Lo que está haciendo Junts pel sí con la investidura de Mas como presidente de la Generalitat entrará en los manuales de la manipulación política de los votos, las mayorías y su utilización.
Los hechos son simples: Junts pel sí no tiene la mayoría suficiente para conseguir que Artur Mas sea presidente. Eso es todo lo que sucede, ni más ni menos.
Por lo tanto, como en cualquier situación de este tipo, lo que debe hacer la coalición es buscar apoyos. Pero ocurre que no los encuentra. Bien porque no comparten su proyecto secesionista, bien porque no comparten su ideario político, bien por ambas cosas.
Junts pel sí es una amalgama de personas que solo tienen un punto en común: su independentismo. Por eso es el único punto en el que pueden encontrar apoyo externo. Ese es el motivo por el que han confiado en un acuerdo con la CUP, que comparte independentismo. Lo que sucede es que la CUP no comparte nada más, a lo que hay que sumar que su nuevo número uno, Antonio Baños, resulta ser más coherente que el anterior, David Fernández, y lleva su compromiso izquierdista más allá de las camisetas con mensaje.
Aún así, la CUP, tras haber acordado con Junts pel sí una serie de puntos, estaría dispuesta a apoyar a un presidente de esa coalición, siempre que no fuera Mas, al que considera responsable de las políticas neoliberales que están arruinando esa Catalunya que dice defender.
Ese es el único punto que les separa, pero Mas, pese a no haberse atrevido a ser el número uno de su lista, se aferra al sillón desesperadamente. Es Mas, con su megalomanía, quien está impidiendo que el famoso procés siga adelante, pero un polítopata como él (ver el excelente artículo Un tipo tóxico, de Enrique Gil Calvo en El País del 14 de noviembre) siempre antepondrá sus delirios de poder por encima del bien general.
Sus acólitos, que lo veneran como a un caudillo, se han enfadado y hoy se han dedicado a afear la conducta de la CUP y a acusarlos de querer destruir el procés. Mas-Collell, el viejo profesor reconvertido en ejecutor de recortes, ve peligrar la política neoliberal, que tanto empeño ha puesto en llevar a cabo, y ha saltado a por la CUP, diciendo que no se pueden aceptar sus condiciones para nombrar presidente a Mas. Por su parte, Francesc Homs, ese clon de Mas (hablan y gesticulan exactamente igual) dice que no puede venir la CUP y cargárselo todo. Mientras tanto, Oriol Junqueras esconde la cabeza bajo el ala, como siempre, no fuera que alguien lo viera y le propusiera asumir alguna responsabilidad de gobierno que le ensuciara los zapatos, en tanto que Raül Romeva, un tránsfuga melifluo, no se atreve a aceptar la suya que le corresponde por haber encabezado la lista de Junts pel Sí y ser el candidato que la CUP aceptaría.
Es decir, todo estaría solucionado para los independentistas si Junts pel Sí propusiera como candidato a la presidencia al más lógico, al número uno de su lista.
Pero, como lo que en realidad quieren los dirigentes reales de Junts pel sí es disponer de un estado propio para seguir aplicando su política de recortes, privatizaciones y negocios para sus amigos (¿nos vamos a olvidar de todos los casos de corrupción que le salen a la escondida Convergència hasta por las orejas?), amenazan con ir a unas nuevas elecciones, con el ánimo de obtener más votos para su caudillo.
Lo malo para ellos es que esa oopción es su suicidio, porque en unas nuevas elecciones Junts pel sí obtendrían muchos menos votos: los de quienes piensan que han ido demasiado lejos y optarían por opciones no independentistas y los de quienes piensan que se han comportado como un partido de derechas y optarían por la CUP.
Como diría uno de los aprendices de políticos en edad de jubilación que han visto en el Parlament de Catalunya un lugar más divertido para pasar el rato que el casal d'avis: no era això, companys, no era això.
No querido Lluis Llach, no era para defender la política neoliberal para lo que cantabas tus canciones. ¿O sí?
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