Las dos fotografías que ilustran este artículo muestran el Acantilado de los Gigantes, en Tenerife, y fueron tomadas el pasado sábado, 4 de febrero de 2012.
No son necesarias muchas palabras, las imágenes se explican solas: lo que podría ser un paisaje bellísimo se ha convertido en un rincón vulgar, masificado y (sobre todo) de propiedad privada.
¿Quién permitió que se edificara este horroroso hotel que priva a los visitantes de una vista espectacular de la que ni siquiera muchos de sus huéspedes disfrutan, ya que tienen las terraza de espaldas al acantilado? ¿Cómo se obtuvieron los permisos para edificar todas estas casas adosadas retrepadas en una montaña que debería ser un paraje virgen para disfrute de los ojos de todo el mundo y no solo de los que viven o se alojan en ellas a saber cuántos pocos meses al año?
¿Nadie va a pagar por estos años en los que todo estaba permitido para que algunos se enriquecieran a cambio de arruinar el futuro de todos los demás? ¿Qué clase de turismo va a querer visitar estos lugares viendo lo envilecido y adocenado que hemos dejado lo que resultaba atractivo para las personas medianamente sensibles a la belleza?
¿Qué tipo de personas disfrutan hospedándose en este hotel, sabiendo que está estropeando un paraje natural de tanta belleza como este?
¿Alguien se siente satisfecho viviendo en una de estas casitas amarillas superpuestas a un paisaje rocoso que sería inolvidable por lo hermoso y no por lo feo que es ahora?
Desde aquí propongo una campaña: no nos alojemos en hoteles ni casas que estropeen parajes naturales, hagámosles el vacío, no les demos nuestro dinero, porque no lo merecen. Lo único que merecen es que les obliguen a derruirlos y a limpiarlo todo hasta dejarlo como estaba antes de que llegara la irresponsable codicia que nos ha llevado hasta aquí.
No nos conformemos con quejarnos: ¡Actuemos!
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