jueves, 8 de mayo de 2008

Artículo. Con el dinero de los demás

Ayer los periódicos publicaban la noticia de que el gigante bancario suizo UBS deberá recortar hasta 5.500 puestos de trabajo en un año tras las pérdidas de casi 11.000 millones de dólares ligadas a los préstamos "subprime".
En primer lugar llama la atención este eufemismo de utilizar recortar en lugar de despedir, que es de lo que se trata, pero, sobre todo, resalta la utilización del verbo deberá, como si despedir empleados fuera una obligación o la única solución para la supervivencia del banco.
No he leído que ningún directivo deba dimitir por haber hecho unas inversiones (o mejor dicho, especulaciones) ruinosas, que han llevado al banco a la crisis en la que se encuentra. ¿Acaso eran estos 5.500 empleados quienes decidían en qué invertía el banco para el que trabajaban? No, y seguro que todo el negocio que ellos generaron ha sido positivo, pero serán ellos quienes paguen las consecuencias de una mala gestión.
También en España, los bancos han pedido al gobierno que invierta el dinero de la Seguridad Social en bonos y cédulas hipotecarias que ellos emitan, para poder así disponer de liquidez.
¿Y qué pasaría si algún banco se fuera a pique? Pues que quienes sufriríamos las consecuencias seríamos los españoles que aspiramos a tener una pensión digna después de toda una vida trabajando. No recuerdo que cuando los bancos proclaman sus quasi indecentes beneficios año tra año, cada vez más altos, digan también que van a hacer una dotación extraordinaria a la caja de la Seguridad Social.
Y cuando nieva poco y las estaciones de esquí no ganan tanto como esperaban, les falta tiempo para pedir subvenciones. Y los campesinos cuando la cosecha no va bien. Y los hoteleros de la playa cuando llueve. Y un largo etcétera de gremios que, en lugar de pagarse ellos una prima de seguro, pretenden que sea el Estado quien se la financie gratis.
Eso sí, la culpa de todos los males la tienen los salarios; incluso después de que ya haya quedado lo suficientemente claro que, año tras año, pierden poder adquisitivo.

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