domingo, 25 de marzo de 2012

Viva la Pepa, vivan las cadenas... y la mejor liga del mundo

Necesitados de mitos como estamos, la clase política, la monarquía y la prensa andan empeñados estos días en celebrar el segundo centenario de la promulgación de la Constitución de Cádiz (1812), como si fuera un gran logro que hubiera permitido el desarrollo y la modernidad de España.
Fernando VII
Quizá hubiera sido así si la Pepa, como se llamaba popularmente a aquella Constitución, hubiera permaneceido vigente durante mucho tiempo, pero los celebrantes pasan por alto que otra expresión popular, Vivan las cadenas, fue el símbolo del regreso al Absolutismo de Fernando VII en 1814, apenas dos años después de promulgada por las Cortes Generales.
Fernando VII reinó de forma absolutista durante seis años, pero en realidad retrocedimos un par de siglos: ilegalizó al Constitución, reanimó la Inquisición, castigó a los militares liberales, persiguió a los afrancesados y benefició a la nobleza en contra de los intereses de los campesinos, que habían apoyado el regreso del rey y a quienes el rey traicionó.
No aprendimos: el pronuncimiento de Riego en 1820 dio origen al Trienio Liberal, que terminó también por la fuerza y con la vuelta al absolutismo de Fernando VII, una vez más al grito de Vivan las Cadenas. Esta última parte del reinado de Fernando VII ha pasado a la historia como la Década Ominosa, con lo que no son necesarios muchos detalles para hacerse una idea de cómo fue, o sea, más o menos como siempre: nueva alianza entre el altar y el trono, ejecución de Riego, de Mariana de Pineda y otros muchos y, sobre todo, la profundización de la miseria y la ignorancia en España, que nos alejó definitivamente de la Revolución Industrial que se estaba fraguando en Europa y nos metió en el furgón de cola probablemente para siempre, porque la unión del atraso económico y cultural bajo el férreo dominio de la Monarquía, la clase dirigente y la Iglesia nos impidió (nos impide) acercarnos a la modernidad.
España cañí de José Luis Molleda (Madrid Sindical)
Desde entonces hasta ahora, no ha cambiado mucho nuestra historia. Algún corto período progresista (1868-1974, 1931-1936, terminados  con el apoyo de los amantes de las cadenas), apenas breves paréntesis dentro de casi dos siglos de historia de gobiernos oscurantistas, el último de los cuales fue la Dictadura de Franco, hoy también reinvindicada por los que vitorean las cadenas, y nuestra etapa democrática actual, en la que no solo no nos hemos olvidado de vitorearlas sino que parece que lo estamos haciendo con fuerzas renovadas, habida cuenta de que estamos votando a aquellos que nos las ponen al cuello una vez más; eso sí, con nuestro total consentimiento, como en aquellos años en los que, desde la ignorancia y el atraso, preferimos un rey absolutista a la oportunidad de adentrarnos en la modernidad.


Qué gran ocasión perdimos de ser franceses cuando nos enfrentamos a ellos en otro de nuestros principales mitos llamado la Guerra de la Independencia. Pero somos así: vivimos de mitos y no de realidades, de palabras y no de hechos, de supersticiones y no de racionalismos, somos dóciles en lugar de rebeldes, nos quejamos pero no protestamos, somos pícaros y no cívicos, individualistas y no sociales, pensamos que lo nuestro es nuestro y lo de los demás de todos... somos españoles. Eso sí, somos envidiados porque tenemos la mejor liga del mundo... aunque los clubes no paguen sus deudas con Hacienda.

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