
No hay que
asustarse, Foxcatcher no es una pedante película política que elabore una
sesuda tesis sobre los males del capitalismo. Como buena obra de arte, todo
esto lo lleva dentro, sin mostrarlo abiertamente, pues en la superficie es una
entretenida e inquietante historia de unos personajes y su relación entre
ellos, que se va intensificando y al final estalla ante nuestros ojos sin
piedad.
Sin embargo,
no es una película amable, porque retrata la crueldad con la que uno de los
hombres más ricos del mundo se apropia de personas y compra voluntades, juega
con los sueños ajenos y busca notoriedad a costa de los sacrificios de otros. Y
al mismo tiempo es una película estimulante, porque al salir del cine es
posible que el espectador diga basta, no podemos seguir permitiendo esto, no
podemos seguir jugando con estas reglas porque solo nos llevan a la derrota.
Y es que, ante todo, no debemos olvidar que se trata de una historia real, seguramente desconocida por muchos, pero que se puede consultar en hemerotecas y vídeos, puesto que, dada la relevancia de sus protagonistas, muchos periódicos y televisiones se hicieron eco de lo que sucedió.

John E. du
Pont, un diletante aficionado a la ornitología, la filatelia y los deportes decidió
patrocinar al equipo estadounidense de lucha olímpica, una forma vicaria de
conseguir la gloria que él, por sus condiciones físicas y mentales, nunca
podría alcanzar. Lo que ocurrió después no lo voy a contar aquí, porque sería
estropear la película a quienes no la hayan visto y tengan intención de hacerlo.
Mi
recomendación, si no se conoce la historia de du Pont y los hermanos Schultz,
es ver primero la película y después informarse de cómo ocurrieron las cosas en
realidad, así no se estropea la intriga de la película y luego resulta muy
interesante revisar algo del mucho material que hay en la red sobre el caso. El
juego de comprobar que lo que la película nos cuenta con tanta brillantez tuvo
lugar en la vida real es fascinante, verificar que tanto abuso de poder, tanta
maldad, tanta humillación son posibles e incluso tolerados y hasta alentados por
el gobierno, que nunca mira lo que no quiere ver hasta que no le toca más
remedio, cuando ya todo ha estallado y ha de hacer algo para conservar a sus
votantes, estoy seguro de que conseguirá que seamos menos complacientes con
ciertas cosas que ocurren en el mundo y nos empujará a hacer lo que esté en
nuestras manos.