sábado, 11 de mayo de 2013

Stoker, una película esencial




Hay películas en las que pasan mil cosas a un ritmo endiablado, unos mueren otros matan, hay grandes viajes y aventuras, amores y desamores, fidelidades y traiciones, saltos en el tiempo y en el espacio que nos mantienen clavados en la butaca como hipnotizados, pero en cuanto atravesamos la puerta de salida lo que nos preocupa es saber si llueve o si encontraremos un taxi para regresar a casa, porque todo lo que hemos visto se proyectaba en la pantalla, pero no de la pantalla hacia nosotros.

Stoker, la primera película americana del coreano Park Chan-wook, no es así, porque todo lo que sucede en ella vuela directamente hacia nosotros, impregnándonos de su esencia entre morbosa y sexual, entre terrorífica y amorosa. Sin necesidad de que estén pasando cosas todo el rato, simplemente intuyendo que algunas pasarán, o viendo como otras efectivamente pasan, pero solo cuando deben, ni antes ni después, el director coreano nos invade con esta obra maestra, que no nos abandona al salir del cine, sino que continúa con nosotros, tal vez para siempre.
Porque Stoker no es una película cualquiera, es una historia intrigante contada de una manera excepcional en cuanto a las formas, que al final, en un arte tan visual como el cine, definen el contenido. El argumento de Stoker es bueno, pero en definitiva no es novedoso, lo que realmente es novedoso es como Park Chan-wook nos lo cuenta: cada plano importa, cada gesto, cada palabra.
Hay secuencias extraordinarias, con una tensión excepcional, algunas de ellas ante un piano, que no parece un objeto destinado a crear mucha tensión, pero la maestría del director consigue que nos quedemos atenazados, esperando. También hay algunos planos no consecutivos que, de forma extraordinaria, nos ayudan a ponernos en la piel de los personajes, especialmente los que nos muestran a India abriendo el congelador: ella no acaba de creer lo que ve, igual que nosotros los espectadores, por eso vuelve a abrirlo en otro momento y vuelve a mirar, también como nosotros: juntos nos hacemos cargo de la realidad.
El ritmo, los decorados (¡qué casa!, ¡qué casa!), los personajes secundarios, las interpretaciones, los paisajes: todo es insustituible, la historia no podría ser contada en otra parte ni interpretada por otros actores.

Espléndidas actuaciones las de todos ellos. Las críticas hablan en primer lugar de Nicole Kidman, yo no lo haré, quiero destacar ante todo la extraordinaria Mia Wasikowska, una joven actriz cuya gran capacidad la está llevando a trabajar en numerosas películas, en general espléndidas. Fue, nada menos, la Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton en la que, hace tres años, encarnaba a un personaje de más edad (19 años, entonces la suya) que el de India en Stoker, que solo tiene 18, pero lejos de parecer una mujer mayor embutida a presión en un personaje más joven, el aspecto de Mia Wasikowska y su manera de actuar hacen de ella una excelente elección, quizá mejor que si hubiera interpretado su papel una chica de 18, porque Mia sabe dotar a su personaje de la ambigüedad necesaria que requiere.

Mathew Goode, el tío, es la segunda gran elección. Dotado de un físico también perfecto para el papel, con esa mezcla de ironía y belleza exótica, siempre parece estar escondiendo algo, pero siempre nos cae simpático, se lo podríamos perdonar todo. Excelente en la ya añeja Match Point, de Woody Allen, rodó también Retorno a Brideshead, otro personaje hecho para su físico.

No voy a dejar de lado a Nicole Kidman, en su, para mí, mejor papel desde que hizo Los otros, de Amenábar. Su evolución, desde la fría distancia hasta la implorante necesidad, es espléndida, su mirada va marcando el momento emocional de la película. Excelente recuperación de una actriz demasiado a la deriva.

Pero todos los secundarios están excelente, demostrando que el director coreano sabe elegir y dirigir, cosa nada fácil. Y, de entre ellos, me gustaría destacar a Ralph Brown en el papel del sheriff: está excelente en sus contadas apariciones. Impagable su reacción cuando Charlie le pregunta si quiere que le escriba el nombre en italiano de la ópera que él y su sobrina veían en determinado momento.

Otra cosa: la versión original es imprescindible, siempre es fundamental, pero en Stoker la modulación de las voces forma parte de la película tanto como cualquier otra cosa: esas voces bajas, graves, susurradas, tanto para amar como para amenazar no son concebibles en un doblaje.

Stoker es una de las películas más brillantes de los últimos años, dentro de un tiempo se utilizará como referencia, como ahora se habla de Vértigo o de la Sombra de una duda (ambas de Hitchcock). No hay que perdérsela para saber por qué.

No hay comentarios: