lunes, 7 de octubre de 2013

Relato (verídico). Quiero irme de aquí

Quiero marcharme de este país, y me refiero a España, en general, incluyendo sus posibles futuras repúblicas secesionistas, porque no encuentro ninguna diferencia entre el todo y las partes, más allá del idioma.

Ya sé que he tenido motivos suficientes para hacerlo desde hace tiempo, pero siempre hay una gota, a veces casi insignificante, que llena el vaso, y hoy se ha llenado.
Que ya estaba casi hasta arriba lo prueba el hecho de que desde principios de este año he seguido diversos cursos de profesor de español como lengua extranjera (ELE, como se los conoce) en el Instituto Cervantes y ahora quiero matricularme en otro que organiza la Universidad de Alcalá de Henares, porque me parece una vía de poder marcharme al extranjero con la esperanza de encontrar un trabajo, que además intuyo que me gustaría.

Pero las cosas, en esta monarquía kafkiana en la que vivimos, no son fáciles, amigos.
Resulta que uno de los requisitos que la Universidad de Alcalá impone para poder matricularse en dicho curso es el de que se les remita una fotocopia compulsada del título de licenciado. Sí, así, con todas las palabras, como si estuviéramos en el siglo XIX y no en el XXI (tal vez se les haya movido una X del sitio).
Bueno, a fin de cuentas no será una cosa tan difícil, pienso; anticuada, pero no difícil.
Tras tres o cuatro llamadas soy capaz de saber a qué dirección de la Universidad de Barcelona puedo acudir para efectuar el trámite. El edifico se llama Pabellón Rosa y está en el bonito parque de la Maternitat en Barcelona, lo cual me parece un buen augurio.
Craso error. Acudo allí a las 16.10 de hoy lunes, el único día que atienden por la tarde (¡qué lujo!) y solicito la compulsación (¡qué palabra!).
-Enséñeme el título.
Se lo enseño.
-Lo siento, no podré hacerlo, porque el título no está expedido por la Universidad de Barcelona.
-Pero yo estudié en la Universidad de Barcelona.
-Sí, pero el título lo emitió el Ministerio de Educación y Ciencia, y tenemos normas muy estrictas al respecto. Tendrá que ir a la Delegación del Ministerio.
Me la la dirección y un par de teléfonos y se despide entre disculpas.
Miro el reloj, seguro que antes de las cinco llego, son solo algunas paradas de metro, pero mientras camino hacia la estación me dedico a llamar a los teléfonos que me ha dado, para no hacer el viaje en balde si solo atienden por las mañanas. Inútil, llamo unas veinte veces, pero o no contesta nadie o comunica (qué misterio, ¿no?).

Llego a la calle Vergara (Bergara en catalán, que nadie se confunda).
En la puerta hay un vigilante jurado y un escáner.
-¿Qué desea?
-¿Esto es la Delegación del Ministerio de Educación?
-Sí, pero si quiere ir a la planta quinta el horario es de 9 a 14
-No sé a qué planta quiero ir, quiero que me compulsen la fotocopia de un título universitario.
-Hagamos una cosa, pase lo que lleva por el escáner y pregunte en el registro, porque a lo mejor se lo pueden hacer allí.
Pongo mi cartera y mi título en el escáner y paso por el arco. Entonces descubro que agazapado tras el escáner hay un guardia civil, que es el que controla las imágenes, debe de ser protocolario. Bueno, mejor aburridos que estresados, pienso.
Entro en la habitación que me ha indicado y hay una persona de unos cuarenta años hablando con un señor de unos sesenta que ya se despide.
La persona de unos cuarenta años se acerca a mí y me dice:
-¿Qué quiere? Y sepa que estoy muy cabreado, pero no lo voy a pagar con usted -me grita, a pleno pulmón, en tono de broma, pero aún así me palpita con fuerza el corazón.
-Quiero que me compulsen una fotocopia.
-¿Para qué la necesita?, si es que puedo preguntárselo.
-Claro. Para enviarla a la Universidad de Alcalá.
-Bien. Ahora podrá pasar dentro, pero le van a decir algo que no le molará (sic): aquí no entregamos fotocopias compulsadas, solo las tramitamos interiormente.
-¿Y eso qué significa?
-Nada, nada, pase a la mesa número dos, al final del pasillo a la derecha. Y -grita de nuevo, a un palmo de mi cara- recuerde que le he dicho que estoy muy cabreado pero que no lo iba a pagar con usted
Entro en la estancia indicada, es un largo pasillo bastante ancho, que luego se ensancha aún más. En el primer tramo hay dos mesas (la uno y la dos, claro). En la primera hay un hombre de pelo rizado que aparentemente no hace nada, en la segunda hay una mujer con gafas que aparentemente me espera.
Musita algo que no entiendo y me dirijo a ella en catalán. Ella contesta en castellano. A mí me da lo mismo, porque soy cualquier cosa menos nacionalista, pero pensaba que los funcionarios tenían la norma de contestar en el idioma co-oficial en el que se les dirigieran.
Explico mi situación.
Me dice que si quiero una fotocopia compulsada tengo que ir a un notario.
En aquel momento no puedo más y me da un ataque de risa histérica irrefrenable.
-No me lo puedo creer, digo y repito, mientras la mujer me mira con cara de pensar que tiene ante sí a un lunático.
-¿Para que lo quiere?
-Para enviarlo a la Universidad de Alcalá.
-No será una universidad privada, ¿verdad?
-Creo que no.
-Ni una fundación.
-Bueno,lo gestiona una entidad que se llama Liceus, pero el curso es de la Universidad de Alcalá, digo, y enseguida me doy cuenta del grave error: demasiada información para que la pueda procesar.
-Pero eso es privado.
-No, no. Olvide los de Liceus, es para la Universidad de Alcalá.
Busca algo en su ordenador, pero al parece no lo encuentra, entonces se levanta y se marcha, hacia el interior de la estancia.
Al rato vuelve con una señora mayor que ella, con collar.
Hablan sobre el delicado tema. Al final la señora del collar dice que si es para la Universidad de Alcalá no hay problema, porque es pública.
La señora del collar se marcha. La de las gafas me pregunta:
-¿Trae la instancia?
Reprimo la risa y el llanto.
-No. No suponía que tuviera que traer ninguna instancia.
Me da una. Soy un tipo afortunado.
La relleno. Ella la recoge, la pasa bajo una máquina que la marca con una fecha y una leyenda. me entrega una copia, o el original, ya no lo sé.
Coge mi título, la fotocopia, las mira y finalmente pone un sello en la fotocopia y me devuelve el título.
-¿Y dónde va a enviarla?, pregunto.
-A la dirección principal de la Universidad. Al Rectorado, en el Colegio de San Ildefonso.
-Ah, bueno. Pues muchas gracias por todo.
Salgo a la calle y me despido del guardia jurado, del guardia civil y del señor cabreado, que están los tres junto a la puerta, fumando.

Llego a casa. Llamo a las dos responsables del curso que figuran en la web, una de la Universidad, la otra de Liceus, para explicarles que no pagaré la matrícula a menos que me aseguren que la fotocopia ha llegado a su destino final, no vaya a ser que pague y luego me digan que me falta un papel fundamental y me quede sin curso y sin dinero, pero es en vano, porque ambas tienen horario solo de mañana.

Luego intento despertarme del sueño, pero es inútil, porque ya estoy despierto.

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