martes, 4 de marzo de 2014

Her. Una película aburrida cargada de buena intenciones


Hoy en día, utilizar a una máquina para paliar la soledad de una persona parece un recurso del pasado. Que una persona tenga una relación afectiva con un sistema operativo, habría resultado interesante en una novela de Ray Bradbury o de Isaac Asimov y, desde luego, un ejercicio brillante en una de J. G. Ballard o de P.K. Dick, pero no en el guión de una película de 2013, por mucho que su guionista y director, Spike Jonze, se haya llevado el óscar al mejor guión original.


Toda la película gira alrededor de la dificultad de las relaciones humanas, especialmente de las afectivas, lo que tampoco es un tema nuevo, pero al que Jonze ha querido dar un toque original en lugar de quedarse en la habitual comedia romántica indie, aunque, en mi opinión, sin haber logrado una película completa. Es indudable que Her tiene algunas partes muy buenas, pero en cambio flojea en otras, siendo una de las principales la de la excesiva duración, que provoca un alargamiento innecesario de la historia y constituye un lastre para la película, que hubiera quedado más ágil con media hora menos y habría disimulado algunos de sus otros defectos. 


Theodore, magníficamente interpretado por Joaquin Phoenix, es un hombre negado para las relaciones afectivas (recién divorciado, enamorado desde la universidad de su vecina y que  hasta tiene problemas de relación con los protagonistas de un juego de realidad virtual que practica), pero experto en escribir cartas emotivas en nombre de otros. Son cartas de amor, de agradecimiento o de condolencia que quienes deberían escribirlas prefieren contratar a otros para que lo hagan, seguramente porque ellos no son capaces de hacerlo.

Esto es lo que me pareció más interesante de la película, porque resuelve con brillantez la paradoja de la dificultad que muchas personas tienen para tratar sus propios asuntos emocionales y, en cambio, resolver con soltura los ajenos.

Theodore trabaja durante el día escribiendo hermosos textos capaces de emocionar a extraños, pero lo vemos salir cada tarde de la oficina con un aspecto apocado, sin chispa, vitalmente disminuido por sus carencias amorosas tras su divorcio y, deduzco, tras años de estar enamorado de Amy (Amy Adams), con la que mantuvo en la universidad una relación de horas, porque aquello no hubiera funcionado, según Theodore, y que ahora vive en su propio edificio, casada con otro.

Otro de los grandes aciertos de la película es la elección de Scarlett Johansson para ser la voz de Samantha (Her hay que oírla en versión original, de lo contrario no tiene sentido). Si alguien puede enamorarse de un sistema operativo ha de ser porque tenga una voz, una dicción y una entonación como la que tiene Samantha, gracias a Scarlett.

Lo demás es una película más o menos trivial sobre la soledad, pero con ínfulas existencialistas.


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