En el anuncio del sorteo extraordinario de vacaciones de la
Lotería Nacional, un hombre llama por teléfono para cancelar una reserva que
había hecho de un muy modesto piso en la playa: uno muy pequeñito que está
junto a la autovía, encima de la gasolinera y tiene un solo enchufe (sic),
precisa. Alude que les ha salido un problema gordo (muy gordo, le pide que
puntualice su mujer). Entonces hay un cambio de plano y vemos que la pareja
está en el jardín con piscina desbordante de una extraordinaria casa con vistas
al mar.
El anuncio es
una excelente metáfora de la realidad social española y de los valores que la
rigen, fomentados en este caso por Loterías y Apuestas del Estado que es, como
su propio nombre indica, un organismo estatal.
En primer
lugar muestra con claridad que la
situación económica de los españoles es bastante precaria, dado el tipo de
apartamento que la pareja se podía costear con los recursos de los que
disponía. El propio Estado, pues, constata que lo que Rajoy nos anuncia no es cierto, seguimos en una situación económica muy difícil.
En segundo
lugar propone un uso del dinero ganado
más que discutible. Es de suponer que la pareja ha alquilado la casa, ya
que con 200.000 euros de premio por décimo habría necesitado comprar, como
mínimo, cinco décimos y gastar todo el dinero del premio en adquirirla (a buen
precio, no hay más que verla). Malo gastarse tanto dinero en lotería cuando tu
economía no va bien, malo emplear el dinero del premio en algo suntuoso e
innecesario, como si fueras un político derrochando dinero público.
Podrían haber
hecho que el sueño de la pareja fuera montar una empresa en la que dar trabajo
a desempleados, financiar un proyecto de investigación o ayudar a gente
necesitada, todas estas cosas que el Gobierno actual no hace y que, al parecer,
tampoco le parece adecuado fomentar. Nuestro
único objetivo, según se ve, ha de ser tumbarnos al sol y olvidarnos de los
demás.
En tercer
lugar, este organismo del Estado propone
que usemos excusas falsas para eludir nuestras responsabilidades. En lugar
de decir la verdad, el hombre alega que les ha salido un imprevisto gordo (muy
gordo). Desde luego no es lo más adecuado que desde el Estado se nos anime a
utilizar la picaresca y la mentira para no cumplir con nuestras obligaciones.
La pareja había hecho una reserva y, ahora, es posible que aquel apartamento ya
no pueda ser alquilado de nuevo. Dado el nivel económico que ahora posee, ¿no
habría sido mucho mejor decir la verdad, pagar el alquiler o la indemnización
correspondiente y bañarse en su piscina desbordante con la conciencia
tranquila?
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