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Cazadores urbanos |
Cazadores urbanos es una historia de ficción, no una crónica periodística. Los hechos
que en ella se narran son inventados, pero con otros similares hemos derrumbado
la España que pretendía por fin salir del pensamiento mágico y la ignorancia y
estamos de nuevo en manos de la iglesia y el caciquismo.
La novela no pretende ser la
historia de cómo hemos llegado hasta aquí, eso resultaría de una vanidad
intolerable, pero sí que intenta coger un pequeño elemento y desarrollarlo,
como ejemplo de lo que nos ha sucedido.
Al no estar muy alejada de la
realidad, porque trata sobre el mundo empresarial, la tecnología y los medios
de comunicación y transcurre en un tiempo y lugar muy determinados (año 2001,
Barcelona), debe situarse en su contexto histórico y por ello se mencionan
nombres y hechos reales que sirvan de referencia al lector, pero que en ningún
momento forman parte de la trama. Al contrario, todos los personajes y empresas
con las que ellos se relacionan son ficticios.
Ciertos nombres utilizados en la
novela pueden recordar a algunos reales, pero se debe a la imposibilidad de
encontrar otros que resulten apropiados y no se parezcan a los existentes.
También algunas noticias de aparición más o menos reciente pueden referirse a
sucesos semejantes a los relatados, pero la novela no está basada en ellos.
No obstante, la historia que se
cuenta está estrechamente vinculada a la realidad política, social y económica
del momento y en este sentido sí cobra especial importancia el marco histórico
en el que se desarrolla.
En el trasfondo se tratan temas
como la facilidad e impunidad con la que se puede acusar a alguien sin pruebas
a través de los medios de comunicación y cómo la mera insistencia en afirmarlo
puede inculcar en la gente la idea de que es verdad lo que en ellos se dice.
También se bucea en los sótanos del mundo empresarial, con sus luchas
intestinas por el poder, que en muchos casos está más lejos de lo que los
propios implicados suponen, pensando, inocentemente, que lo alcanzarán cuando en
realidad no son más que vasallos de otros señores. Por último, claro, se
muestra la evolución de los protagonistas que, envueltos en la vorágine de los
acontecimientos, tendrán comportamientos dispares y destinos muy distintos. Uno
de ellos tendrá un final trágico y los demás verán sus vidas alteradas de un
modo que nunca hubieran podido esperar.
Es, en fin, el retrato de una época
en la que la impunidad de los negocios fáciles pero fraudulentos, la
connivencia entre los distintos poderes, el crecimiento sin bases sólidas y la
gestión tan mala como corrupta nos llevó hasta la crisis actual que, si bien
empezó en 2008, tiene puestos sus cimientos en aquellos años de falso esplendor
de principios del siglo XXI.