miércoles, 5 de noviembre de 2008

Artículo. Can we?

Obama ha ganado las elecciones en los Estados Unidos. Es una noticia excelente, que muchos esperábamos, hartos por una parte del discurso rambopublicano utilizado por su contrincante y encandilados con la impecable presencia del electo.
Y no me refiero sólo a su elegancia en el vestir o en las formas, a esa maravillosa forma que tiene de andar en mangas de camisa o enfundado en su habitual traje negro con corbatas de nudos perfectos (¿dónde aprenderán los estadounidenses a anudarse tan bien las corbatas? ¡Hasta los nudos de Bush son envidiables!), sino a su elegancia en el discurso, en sus eslóganes, en su impecable carrera, en su impecable vida.
Porque, hoy en día, una vida impecable es esa que reúne en sí misma el famoso melting pot americano, que, hoy por fin, llega al poder. Obama, nacido en una isla lejana, hijo de padre africano y madre americana que se divorciaron. Muerto él en accidente de coche, muerta ella de cáncer. Criado por su abuela en Chicago, estudiante en Harvard, casado con una brillante profesional, padre de dos guapas niñas, guapo él a su vez, inteligente, gran orador, carismático.
Además, cuenta con el apoyo del mundo entero. En plena campaña electoral fue recibido en Europa como si ya fuera el presidente y aclamado en Berlín por más gente de la que acude a un concierto de rock.
Lo tiene todo. Tiene tanto que, por momentos, parece un héroe de ficción, no un supermán sino uno de esos personajes íntegros que hubiera podido protagonizar James Stewart si hubiera sido negro y estuviera vivo y que no podrá protagonizar Denzel Washington porque Obama le ha robado el papel de su vida.
Y esa es la principal inquietud que podemos sentir ante el personaje, que no sea más que un gran actor con un excelente guión, porque da la impresión de que hacía ya meses que el mundo sabía que Obama sería el próximo presidente de los Estados Unidos.
La rudeza de la política americana durante los últimos ocho años ha sido tal que todo ha chirriado demasiado, haciendo que todos nos diéramos cuenta de que la maquinaria estaba herrumbrosa, tanto que ha acabado casi casi por pararse. Por ello, se necesitaba un buen tres en uno, alguien que engrasara de nuevo la maquinaria para que todo volviera a funcionar sin ruidos ni rozaduras, para que podamos sentirnos cómodos mientras seguimos haciendo girar los engranajes.
Claro que habrá cambio. Tiene que haberlo si no queremos cargárnoslo todo. El new deal, que tanto se menciona ahora, sirvió para que el capitalismo avanzara como nunca antes lo había hecho: con más inteligencia, haciendo que el progreso fuera general, haciendo que todos obtuviéraos una parte del pastel, aunque la de unos fuera infinitsimal y la de otros enorme, pero todos recibían algo. Esa es la clave: si sabes que vas a recibir algo, te esfuerzas en hacer girar los engranajes, en caso contrario puede que prefieras destruirlos.
Can we? Yes, of course, because we must change. Obama se encargará. Desde hoy cuenta ya con el apoyo de muchos millones de personas que le apoyarán y perdonarán que no lleve a cabo todo cuanto ha prometido, porque no podrá hacerlo. Pero hará lo suficiente. Dentro de ocho años (sí, ocho, dentro de cuatro será reelegido) quizá veamos a Sarah Palin en la Casa Blanca, porque será el momento de recoger los frutos.
Hasta entonces, carpe diem.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

I dont know if we can but I wanna believe that at least we´ll try. Veo que Obama no nos ha dejado indiferentes a ninguno, su discurso me pareció emocionante, es histórico que un afroamericano vaya a estar en la Casa Blanca!!! como titulaba un diario británico ayer parafraseando a Armstrong "It´s one (not so) small step for a man, a giant leap for mankind". Espero que cuando Mar sea mayor se quede alucinada precisamente de lo contrario y que me diga "mama, pero cómo podía ser noticia en tu época que un negro sea elegido presidente de USA???" Desde luego para los que nos encanta ese pais es una gran noticia este cambio de aires.
Saludos desde TRD.
Sara.

Anónimo dijo...

