El Partido Popular se comporta con desfachatez, con insolencia. Su falta de respeto a los ciudadanos no se corresponde con lo que debería ser el comportamiento de un partido dentro de un sistema democrático. Sus dirigentes mienten, tergiversan, esconden, callan, manipulan, acusan, evaden responsabilidades y culpas cuando gobiernan y mienten, tergiversan, manipulan, acusan y chillan, sobre todo chillan, cuando están en la oposición.
Esta es su forma de actuación, está en su esencia, no es un accidente: no esperemos otra cosa, siempre será así, porque el partido está plantado en la misma tierra que abonó la reconquista, la inquisición y el franquismo.
Entiendo que haya mucha gente que, cansada de la torpeza del gobierno de Zapatero en materia económica, lo votara. Y lo entiendo porque tenemos una formación ciudadana casi nula, destrozada por cambiantes y malos planes de educación, por siglos de dominio católico, una religión que no reconoce derechos a quienes la profesan, solo provoca miedo y represión, no permite opinar ni cuestionar, se basa en dogmas.
Como dogmas quieren que aceptemos lo que el Partido Popular nos dice. Se presentan como únicos poseedores de la verdad. Se expresan con soberbia, con chulería, con desprecio hacia los demás, un método que funciona bien en la sociedad española, tan aficionada a destruir opiniones ajenas
Nos creemos a cualquier vendedor de medicamentos mágicos que salga en una tribuna y repita una mentira una y otra vez, mientras su medios afines la amplifican también tantas veces como haga falta, hasta conseguir que pensemos que es verdad.
Este es el gobierno que tenemos.
Y en ese funcionamiento vil, aparece la crisis del ébola y, tras unos días de titubeos, los dirigentes del Partido Popular encuentran a los que han decidido que echarán la culpa de todo. Son dos: Teresa Romero, la propia trabajadora enferma y Francisco Javier Rodríguez, el Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid.
Culpando a la primera pretenden evadir sus propias responsabilidades en la gestión de la crisis. Culpando al segundo encuentran un chivo expiatorio de segundo nivel para proteger las cabezas de los de primer nivel.
Los medios de comunicación afines al Partido Popular ya han elaborado el relato "oficial":
- todo empieza desde el momento en que Teresa Romero se contagia, es decir olvidamos preguntarnos si fue adecuado repatriar a unas personas ("padre", llamó Ana Mato al segundo repatriado, con su lenguaje repipi de colegio de monjas) muy enfermas a un país que no estaba preparado para tratar su enfermedad y situamos el foco de la acción en la "torpeza" de Teresa Romero y en algunos fallos de gestión en su tratamiento.
- Una vez situada la historia donde conviene, estos mismos medios se ceban en el Consejero de Sanidad, que se diría ha declarado ex profeso lo que ha declarado, para centrar los focos en él e inmolarse para proteger a su jefa, no en vano él mismo se ha encargado de presumir de que tiene la vida resuelta. Es decir, no va a sufrir ningún descalabro si lo echan de su cargo. Declaraciones, por cierto, que yo pienso que son constitutivas de delito (al menos ético): si ponemos la frase al revés, lo que nos viene a decir es que si necesitara el dinero no querría abandonar el cargo... por muy mal que lo hubiera hecho, ¿no?
- Por cierto, que este hombre no es el primer escándalo en el que se ve involucrado, porque ya tuvo problemas cuando era el responsable del servicio de urgencias de un hospital y en el caos que creó murieron dos enfermos: Rodríguez
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