Que Jordi Pujol y su familia se hayan apropiado de (abundante) dinero de forma ilegal, si es que lo han hecho (y la propia confesión del patriarca parece indicar que sí, especialmente porque está presentada para que adivinemos qué calla y no para que escuchemos qué dice), no es, en mi opinión, lo peor que el antiguo presidente ha hecho por el país al que tanto afirma querer.
Su peor legado es otro, y lo intento explicar en el un publicado en la revista Dignidad y Responsabilidad, al que se puede acceder a través del siguiente enlace:
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