viernes, 21 de marzo de 2008

En el inicio

En el inicio están siempre las buenas intenciones. Las mías, al crear este blog, son las de ir dando a conocer mis escritos, tanto de opinión como de ficción. No me gustan los blogs en los que la gente se dedica a hablar de sí misma, así que no lo haré; escribiré lo que pienso y lo que imagino, eso será todo.

No es la primera vez que escribo para que alguien me lea, puesto que tengo publicada una novela (aprovecho y doy la referencia, tonto sería no hacerme un poco de publicidad, ya que puedo. Ahí va: Mansardas junto al mar. Editorial Maikalili, Barcelona 2006) y colaboro en una revista mensual, en la que suelen aparecer artículos míos de opinión. Sin embargo, me resulta resulta extraño lanzar mis pensamientos a este espacio casi infinito que llamamos internet, porque es como enviar un mensaje al universo, que no sabes si alguien leerá, si aguien entenderá, si a alguien le interesará. Pero si no se prueba no se sabe, así funcionan las cosas.

Cuando alguien publica un libro o un artículo por la vía tradicional sabe que muchos de sus conocidos lo leerán: su familia, sus amigos, sus compañeros de profesión; gente que conoce al autor, que sabe de sus aficiones y de sus manías, que comparte sus preocupaciones o no, que está de acuerdo con sus opiniones o en contra pero que, en cualquier caso, se mueve en un entorno similar, con unos códigos de comunicación similares.

Pero cuando alguien crea un blog y lo deja en internet para que se acerque a él quien lo encuentre y le interese, se abre a un mundo desconocido. Cualquier habitante de mis antípodas (Nueva Zelanda) que sepa español puede toparse por casualidad con este blog y leerlo. Con toda seguridad, las cosas que le interesan a un neozelandés son muy diferentes a las que le interesan a un español, pero en un momento determinado, por casualidad o por búsqueda, podría llegar a encontrar un artículo o una historia escrita en el otro lado del mundo que le resultara tan atractiva como para leerla.

Si eso llegara a ocurrir, internet habría ejercido a la perfección su papel de conector de todos los puntos de la famosa aldea global y, de paso, me habría permitido llegar a lectores a los que, de otra forma, jamás hubiera podido acceder, a no ser que dedicara mis próximos diez años a escribir otro libro de la categoría y atractivo de Los pilares de la tierra, Cien años de soledad o Harry Potter, encontrara a un editor que confiara en él, decidiera publicarlo y traducirlo a otras lenguas y tuviera el éxito suficiente como para que enormes pilas del libro ocuparan los lugares más visibles en la mayoría de las librerías del mundo.

En fin, como el cuento de la lechera hace muchos años que se inventó (si alguien no lo conoce, que me lo diga, por favor, así tendré tema para otro artículo), dejaré de soñar con convertirme en un famoso y rico escritor que viaja por todo el mundo y se aloja en hoteles de lujo y, en cambio, enviaré a viajar por el universo, en un barco de lujo, aquello que se me ocurra y considere que pueda interesar a otros. Si alguien lo lee y le gusta, o le disgusta pero no le deja indiferente, estaré muy contento si me lo hace saber, será mi mejor recompensa.

Allá vamos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bienvenido Xavier a la blogosfera y enhorabuena. Te deseo lo mejor, como bien puedes suponer, y celebro que tu impudencia nos permita conocer lo que "piensas y escribes" (supongo que es en este orden ¿no?) a mí, a cualquiera que abra tu blog sea un maorí o un vecino de escalera. Prometo solemnemente seguirte y, descuida, tendrás -venciendo mi natural pereza- mis comentarios. Un abrazo.