Yes, we can...
Cuando Obama, a las 10 de la noche se dirigia a pronunciar su discurso en Chicago, su primer discurso como presidente electo, envió un e-mail a sus amigos y colaboradores:
"I'm about to head to Grant Park to talk to everyone gathered there, but I wanted to write to you first.
We just made history. And I don't want you to forget how we did it."

Después, ante la multitud, su discurso fue:

"¡Hola, Chicago!

Si todavía queda alguien por ahí que aún duda de que Estados Unidos es un lugar donde todo es posible, quien todavía se pregunta si el sueño de nuestros fundadores sigue vivo en nuestros tiempos, quien todavía cuestiona la fuerza de nuestra democracia, esta noche es su respuesta.
Es la respuesta dada por las colas que se extendieron alrededor de escuelas e iglesias en un número cómo esta nación jamás ha visto, por las personas que esperaron tres horas y cuatro horas, muchas de ellas por primera vez en sus vidas, porque creían que esta vez tenía que ser distinta, y que sus voces podrían suponer esa diferencia.
Es la respuesta pronunciada por los jóvenes y los ancianos, ricos y pobres, demócratas y republicanos, negros, blancos,hispanos, indígenas, homosexuales, heterosexuales, discapacitados o no discapacitados. Estadounidenses que
transmitieron al mundo el mensaje de que nunca hemos sido simplemente una colección de individuos ni una colección
de estados rojos y estados azules.
Somos, y siempre seremos, los Estados Unidos de América.
Es la respuesta que condujo a aquellos que durante tanto tiempo han sido aconsejados a ser escépticos y temerosos y
dudosos sobre lo que podemos lograr, a poner manos al arco de la Historia y torcerlo una vez más hacia la esperanza en un día mejor.
Ha tardado tiempo en llegar, pero esta noche, debido a lo que hicimos en esta fecha, en estas elecciones, en este
momento decisivo, el cambio ha venido a Estados Unidos.
Esta noche, recibí una llamada extraordinariamente cortés del senador McCain.
El senador McCain luchó larga y duramente en esta campaña. Y ha luchado aún más larga y duramente por el país que
ama. Ha aguantado sacrificios por Estados Unidos que no podemos ni imaginar. Todos nos hemos beneficiado del
servicio prestado por este líder valiente y abnegado.
Le felicito; felicito a la gobernadora Palin por todo lo que han logrado. Y estoy deseando colaborar con ellos para renovar
la promesa de esa nación durante los próximos meses.
Quiero agradecer a mi socio en este viaje, un hombre que hizo campaña desde el corazón, e hizo de portavoz de los
hombres y las mujeres con quienes se crío en las calles de Scranton y con quienes viajaba en tren de vuelta a su casa en
Delaware, el vicepresidente electo de los Estados Unidos, Joe Biden.
Y no estaría aquí esta noche sin el respaldo infatigable de mi mejor amiga durante los últimos 16 años, la piedra de
nuestra familia, el amor de mi vida, la próxima primera dama de la nación, Michelle Obama. Sasha y Malia, os quiero a las dos más de lo que podéis imaginar. Y os habéis ganado el nuevo cachorro que nos acompañará hasta la nueva Casa Blanca.
Y aunque ya no está con nosotros, sé que mi abuela nos está viendo, junto con la familia que hizo de mí lo que soy. Los echo en falta esta noche. Sé que mi deuda para con ellos es incalculable.
A mi hermana Maya, mi hermana Alma, al resto de mis hermanos y hermanas, muchísimas gracias por todo el respaldo que me habéis aportado. Estoy agradecido a todos vosotros. Y a mi director de campaña, David Plouffe, el héroe no reconocido de esta campaña, quien construyó la mejor, la mejor campaña política, creo, en la Historia de los Estados Unidos de América. A mi estratega en jefe, David Axelrod, quien ha sido un socio mío a cada paso del camino.
Al mejor equipo de campaña que se ha compuesto en la historia de la política. Vosotros hicisteis realidad esto, y estoy
agradecido para siempre por lo que habéis sacrificado para lograrlo.
Pero sobre todo, no olvidaré a quién pertenece de verdad esta victoria. Os pertenece a vosotros. Os pertenece a vosotros.
Nunca parecí el aspirante a este cargo con más posibilidades. No comenzamos con mucho dinero ni con muchos avales.
