Anoche tuve una pesadilla horrible. Soñé que estaba sentado en un sillón, inmovilizado. Tan inmovilizado que no podía girar la cabeza ni parpadear, como el protagonista de A Clockwork Orange. Como él, tenía ante mí una pantalla de televisión y no podía apartar mi vista de ella ni cerrar los ojos para no verla.
No recuerdo cuánto tiempo pasé así, días, meses, tal vez años. Supuse que se traba de un castigo por haber cometido algún delito que en aquel momento no recordaba.
Sin embargo la condena empezó bien, con una emisión en blanco y negro de Crimen y Castigo, protagonizada por José Luis Pellicena, Marisa Paredes y Lola Gaos, entre otros. Era tan extraordinaria que ni siquiera me di cuenta de que, aunque lo hubiera querido, no hubiera podido parpadear. Me la tragué toda entera, todos los capítulos de un tirón. Tanto me gustó que luego salieron fotos de Franco mientras sonaba el himno nacional y me dio igual. Qué condena tan extraña, me dije, porque me lo había pasado estupendamente.
Luego la cosa se complicó, porque empezó un zapping diabólico que no me permitió ver nada entero y fui pasando sin descanso de las mamachicho a buenasnochesatodostodos, de asisonlascosasyasíselashemoscontado a suelenarasiquemasbenfotut. El batiburrillo fue importante y no fui capaz de seguir el hilo de ningún programa, pero tampoco vi ningún anuncio. Seguía siendo, por tanto, una condena resistible.
Más tarde me apretaron un poco más las clavijas, el zapping se hizo más rápido aún y fue saltando de un programa en el que mi vecina de enfrente hablaba sucesivamente de la reencarnación, de la crisis económica mundial y de la física cuántica a otro en la que un hombre gordo y desdentado hacía un speech ante la cámara ofreciéndose como marido para veinteañeras porque tenía una granja y había participado en operación triunfo. Aún sabiendo que no estaba bien reírse de la miseria ajena no pue evitarlo y pensé, bueno, van apañados, si solo es eso aguantaré la condena como un valiente.
Pero, ah amigo, entonces el zappero, como si hubiera sido capaz de adivinar mis pensamientos, se puso borde y me llevó de una tertulia en la que un ex-preso por delitos económicos daba lecciones de economía al gobierno a otra en la que un periodista aficionado al masoquismo pontificaba contra la ley de igualdad de sexos, de una en la que todos gritaban contra el aborto a otra en la que todos chillaban contra un faisán, de una en la que todos protestaban contra un zapatero a otra en la que todos arremetían contra un catalán.
Uf, ahí me estremecí y empecé a pasarlo mal. Tanto más cuanto que hasta me pareció que, subliminalmente, volvían a salir las imágenes de Franco. Un tremendo sudor frío me recorrió la espalda y por primera vez fui consciente de que aquello era en verdad un castigo.
Luego, alternando duras y maduras para así someter mi voluntad, la pesadilla se volvió piadosa y me dejó un buen rato viendo y escuchando a Iñaki Gabilondo soltando unos balsámicos comentarios inteligentes y entrevistando a personajes serios a los que se entendía la mar de bien mientras decían cosas interesantes sin voces gritando de fondo.
Y es que faltaba la última vuelta de tuerca, como el susto final de esas malas películas de terror en las que el asesino, aparentemente muerto tras recibir veinte balazos y varias paladas en la cabeza, cuando la chica que lo ha despachado se da la vuelta para llorar tranquila, se revuelve y con su ensangrentada mano la coge del tobillo y la hace caer: Gabilondo desapareció y en su lugar apareció el anagrama CNN+ que, a su vez, se derritió y fue sustituido por otro en el que se leía GH24.
Qué mal lo pasé. Mal de verdad. Mal a más no poder. La suerte es que es solo un sueño y pronto despertaré de él.
Del sueño a la pesadilla sólo hay un paso. De 4 a 5, de Prisa a Vasile |
Postscriptum:
Pobre infeliz, no sabe que la vida es sueño, un sueño del que no despertará jamás y que continúa cuando el Partido Popular gana las elecciones de 2012 y vuelven a presentar los telediarios Alfredo Urdaci y Letizia Ortiz (tocada con una corona) en los que sólo se retransmiten las ruedas de prensa de Miguel Ángel Rodríguez tras los consejos de ministros presididos por Francisco Camps y Esperanza Aguirre, co-presidentes del gobierno, con Rajoy en Interior y Trillo en Justicia, mientras en la 2 sustituyen el programa Redes por el de Rejas, conducido por Mario Conde, y en Teledeporte emiten sin parar las finales de la Copa de Europa ganada por el Real Madrid mientras Franco vivía.