (en 1960), nos privó de más trabajos como este que ahora se publica en español por primera vez.
 
En 200 páginas, Vicens nos cuenta 150 años de la historia de España; unos años, además, muy agitados, pero no por ello se trata de un libro superficial de divulgación, al contrario, la capacidad de síntesis de Vicens Vives le permite profundizar con maestría en ese período de la historia de España y consigue que la entendamos de manera clara, sin que abandone en ningún momento el análisis riguroso.
 
Y nada mejor que acudir a sus propias palabras, puesto que es (casi) imposible decir más y mejor con tan pocas. El libro empieza así: "La vida en España, al igual que en Europa, se vio afectada, entre 1815 y 1870, por un hecho político fundamental (el fracaso del Antiguo Régimen y la expansión de la ideología liberal), un fenómeno económico general (la difusión del maquinismo y la organización industrial moderna), y una subversión cultural del espíritu (el Romanticismo). La evolución original de la historia española se debe, precisamente, a la influencia de esta triple corriente, así como a las reacciones aque suscitó en un ambiente social mayoritariamente agrícola, de un nivel técnico bastante bajo, y falto de capitales importantes; por otra parte, el fondo ideológico de este medio estaba dominado por una concepción gloriosa y heroica del país, que era resultado de la tradición católica.. Y del recuerdo de la odisea americana".  Páginas 49-50.
Eh ahí un profundo análisis de casi un siglo de la historia de España en menos de una página. El punto en el que estábamos y el camino que íbamos a recorrer estaba condicionado por lo que Vicens indica con tanta claridad. En otros países las cosas cambiaron mucho durante el siglo XIX, pero en España, que arrastraba pesados lastres, no. Los bienes eclesiásticos pasaron a manos laicas, sí, pero siguieron concentrados en unas pocas manos (las únicas que pudieron comprar en la desamortización), los españoles gritaron "Vivan las caenas" cuando se asustaron de lo nuevo, siguieron dejando que la iglesia rigiera sus pensamientos y se acostumbraron a que los militares decidieran los cambios de rumbo político mientras el país seguía atrasado, la gente ignorante y pobre y los terratenientes aumentaban su poder junto a algún industrial advenedizo.
 
 
Unas cuántas páginas después, casi cien años más tarde, Vicens nos dice: "tras la guerra (se refiera a la Primera Guerra Mundial), una vez se hubo restablecido poco a poco una situación económica normal, se vio claramente el carácter ilusorio de esta prosperidad (se refiere a la española, mientras duró la guerra), puesto que, en general, no se la había aprovechado ni para modernizar la industria ni para buscar una solución satisfactoria al problema agrario. En pocas palabras, los beneficios de la guerra permitieron crearse algunas fortunas, sin aportar a la nación el bienestar que cabía esperar del esfuerzo realizado durante este período. Página 178.
 
Una vez más nos encontramos ante una ocasión perdida: poco o nada había cambiado y, en este sentido, resulta demoledor el último párrafo (resaltado por mí en negrita), que es el sino de nuestro país, tan individualista, tan poco dado al bien público, siempre a merced del avispado que sabe sacar los cuartos a los demás, solo en beneficio propio. La sociedad (¿qué es la sociedad en España?) no existe, nunca ha existido. Muchos alardean de patriotismo, de su amor a España. Pero España no existe, España es solo una multitud de individuos que, cuanto más patriotas se declaran, menos les interesa el bien común de su país.
 
Y lo que vino después de la Primera Guerra Mundial no nos mejoró, ya lo sabemos: nuevas intervenciones militares, nuevas idas y venidas de reyes, la iglesia siempre omnipresente, forjando la forma de ser de los españoles a través de siglos de una doctrina oscurantista que solo produce ignorantes, tan dados a prohibir lo que no nos gusta, a despreciar lo que ignoramos (Machado) y a atacar a muerte al que se atreve a pensar o actuar de esa forma que no nos gusta y despreciamos.
 
Todo esta amalgama de miedo a la libertad, a lo nuevo, a perder los privilegios llevó a un golpe de Estado que dio paso a una guerra civil cuando fracasó. Los republicanos (el Estado legítimo, no se olvide) no fueron capaces de de unirse, organizarse ni conseguir apoyos de forma suficiente para combatir a los rebeldes, acabaron perdiendo la guerra y con ello cualquier conquista social que se hubiera obtenido con tanto sacrificio. El franquismo acabó de un plumazo con lo conseguido y nos retrotrajo a épocas próximas a la inquisición y la monarquía autoritaria e ignorante de  Fernando VII.
 
Estamos en 2012 y podemos coger el libro de Vicens, abrirlo al azar y leer cualquier párrafo que nos hará ver qué poco ha cambiado todo en este país desde 1814 (desde mucho antes, de hecho): la iglesia, que conserva todos sus privilegios, sigue imponiendo su manera de pensar, que es la que les interesa a aquellos terratenientes que, sin dejar de serlo, han sabido diversificar sus negocios y siguen siendo el poder. Seguimos gritando ¡Vivan las caenas! cuando votamos opciones que nos perjudican claramente pero que son próximas a esta cobertura ideológica que nos impide ver más allá de nuestra propia oscuridad. Seguimos sin saber qué es la sociedad, qué es lo público. Seguimos ignorando que hay que pedir responsabilidades a quienes gestionan un patrimonio que no es suyo, ya sea políticos o banqueros. Seguimos riendo las gracias a los personajillos que se enriquecen a nuestra costa pero quedan resultones en la televisión.

Seguimos siendo valleinclanescos.
¿No es esperpéntico lo sucedido en Bankia? Miles de millones de euros mal empleados vamos a tener que pagarlos todos los españoles mientras a quienes gestionaron aquel conglomerado de banocs y cajas no se les exige ninguna responsabilidad.
¿No es esperpéntico que Carlos Dívar, nada menos que el Presidente del Tribunal Supremo, diga que tiene la conciencia tranquila y no va a dimitir, mientras se niega a dar explicaciones de para qué eran los viajes que pagó con dinero público?
¿No es esperpéntico que el ministro de justicia diga que con este suceso Carlos Dívar sale fortalecido? Claro que es el mismo ministro que quiere dar negocio a los notarios a base de permitirles firmar divorcios, que quiere prohibir (¡cómo les gusta prohibir!) el aborto o hacernos pagar por usar un bien del estado como la justicia.
¿No es esperpéntico Mariano Rajoy, un presidente del gobierno que huye por el aparcamiento para no tener que dar explicaciones a los periodistas de sus continuos bandazos e incumplimientos de programa?
¿No es esperpéntico negar asistencia sanitaria a personas por el hecho de no tener los papeles en regla?
¿No es esperpéntico adoptar medidas para luchar contra el paro que provocan más paro?
¿No es esperpéntico dejar de invertir en investigación y educación, las dos únicas maneras de recobrar posiciones en el mundo, mientras se mantiene el presupuesto de la iglesia y el ejército?




En fin, Vicens Vives ya no está con nosotros, pero su obra sí (como la de otros historiadores igual de interesantes) y es a través de ella que seremos capaces de comprender y mejorar, de lo contrario nos seguirán engañando cuantas veces quieran.


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