Como el niño que necesita reafirmar su presencia ante la llegada a la familia de un hermano pequeño, el ex presidente Aznar ansía, de vez en cuando, un poco de protagonismo. No es culpa suya, él ya no es el que era, es otro el que manda ahora y pasar a un segundo plano no siempre es fácil. No seamos severos con él, que bastante mal lo está pasando.
Ha de ser duro pasearse por las calles de Melilla con actitud y vestimenta chulescas para tener que demostrar al mundo que todavía existes. Vestir una sahariana arremangada y un cinturón de Coronel Tapiocca, para estar a tono con la zona visitada, no le ha de resultar sencillo a un otrora todopoderoso mandatario acostumbrado a los trajes y las bufandas, pero hay cosas que sólo los valientes y responsables saben que deben hacer, por mucho que cueste y ridículo que parezca. Y no es menor el mérito que tiene saber poner esta voz de garganta profunda, que sólo él consigue, para soltar un discurso de provocador de pelea callejera al estilo de esto no me lo dices a mí en la calle y recordarle así a la gente que todavía eres el duro del barrio.
Pero más allá de las formas y los traumas, que cada uno tenemos los nuestros y todos son igual de respetables, lo que más importa, lo auténticamente meritorio de la actuación de Aznar en Melilla, fue su decidido respaldo a sus habitantes y a las fuerzas de seguridad del Estado; no cuando era Presidente del Gobierno, no, que hubiera resultado de lo más fácil, sino ahora que es un ciudadano como cualquier otro, sin ninguna responsabilidad política y sin ningún cargo que justifique su visita. A ver qué otro ex mandatario se atrevería a algo así, les reto a que me nombren alguno.
Ha de ser duro pasearse por las calles de Melilla con actitud y vestimenta chulescas para tener que demostrar al mundo que todavía existes. Vestir una sahariana arremangada y un cinturón de Coronel Tapiocca, para estar a tono con la zona visitada, no le ha de resultar sencillo a un otrora todopoderoso mandatario acostumbrado a los trajes y las bufandas, pero hay cosas que sólo los valientes y responsables saben que deben hacer, por mucho que cueste y ridículo que parezca. Y no es menor el mérito que tiene saber poner esta voz de garganta profunda, que sólo él consigue, para soltar un discurso de provocador de pelea callejera al estilo de esto no me lo dices a mí en la calle y recordarle así a la gente que todavía eres el duro del barrio.
Pero más allá de las formas y los traumas, que cada uno tenemos los nuestros y todos son igual de respetables, lo que más importa, lo auténticamente meritorio de la actuación de Aznar en Melilla, fue su decidido respaldo a sus habitantes y a las fuerzas de seguridad del Estado; no cuando era Presidente del Gobierno, no, que hubiera resultado de lo más fácil, sino ahora que es un ciudadano como cualquier otro, sin ninguna responsabilidad política y sin ningún cargo que justifique su visita. A ver qué otro ex mandatario se atrevería a algo así, les reto a que me nombren alguno.
Que aprenda Bush, por ejemplo, ese ex amo del mundo que tan valiente parecía y que, desde que ya no es presidente, no ha sido capaz de visitar a las tropas estadounidenses en Irak o Afganistán para mostrarles su solidaridad, ¿por qué? Pues porque es un cagueta, así de claro. Y es que no todos los ex presidentes son auténticos y valerosos hombres de estado y saben comportarse como tales, sólo los elegidos para la gloria están en ese selecto grupo, formado por Aznar y… ahora mismo no se me ocurre ningún otro.