Nuestra campaña no fue ideada en los pasillos de Washington. Se inició en los jardines traseros de Des Moines y en los
cuartos de estar de Concord y en los porches de Charleston. Fue construida por los trabajadores y las trabajadoras que
recurrieron a los pocos ahorros que tenían para donar a la causa cinco dólares y diez dólares y veinte dólares.
Adquirió fuerza de los jóvenes que rechazaron el mito de la apatía de su generación, que dejaron atrás sus casas y sus
familiares para hacer trabajos que les procuraron poco dinero y menos sueño.
Adquirió fuerza de las personas no tan jóvenes que hicieron frente al gélido frío y el ardiente calor para llamar a las
puertas de desconocidos y de los millones de estadounidenses que se ofrecieron voluntarios y organizaron y demostraron que, más de dos siglos después, un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no se ha
desvanecido de la Tierra.
Esta es vuestra victoria.
Y sé que no lo hicisteis sólo para ganar unas elecciones. Y sé que no lo hicisteis por mí.
Lo hicisteis porque entendéis la magnitud de la tarea que queda por delante. Mientras celebramos esta noche, sabemos que los retos que nos traerá el día de mañana son los mayores de nuestras vidas -dos guerras, un planeta en peligro, la peor crisis financiera desde hace un siglo-.
Mientras estamos aquí esta noche, sabemos que hay estadounidenses valientes que se despiertan en los desiertos de Irak y las montañas de Afganistán para jugarse la vida por nosotros.
Hay madres y padres que se quedarán desvelados en la cama después de que los niños se hayan dormido y se
preguntarán cómo pagarán la hipoteca o las facturas médicas o ahorrar lo suficiente para la educación universitaria de
sus hijos.
Hay nueva energía por aprovechar, nuevos puestos de trabajo por crear, nuevas escuelas por construir, y amenazas por
contestar, alianzas por reparar.
El camino por delante será largo. La subida será empinada. Puede que no lleguemos en un año ni en un mandato. Sin
embargo, Estados Unidos, nunca he estado tan esperanzado como estoy esta noche de que llegaremos.
Os prometo que, nosotros, como pueblo, llegaremos.
Habrá percances y comienzos en falso. Hay muchos que no estarán de acuerdo con cada decisión o política mía cuando
sea presidente. Y sabemos que el gobierno no puede solucionar todos los problemas.
Pero siempre seré sincero con vosotros sobre los retos que nos afrontan. Os escucharé, sobre todo cuando discrepamos.
Y sobre todo, os pediré que participéis en la labor de reconstruir esta nación, de la única forma en que se ha hecho en
Estados Unidos durante 221 años bloque por bloque, ladrillo por ladrillo, mano encallecida sobre mano encallecida.
Lo que comenzó hace 21 meses en pleno invierno no puede terminar en esta noche otoñal.
Esta victoria en sí misma no es el cambio que buscamos. Es sólo la oportunidad para que hagamos ese cambio. Y eso
no puede suceder si volvemos a como era antes. No puede suceder sin vosotros, sin un nuevo espíritu de sacrificio.
Así que hagamos un llamamiento a un nuevo espíritu del patriotismo, de responsabilidad, en que cada uno echa una
mano y trabaja más y se preocupa no sólo de nosotros mismos sino el uno del otro.
Recordemos que, si esta crisis financiera nos ha enseñado algo, es que no puede haber un Wall Street próspero mientras que Main Street sufre.
En este país, avanzamos o fracasamos como una sola nación, como un solo pueblo. Resistamos la tentación de recaer
en el partidismo y mezquindad e inmadurez que han intoxicado nuestra vida política desde hace tanto tiempo.
Recordemos que fue un hombre de este estado quien llevó por primera vez a la Casa Blanca la bandera del Partido
Republicano, un partido fundado sobre los valores de la autosuficiencia y la libertad del individuo y la unidad nacional.
Esos son valores que todos compartimos. Y mientras que el Partido Demócrata ha logrado una gran victoria esta noche,
lo hacemos con cierta humildad y la decisión de curar las divisiones que han impedido nuestro progreso.
