Recientemente se han editado en España dos manifiestos que incitan a enfrentarse al orden establecido. Así de claro. No es extraño que ambos sean franceses, no en vano han sido siempre los defensores de la sociedad laica y republicana de la que cada vez queda menos en el mundo actual.
Son, en su concepción, dos manifiestos de protesta contra lo que ocurre en el mundo actual, pero son dos libros completamente distintos, dirigidos a gente distinta y que plantean estrategias distintas.

Desde la perspectiva que le otorga esta biografía, Hessel es capaz de escribir un sucinto texto en el que nos invita a indignarnos, porque de la indignación surge el compromiso y, como él dice, la indiferencia es la peor de las actitudes. Es cierto, piensa, que hoy en día parece que los motivos para indignarnos son menos evidentes que cuando Hitler invadía Europa, pero los hay, y no precisamente triviales: la cada vez mayor distancia entre ricos y pobres y la falta de derechos humanos, cita, por ejemplo.
En estos tiempos en los que la crisis sirve de excusa para desmontar las conquistas sociales de los últimos sesenta años, Hessel recuerda que el artículo 22 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice que "toda persona tiene derecho a la Seguridad Social... y a la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales indispensables para su dignidad y para el libre desarrollo de su personalidad". Ahí es nada lo que se declaraba en 1948, y que sigue todavía vigente, claro, porque, aunque no lo parezca, nadie ha abolido tal Declaración.
Hessel nos pide que miremos a nuestro alrededor y encontraremos motivos para la indignación, como él la ha encontrado, entre otras cosas, con lo que está sucediendo en Palestina, lo que está haciendo Israel allí.
Según Hessel, el camino a seguir es la no violencia, la insurrección pacífica (Mandela, Luther King), pero recordando que no cabe transigir ante ninguna violación de los derechos humanos.

El discurso es revolucionario: "Tener trabajo es un honor y trabajar un debilidad", proclaman, en una clara muestra de su enfrentamiento frontal a la cultura del trabajo en la que ahora somos aquello en lo que trabajamos en lugar de vender nuestra fuerza de trabajo por una horas. Todo aquello que hacemos gira en torno al trabajo y se hace con referencia a él. "Trabajar, hoy en día, está menos ligado a la necesidad económica de producir mercancías que a la necesidad política de producir productores y consumidores, de salvar por todos los medios el orden del trabajo" (página 63).
La propuesta del Comité invisible es, sin duda, muy distinta a la de Stéphane Hessel. No podía ser de otra manera, provienen de mundos distintos y tienen pensamientos distintos, contrapuestos en sus estrategias. Muy problablemente a Hessel no le guste el planteamiento del Comité ni viceversa, pero no es casualidad que ambos manifiestos hayan coincidido en este tiempo de clara retrocesión de nuestros derechos ni que ambos propongan hacer frente al orden establecido que nos los recorta.
No deja de ser curioso, por otro lado, que el libro de Stéphane Hessel lo haya publicado Destino, que pertenece al grupo Planeta, que no se caracteriza precisamente por sr una editorial antisistema. Para ellos será otro éxito de ventas y nada más. Melusina, por su parte, es una editorial cuyo catálogo lo constituyen libros mucho más radicales y extravagantes, una editorial en la que La insurrección que viene parece caber perfectamente.
Sean cualesquiera nuestras preferencias, sin embargo, lo que no nos podemos permitir es seguir sentados cotemplando como una clase política mediocre y cobarde, sin ningún tipo de preparación pero con una obediencia ciega a los poderes económicos, está desmontando la estructura de los estados, dejando así a los débiles en manos de los poderosos, que no lo son por ser más fuertes ni moral ni culturalmente sino por disponer de más armas económicas. Cuando el Estado pierde el poder ya no queda más que la selva. De seguir así, la involución que está sufriendo el mundo nos devolverá a épocas que creíamos superadas o, lo que es peor, a épocas que no sabíamos que habían existido porque nos escamotean la historia para que no aprendamos de ella y pensemos que, ignorantes de nosotros, caminamos hacia el único futuro que nos dicen que existe porque es el único hacia el que nos permiten caminar.
- No es cierto que la gestión privada sea mejor que la pública: la privada busca su propio beneficio y no el servicio a la sociedad.
- No es cierto que no haya otro remedio que bajar las pensiones o alargar la vida laboral: hay que crear riqueza y repartirla mejor.
- No es cierto que la única solución sea bajar los salarios de los trabajadores y los impuestos de los empresarios: hay que gestionar mejor las empresas y evitar el chantaje de sus propietarios.
- No son ciertas tantas cosas que nos quieren hacer creer que seguro que cada uno encontraremos alguna para indignarnos, para rebelarnos.
¡Indignaos! ¡Rebelaos!