sábado, 6 de julio de 2013

La invención del amor, de José Ovejero. La mejor oferta, de Giuseppe Tornatore

Hay novelas redondas que aumentan en el lector su afición a la lectura, que le sostienen la confianza en que, entre tanta oferta de mucho ruido y pocas nueces, siempre podrá encontrar alguna historia buena y bien contada que le entretendrá, emocionará y le hará reflexionar sobre las cosas de la vida.
La invención del amor, es una de esas novelas que lo tienen todo para satisfacer a ese lector que busca bucear en lo más hondo de sí mismo mientras lee historias sobre vidas ajenas inventadas, al tiempo que se lo pasa bien porque el relato es ameno e intrigante.
Su autor, José Ovejero, es uno de los grandes escritores españoles de la actualidad, aunque quizá no sea uno de los más conocidos. Un hombre versátil, que escribe ensayo tan bien como narrativa (y que, creo, debutó con un poemario) y que en esta novela, en mi opinión y aunque parezca exagerado, ha alcanzado una de las cumbres de la literatura española. Si es así o no es algo que el tiempo dirá, pero mi impresión es la de que me he topado con una obra perdurable, porque es de una densidad considerable y no un producto líquido que desaparezca por el desagüe nada más ser leído.
 
Ha querido la casualidad (¿existen las casualidades?) que terminara de leer esta novela el mismo día en que vi la película La mejor oferta, de Giuseppe Tornatore, dándose la circunstancia de que los dos personajes femeninos de ambas obras se llaman igual: Clara en la novela, Claire en la película.
No es en lo único en que ambas obras se parecen: las dos son retratos, detallados y completos, de hombres solos, de poca conexión social con el mundo en el que viven; ambos parecen sentirse más cómodos encerrados en su propio mundo que habitando el común con los demás. No es que sean unos solitarios, en el sentido de no relacionarse con la gente, ni mucho menos (uno tiene un trabajo público y el otro parece tener un largo historial con mujeres) sino que lo son en el sentido de no querer que su vida se mezcle mucho con la de los demás, no fuera a disolverse su esencia.

Pero a ambos les cambiarán las cosas cuando se topen con Clara/Claire, también dos mujeres muy parecidas, porque ambas están ausentes (aunque de forma bien distinta, que no voy a desvelar aquí, no quiero ser un spoiler para quien no haya leído o visto sus historias) y ambas son capaces de, con su ausencia, remover el yo profundo de los protagonistas masculinos y hacerlos salir de su caparazón para enfrentarse al mundo sin protección. El resultado tampoco lo escribiré aquí, pero sí que puedo contar que el viaje que ambos realizan es extraordinario, dotado de una coherencia interna que pocas veces se da en el campo de la narrativa, tanto escrita como visual, y que acompañarlos en él es sumamente gratificante para quienes contemplamos cómo evoluciona su vida mientras vamos viendo parecidos y diferencias con la nuestra y pensando sobre ello.


¿Se puede pedir más?

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