Como dijo Lincoln a una nación mucho más dividida que la nuestra, no somos enemigos sino amigos. Aunque las pasiones los hayan puesto bajo tensión, no deben romper nuestros lazos de afecto. Y a aquellos estadounidense cuyo respaldo me queda por ganar, puede que no haya obtenido vuestro voto esta noche, pero escucho vuestras voces. Necesito vuestra ayuda. Y seré vuestro presidente, también.
Y a todos aquellos que nos ven esta noche desde más allá de nuestras costas, desde parlamentos y palacios, a aquellos
que se juntan alrededor de las radios en los rincones olvidados del mundo, nuestras historias son diversas, pero nuestro
destino es compartido, y llega un nuevo amanecer de liderazgo estadounidense.
A aquellos, a aquellos que derrumbarían al mundo: os vamos a vencer. A aquellos que buscan la paz y la seguridad: os apoyamos. Y a aquellos que se preguntan si el faro de Estados Unidos todavía ilumina tan fuertemente: esta noche hemos demostrado una vez más que la fuerza auténtica de nuestra nación procede no del poderío de nuestras armas ni de la magnitud de nuestra riqueza sino del poder duradero de nuestros ideales; la democracia, la libertad, la oportunidad
y la esperanza firme.
Allí está la verdadera genialidad de Estados Unidos: que Estados Unidos puede cambiar. Nuestra unión se puede perfeccionar. Lo que ya hemos logrado nos da esperanza con respecto a lo que podemos y tenemos que lograr mañana.
Estas elecciones contaron con muchas primicias y muchas historias que se contarán durante siglos. Pero una que tengo
en mente esta noche trata de una mujer que emitió su papeleta en Atlanta. Ella se parece mucho a otros que guardaron
cola para hacer oír su voz en estas elecciones, salvo por una cosa: Ann Nixon Cooper tiene 106 años.
Nació sólo una generación después de la esclavitud; en una era en que no había automóviles por las carreteras ni aviones por los cielos; cuando alguien como ella no podía votar por dos razones -porque era mujer y por el color de su piel. Y esta noche, pienso en todo lo que ella ha visto durante su siglo en Estados Unidos- la desolación y la esperanza,
la lucha y el progreso; las veces que nos dijeron que no podíamos y la gente que se esforzó por continuar adelante con ese credo estadounidense: Sí podemos. En tiempos en que las voces de las mujeres fueron acalladas y sus esperanzas descartadas, ella sobrevivió para verlas levantarse, expresarse y alargar la mano hacia la papeleta. Sí podemos. Cuando había desesperación y una depresión a lo largo del país, ella vio cómo una nación conquistó el propio miedo con un Nuevo Arreglo, nuevos empleos y un nuevo sentido de propósitos comunes. Sí podemos.
Cuando las bombas cayeron sobre nuestro puerto y la tiranía amenazó al mundo, ella estaba allí para ser testigo de cómo una generación respondió con grandeza y la democracia fue salvada. Sí podemos.
Ella estaba allí para los autobuses de Montgomery, las mangas de riego en Birmingham, un puente en Selma y un predicador de Atlanta que dijo a un pueblo: "Lo superaremos". Sí podemos.
Un hombre llegó a la luna, un muro cayó en Berlín y un mundo se interconectó a través de nuestra ciencia e imaginación.
Y este año, en estas elecciones, ella tocó una pantalla con el dedo y votó, porque después de 106 años en Estados Unidos, durante los tiempos mejores y las horas más negras, ella sabe cómo Estados Unidos puede cambiar.
Sí podemos.
Estados Unidos, hemos avanzado mucho. Hemos visto mucho. Pero queda mucho más por hacer. Así que, esta noche, preguntémonos -si nuestros hijos viven hasta ver el próximo siglo, si mis hijas tienen tanta suerte como para vivir tanto
tiempo como Ann Nixon Cooper, ¿qué cambio verán? ¿Qué progreso habremos hecho?.
Esta es nuestra oportunidad de responder a ese llamamiento. Este es nuestro momento.
Estos son nuestros tiempos, para dar empleo a nuestro pueblo y abrir las puertas de la oportunidad para nuestros pequeños; para restaurar la prosperidad y fomentar la causa de la paz; para recuperar el sueño americano y reafirmar
esa verdad fundamental, que, de muchos, somos uno; que mientras respiremos tenemos esperanza. Y donde nos encontramos con escepticismo y dudas y aquellos que nos dicen que no podemos, contestaremos con ese credo eterno que resume el espíritu de un pueblo: Sí podemos.
Gracias. Que Dios os bendiga. Y que Dios bendiga a los Estados Unidos de América."