martes, 1 de noviembre de 2011

Elecciones generales del 20N. Escons en blanc. No estamos de acuerdo

Volvemos a tener elecciones. Cuando haya pasado el 20N, la mayoría de los españoles habremos tenido la oportunidad de votar tres veces en un año y ello podría crearnos la falsa ilusión de que estamos participando mucho en la democracia, pero no es así.
No lo es porque, como siempre, el terreno está acotado: listas cerradas, los partidos de costumbre con los candidatos habituales y el resultado esperado; todos los escaños ocupados, hayan votado los que hayan votado. Es decir, el triunfo de los partidos, pero no el de los votantes.
Tradicionalmente se ha venido considerando la abstención como una forma de protesta contra este sistema, como la manera de decir que yo no participo y quiero que se note. Pero no se nota, porque da igual que vote el 80% que el 20%: este dato queda sólo para el análisis de los sociólogos y para que los políticos digan cuánto les preocupa, lo que es absolutamente falso porque no tiene ninguna repercusión ni en su empleo ni en su retribución: aquí no hay objetivos mínimos de participación que cumplir  y ninguno de ellos queda fuera ni cobra menos por no alcanzar un determinado porcentaje.
Así es como funcionan las empresas, que piden objetivos a sus empleados si quieren cobrar su salario potencial, o las cadenas de televisión, que necesitan un determinado nivel de audiencia si quieren que las empresas se anuncien en ellas, o los futbolistas, que cobran primas si ganan partidos.
Los políticos no: no tienen que interesar a la gente lo suficiente como para que un determinado número de personas los voten, ni cumplir un porcentaje prefijado de sus promesas electorales para cobrar su salario y sus dietas. Al contrario, su corrupción apenas está penada, más allá de alguna dimisión espórádica sin consecuencia penal alguna; y no digamos su ineptitud, que no tiene repercusión en absoluto.
El pasado mes de mayo surgió un movimiento de protesta que caló en numerosas ciudades españolas y que se ha ido extendiendo por todo el mundo. Es el llamado movimiento 15M o de los Indignados. Es, desde luego, una gran noticia: por fin despertamos del aturdimiento en que nos habían dejado y nos atrevemos a decir que ya basta, que no queremos pagar los platos rotos por otros. Es esperanzador ver que las calles se llenan de gente de todo tipo que está cansada de pagar por las decisiones equivocadas de unos ejecutivos que no se juegan su propio dinero sino el de los demás y cuyos agujeros financieros los políticos deciden que los tapemos nosotros con nuestro dinero.
Hartos de la política tradicional, muchos de ellos no votarán el próximo 20N, pero por desgracia su no voto no servirá para nada, por las razones explicadas más arriba: habrá menos votantes, pero seguirá habiendo 350 diputados.
Y, sin embargo, seguramente somos muchos a los que todo esto no nos gusta. Seguramente somos muchos los que no estamos de acuerdo:
  • Con que se hayan construido aeropuertos y líneas de alta velocidad sin viajeros, fastuosos centros culturales sin contenido pero con unos gastos de mantenimiento superlativos, urbanizaciones que han quedado a medias y ahora son fantasmas que nos asustan cuando nos acercamos.
  • Con las tramas de corrupción producidas en todos los niveles de la administración pública, que haya tan pocos condenados por ello y que el dinero nunca sea devuelto.
  • Con que muchos políticos que estaban en consejos de administración de cajas de ahorros hayan dado su visto bueno a unas políticas de inversión nefastas que las han enviado a una ruina que, al final, hemos tenido que pagar con nuestros impuestos aquellos que no nos beneficiábamos de sus créditos blandos y sí pagamos las abusivas comisiones que nos imponen.
  • Con los partidos opositores que han criticado, únicamente por interés electoral, decisiones gubernamentales con las que estaban de acuerdo, poniendo así en peligro la estabilidad del país.
  • Con los partidos en el gobierno que no actúan en función del bienestar de los ciudadanos sino en el de sus intereses particulares presentes o futuros.
  • Con los partidos de gobierno y de oposición que se procuran leyes para que quienes los cuestionan no puedan participar en su juego y así perpetuarse sin que nadie pueda demostrar que no está de acuerdo con este juego amañado.

¿No estamos de acuerdo con todo ello ni con muchas otras cosas pero no sabemos cómo hacer que nuestra disconformidad sea visible?
Una buena manera es votar a Escons en blanc / Escaños en blanco, que presenta candidaturas en varias provincias españolas y cuyo objetivo es obtener diputados para no ocupar los escaños ni recibir ningún tipo de remuneración. No habría mejor símbolo de nuestro descontento con los políticos actuales que mostrar al mundo una cámara medio vacía, no por la ausencia habitual de diputados (otra de las muestras de cómo son), sino porque simplemente no hubiera diputados para ocupar los escaños porque los españoles lo hubiéramos decidido así.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi voto esta vez sera util, no me siento representada y votare a escons en blanc. Quiero que los politicos me escuchen,no hay mejor forma k sacarles de sus sillas

Anónimo dijo...

Vamos a suponer que esta opción saca 3 escaños, que no serán ocupados, ni generará gasto alguno. ¿Y...?
Los partidos mayoritarios dirán "bueno, menos oposición enfrente".
En mi modesta opinión el sistema continúa. Sin consecuencias.
Y yo me pregunto ¿y...?

Xavier dijo...

Ante unas elecciones sólo hay dos posturas: votar o no votar.
No votar, pese a su fama de manifiesto de disconformidad, es una contribución al sistema, puesto que no lo altera: los partidos se reparten el voto computable, lo demás no importa.
¿Cómo conseguimos entonces que el voto sea a la vez útil e incoformista? Pues votando lo no esperado, votando aquello para lo que los partidos no están preparados, votando lo que les escuece, demostrando que queremos participar pero no con ellos como protagonistas. Este es el sentido del voto en blanco computable.